—Anímate, te tengo una sorpresa.

Y fue recién ahí que me temí lo peor.
—Por favor dime que no quemaste los viñedos.
Él ladeó su rostro, inclinándolo lo suficiente cerca del mío para que yo pudiera reparar en su expresión de ¿Por quién me tomas? y me apresuró aún más.
—No, lástima que piromanía no entre en mi lista de hobbies. De todos modos, no esperes nada de mí. He cambiado, no soy el mismo de antes, así que mis regalos son menos costosos.
No respondí, estaba demasiado ocupada pensando en mi reciente descubrimiento:
Más que temer por los viñedos de papá, lo que me preocupaba era que Paolo se quedase sin una fuente de ingresos.
Mientras bajábamos las escaleras me pregunté cómo serían las cosas si mi hermano y yo nos hubiéramos criado juntos, si él no hubiera huido. ¿Estaría así de nerviosa?
Cuando los escalones se acabaron y encontré a mamá esperándonos ansiosa por encaminarnos hasta el salón dónde nos esperaba el resto de los invitados, decidí que sí ¡Por supuesto que estaría nerviosa!
Puede que si Gio se hubiera permanecido en casa hoy por hoy compartiríamos un montón de recuerdos juntos: primeras veces, graduaciones, fiestas y demás. Sin embargo, no importaba los años que hubiéramos vivido el uno al lado del otro, Gio siempre había sido portador de un espíritu libre, como los caballos salvajes a diferencia de mí, mi gemelo era indomable.
Así que, por supuesto que estaría nerviosa, incluso bajo la mirada entrometida de nuestra madre, podías apreciar el brillo malicioso en las facciones de mi hermano y no necesitabas ser un genio para deducir que él se traía algo entre manos.
Mi sorpresa.
Eso pondría nervioso al propio Gandhi.
—Pareces un príncipe —alabó mamá, arrugando su boca al notar la ausencia de corbata.
—No te emociones, ella se refiere al de La bella y la bestia.
Era una broma, por supuesto, más que nada para bajarle los humos a mi hermano, lástima que mamá pusiera cara larga y me ignorase.
—¿Qué pasó con tu corbata?
—Alguien me dijo que podría ahorcarme con ella… —se excusó aprovechando su minuto de gracia y desviando la atención a mí. Desde luego él podía hacer eso ya que era el consentido de mamá. Traidor.
—Además, así me veo con mejor estilo ¿No te parece?
Si los ojos de mamá pudieran brillar más, sería un milagro. Era un hecho, mi hermano tenía su noche arreglada.
—¿Vamos tarde recuerdan? —, les recordé a ambos interrumpiendo su momento madre-hijo y no lo hice porque me sintiera celosa, como parecían indicar los ojos de mamá. Ella y yo nunca nos habíamos llevado realmente bien, si viene al caso, Gio podría hasta ayudarme con ella.
—Cassie tiene razón —. Acordó mi hermano, reparando en el aire tenso que parecía haber remplazado el oxígeno, pero su sonrisa condescendiente parecía retarme a añadir algo más.
Oh, vamos. No todo es sobre ti.
¡Supéralo!, quise gritarle, en lugar de ello comencé a caminar sola hacia el salón, con el burlesco de mi gemelo pisando mis talones y mi mamá sonriendo orgullosa por su despampanante creación.
¿Qué mejor que lucir a tu atractivo hijo frente a tus amigas?
Había que decirlo, Gio era bastante agraciado, nada por lo que sorprenderse, era igual a mí.

La ceremonia comenzó tal y como predecía, mi mamá presentó a su hijo recién llegado de Amsterdam, ignorando de forma admirable la mueca aburrida que traía papá en sus labios. Por supuesto, todo esto quedó justamente equilibrado cuando papá pidió su turno, como se esperaba, se deshizo en halagos sobre mí, lo hizo de tal forma que nadie notó que no había tenido una sola palabra para con Gio, bueno nadie a excepción de mi hermano y yo, ah, también mamá, pero lo disimuló tan bien que tú podrías pensar que no le importaba.

—Me gusta tu hermano, tiene la presencia para administrar la Viña Monnetti.
Contuve la risa e hice una nota mental de felicitar a Giovanni. Él si sabía cómo ganarse a las personas.
—Él tiene algo más que presencia —. Respondí, esperando no haber sonado muy ruda. Francesco Marchesi, mi pareja de baile, asintió complacido y su mano aflojó la presión en mi cintura.
—No lo pongo en duda, creo que te hará bien tener a alguien con quién compartir.
Me quedé viéndole curiosa.
—¿Crees que paso mucho tiempo sola?
Él me sonrió galán.
—Todo lo contrario, creo que pasas tu tiempo con las personas equivocadas.
Él continuaba sonriéndome, yo ya no lo hacía.
—Qué estás insinuando.
—No pretendo entrometerme en tu vida, pero…
—Es justamente lo que estás haciendo ahora.
—La gente habla.
—¿No me digas? Eso es nuevo.
—Cassandra… Sé racional, él podría tener problemas.
No me gustó el tono condescendiente que percibí en su voz, como si yo sólo estuviera usándolo.
Al parecer, no era un secreto que hablábamos de Paolo, de modo que no me preocupó decir su nombre frente a alguien diferente a Giovanni.
—Paolo es un hombre adulto, dudo que le importe lo que diga o deje de decir la gente.
—¿Sabes que pasaría si tu padre se entera?
—Papá ya lo sabe —mentí, papá sabía que Paolo y yo éramos amigos, no tenía idea de que la primera persona a quién acudía era él, ni que a veces nos reuníamos cuando aún era de madrugada simplemente para apreciar el cielo juntos.
De todos modos, nunca nos habíamos besado.
—Somos amigos, no veo qué tiene eso de malo.
Francesco se detuvo y elevó mi barbilla.
—Cariño, eres pésima mintiendo.
El resto de la velada se me hizo eterna, pensé que nunca terminaría. De hecho, había perdido ya la cuenta de los chicos con los que papá me había incitado a bailar, pude negarme, pero algo me decía que él ya estaba teniendo suficiente con soportar a Giovanni arrebatándole la atención de todos los invitados.
Lo que era decir algo, en serio, mi gemelo había bailado con todas y cada una de las amigas de mamá, parecía el hijo perfecto… Lo cual, en realidad, daba bastante miedo.
—Entonces, ¿Cómo lo estás llevando? —salté en mi lugar, justo bajo la escalera, cuando una mano cálida rodeó la mía.
—¿Qué haces aquí? —, casi chillé y me arrepentí  de inmediato cuando noté la expresión decepcionada que ensombreció el rostro de Paolo.
—No pareces feliz.
Suponía que nadie nos vería acá, no era un escondite, pero toda la gente se encontraba concentrada en el salón, exceptuando a Clara que estaba en la cocina preparando unos cócteles y a su sobrina Elena, a quién había invitado para que la ayudara a atender a los invitados.
—No lo estoy —Su rostro se volvió todavía más sombrío. Diablos, lo estaba haciendo todo mal— Quiero decir, estoy preocupada. Si alguien te ve…
—Entiendo.
—¿No te das cuenta? Ni siquiera yo soporto estar aquí, no es que no quiera que estés en casa. Pero, conoces a mamá.
Él puso sus ojos en blanco y yo, debido a la sorpresa, ni siquiera había reparado en como lucía.
—¿Qué haces vestido así?
Ahora estaba ruborizado. En serio, ¿Podía arruinar esto un poco más?
—Fue una estupidez.
Su cabello estaba obviamente peinado con una sustancia poderosa, no traía ese volumen que me llenaba de deseos de enterrar en él mis manos, al contrario, estaba pulcramente peinado hacia el lado. Yo tenía frente a mí una versión mejorada del agente 007, mi Paolo lucía irreconocible con su traje oscuro, hasta con pajarita incluida.
—Luces…
—Ridículo. No sé cómo dejé que me convenciera.
—Iba a decir diferente —Suspiré, ya era hora dejar de arruinar las cosas— La verdad es que te ves bastante atractivo.
—Claro.
—Hablo en serio.
—Lo mejor será que me vaya.
—¿Cómo entraste?
—Tú hermano quedó de esperarme en la entrada —dijo escondiendo ambas manos en los bolsillos de un pantalón que a todas luces parecía ser un Armani.
—¿Gio hizo todo esto?
—Ajá, él pensó que te haría bien un poco de alegría en esta noche que según él vaticinaba ser un «infierno».
Las mejillas de Paolo continuaban ruborizadas, lo hacían lucir menos rudo. Casi tierno.
Tenías razón, no te conoce. Que sea tu hermano no lo transforma en el indicado para darme consejos.
Otro suspiro.
Siento mucho ponerte en esta situación Cass.
—Acompáñame —dije tomándolo de la mano y arrastrándolo a mi habitación sin esperar una respuesta.
—Aquí es dónde duermo ahora.
Solté, cerrando la puerta tras de mí y sintiéndome tardíamente nerviosa. De repente la valentía ya no estaba.
—¿Qué hacemos aquí?
Su ceño ahora estaba marcado y esos hermosos ojos grises brillaban inseguros en su piel canela.
—Solía dormir mejor en el cuarto de Gio, pero como regresó me tocará acostumbrarme al mío.
Paolo enarcó una ceja, su mano izquierda sacó la pajarita y la guardó en el bolsillo delantero de su traje.
Me di la vuelta, su expresión expectante me ponía nerviosa.
—Cass, no te entiendo. Pensé que no me querías aquí.
—Odio estas cosas —, murmuré de espaldas a él mientras me quitaba las horquillas del pelo y caminaba hasta mi cama. Las ondas oscuras cayeron casi desesperadas sobre mis hombros.
Al igual que yo, aprovechando cualquier indicio de libertad para aferrarme a él.
—Cass —. Su voz se oyó más fuerte, más clara... Demasiado cerca de mi oído.

—Sí te quiero aquí, conmigo, todo el tiempo, a todas horas. Pero todo el mundo me dice que está mal, que te haré daño, que somos de mundos distintos. Fue una estupidez por parte de Giovanni traerte, pero esa estupidez me ha traído más alegría que ninguna sensatez.
Tragué profundo y temblé cuando su mano tocó mi hombro.
—No puedes hacerme daño. Al principio soporté tu indiferencia, luego tuve que conformarme con no ser correspondido. Entonces, me pregunto ¿Qué puede ser peor que eso?
Giré levemente mi rostro, lo suficiente para que mi boca tuviera acceso a la suya.
—Que te quiera.
No quise perder más segundos y lo besé.
Habíamos luchado juntos por tanto tiempo, pero más tiempo había luchado contra mi propio yo, contra mis pensamientos y lo que sentía.
Lo que no quería sentir.
Pensé que mi mayor error sería amarlo, porque le terminaría lastimando, pero mi peor error resultó ser otro.
Yo no sabía amar.


****

Al día siguiente esquivé a Paolo todo lo que pude, la noche anterior –después del beso- él había estado tan feliz como solía estarlo yo de pequeña durante las mañanas de navidad.
No estaba segura de haber hecho lo correcto.
Me dije a mí misma que no tenía porqué sentir miedo. Nadie había preguntado nada, de modo que, nadie me había visto con él, Giovanni en cambio…
El curioso de mi gemelo me había ido a buscar a Perfezione sólo para cotillear, aquello me pareció de lo más insólito.
Él y papá habían tenido una discusión brutal en la biblioteca en cuanto se marcharon los invitados, como era habitual, yo no había participado del intercambio. Me había limitado a escuchar durante los primeros quince minutos, pero después había terminado por encerrarme en mi habitación a repasar los acontecimientos del día.
Por la madrugada, cuando quise ir a verlo, Gio no me abrió la puerta de su alcoba.

Mientras la mitad de mis compañeras se comía a mi hermano con los ojos y me gritaban cosas como «cuñada» o «preséntalo», Gio parecía un tipo completamente distinto al de la noche anterior.
Demasiado relajado, tal y como se había mostrado con los amigos de papá y mamá.
—¿Y qué tal tu noche? —, su tono parecía insinuar un montón de cosas no aptas para menores, menudo mal pensado.
¿Quería actuar como si nada hubiera acontecido la noche anterior?
Bien, yo también podía jugar a eso.
—Si esa es tu idea de una sorpresa, no quiero ni imaginarme la de un funeral.

Su sonrisa se borró como las huellas en la arena.

—Lo siento… no quise decir… Pensé que tú-
—Tienes razón, tengo un sentido del humor retorcido. ¿No dijo eso papá? ¿Que yo era un retorcido?

—Gio

Mientras él negaba haciéndome callar, me pregunté cómo lo hacía. Yo me había perdido un montón de cosas; tantos años...

Él me dijo que no esperara nada de él.

De hecho, yo sabía que el tiempo era capaz de cambiar a las personas, pero seguía cuestionándome su actitud. Sí, todos crecemos, pero ¿convertirse en alguien diferente?

—Deja de mirarme así. No imaginé que se saldría de control ¿Está bien? Quería alegrar tu noche, no arruinarla.
—¿Salirse de control?
—Ajá
—No te entiendo.
—Ya sabes, «salirse de control», fuego, pasión. Demonios, hablo de sexo Cass, está claro que tú y Paolo lo hicieron y ahora estás con cargo de conciencia.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Tu cara hoy y anoche, parece como si fueras a morir.


 NA: Espero me dejen conocer sus teorías o quejas, dudas, etc. Ahí les dejé una imagen del brutito de Paolo. 





Deje su e-mail si desea recibir los capítulos de Lazos de sangre en el correo: