Cap II
Errores Cap II
Miró la puerta al cerrarse y mantuvo la mirada como si el mero echo de hacerlo le permitiera traspasar esa barrera y tenerla a su merced.
¿Que hacia ella allí?, no había sido suficiente ya con todo, ahora hasta la vida misma los ponía en el mismo camino, a ellos, que jamás podrían volver a andar juntos.
Sabia que había sido mala idea aceptar volver a esa ciudad, ni siquiera sabia si ella seguía en su adorado pueblo natal, los meros recuerdos eran suficientes para atormentarlo.
Pero ella estaba así, tan entera y perfecta, viviendo a unos metros de el, era una pesadilla, deseaba despertar, no volvería a ser manipulado por nadie ni siquiera por el destino.
-¿Alex?-, oyó llamar a su vecina, el movió la cabeza lentamente y encontró una mirada confusa y algo recelosa yendo de el hacia el departamento de la que alguna vez había sido la mujer de su vida.
-Disculpa-, murmuró tratando de enfocarse y de destensar los músculos que parecían haberse vueltos piedra encerrándolo en su propio cuerpo.
Ella sonrió como si recordara algún motivo oculto y le tendió un pedazo de tarta que llevaba elegantemente servido en un palto, las fresas fueron demasiado para ese día, gruñó y trató de contenerse, la mujer frente a el no era culpable de nada salvo quizás de ignorancia.
-Lo siento Lilia, soy alérgico a las fresas-, le contestó el, la cara de la joven frente a el mostró sorpresa y se tornó carmesí, pero no lo noto del todo, el ya había dado la vuelta y entraba a su departamento también con un golpe en la puerta.
Al cerrar miró las cajas aun sin desempacar, el espacio vacío y quieto del que había pensado seria su hogar, de nuevo ella lo arruinaba todo, de nuevo ella se cruzaba en su camino
El puesto de fiscal era algo anhelado en su carrera, pero el volver a la ciudad le había tomado mucho tiempo, muchas noches tratando de tomar una decisión, había pensado que no tenia por que verla, al fin llevaba 5 años sin saber nada de su vida, ella seguiría pensado que el estaba lejos y ambos continuarían con sus vidas.
Que estupido
Se talló la cara con las manos, como si deseara borrar la imagen de ella, la imagen que hace unos segundos lo había dejado helado.
Seguía igual de hermosa e inalcanzable, pero sus ojos no eran los mismos, sin embargo no tenia que importarle, no debía.
Pateó una caja que gracias a la intervención divina contenía solo libros y no algún objeto de cristal.
Maldijo el dolor que se disparó en su pie y fue hasta su habitación.
Se iría, tenia que hacerlo, tenia que alejarse antes de que terminara con lo que quedaba de el.
Sin pensarlo había puesto una mochila sobre la cama y guardaba camisas arrugadas y pantalones a diestra y siniestra.
Después de 5 años nada había cambiado.
Recordó otro día y otro momento donde también había salido huyendo, alejándose de ella y todo lo que le provocaba, lo bueno y sobre todo lo malo.
Se detuvo y miró las prendas esparcidas, se había tratado de convencer a si mismo que su matrimonio y todo su sufrimiento quedaban en un pasado lejano, en dos segundos se había mordido la lengua y arrancado todo vestigio de aquella verdad.
Al final seguía preso de ella, si ella se quedaba el se iba, no mas.
Tenía el empleo que había soñado por mucho tiempo, un buen departamento y el vislumbramiento de una nueva vida.
Daniela solo era una persona que represento una parte de su vida que deseaba olvidar, un parte que lograría olvidar.
¿Que más necesitaba que tenerla enfrente para recordar todo lo que ella era?
Una mujer manipuladora, egocéntrica, calida cuando quería, fría cuando necesitaba.
Tomó la mochila con la ropa y la dejó sobre el suelo, ya tendría tiempo de organizar todo.
Se recostó en la cama y se tapó el rostro con ambas manos.
Odiaba a Daniela, la odiaba, tanto como alguna vez la había amado
El letargo lo dejo somnoliento pero sin descanso alguno
Le habían otorgado una semana para realizar la mudanza y concretar detalles mínimos, podría seguir ordenando sus pertenencias, pero después de la noche estaba asfixiándose, necesitaba salir, escapar de su departamento, de ese pasillo y de ese edificio
Se puso unos jeans y una playera y se dirigió a la puerta con todo el cuerpo en tensión, era absurdo una parte de su cerebro lo sabia pero otra no estaba pensando
El pasillo estaba en total quietud, ni un solo sonido salía de entre las paredes de su departamento, preguntas que se había visto obligado a no formular se agolparon en su cabeza
¿Que había hecho en estos cinco años?
¿Donde trabajaba?
¿Había terminado su maestría?
¿Estaría con alguien?
¿Se habría enamorado de nuevo?
Apretó los puños y caminó sin detenerse hasta el ascensor, maldito fuera por importarle, maldita fuera ella.
Se subió a su auto, un SEAT color negro, arrancó sin rumbo fijo, tranquilizando los latidos de su corazón con el ronroneo del motor, aun cuando sus nudillos seguían blancos apretando el volante
Pero fue inútil, no se puede escapar de los recuerdos cuando regresan como una dolorosa llaga abierta.
Cada tramo era un retazo de momentos que parecían otra vida.
¿No había una sola calle que no hubiera recorrido con ella?
La realidad es que había existido un momento en su vida que el separarse de Daniela hubiera resultado imposible
Se estacionó frente a la cafetería, la misma que hace ya más de 6 años había sido un punto de inflexión en su vida
¿Que hubiera pasado si jamás hubiera entrado aquel día?
Tal vez nada hubiera cambiado o tal vez todo seria diferente.
NI siquiera se había dado cuenta de la hora, la biblioteca por poco lo dejaba dentro, por si no quería parecer más tonto, ¡encerrado en una biblioteca!
Cada cuatrimestre en la Universidad parecía volverse mas complicado que el anterior, había tenido que llamarle a Carla y disculparse de no poder cenar con ella, la calle estaba demasiado fría y caminar hasta los dormitorios donde se quedaba era algo que parecía demasiado
Entró en la cafetería con los labios tiritando, una de esa cafeterías de tradición con grandes ventanales y una gran maquina de hacer café, una de las meseras lo miró con algo de fastidio mientras limpiaba una mesa ya vacía, al parecer a parte de la pareja que aun estaba en el lugar el seria el ultimo cliente.
Había una lenta música que sonaba en toda la cafetería, el sonido del jazz le daba un aire romántico muy poco propio, caminó mientras su mirada iba hasta otra mesera mucho mas joven que a que lo había recibido tan amablemente
Se acercó, parte por que buscaba una mesa y parte por que sus pies parecieron tener vida propia, ella se movía al ritmo lento de la música, pero al estar a solo una mesa de distancia la pudo oír hablando, murmurando seria más descriptivo.
-Nulidad matrimonial, Articulo 235 del Código Civil, estipula que...-siguió limpiando la mesa mientras se acercaba aun mas
-Si no se gustan para que estar juntos-, interrumpió mientras ella se giraba para mirarlo, al principio esos ojos lo había dejado estático, eran verdes, claros y con tintas doradas, después la forma en que ella se había sobresaltado y recuperado para enarquear una ceja de forma casi coqueta.
-En lenguaje de mortales, técnicamente si-, contestó ella y el se rió.
-No eres mortal-, inquirió el serio
-Los abogados no pueden serlo, casi santos y aun paso del pacto con el diablo-, el que se burlara de su propia era refrescante
-La próxima vez que vea a mis padres tal vez les explique de esa forma por que escogí ser abogado-, comentó Alex mientras ella se reía.
-¿Estas en la facultad?-, preguntó ella enarqueando una ceja
-No, solo me gusta traducir lo que estudiantes de Derecho murmuran en horas de trabajo-, replicó haciendo que los dos rieran
Luego pareció darse cuenta que tal vez solo tal vez el hubiera entrado ahí como cliente.
-¿Un café?-, preguntó ella
-Negro sin azúcar-, completó el, la miró irse y aun seguía con la sonrisa en los labios, de pronto se sintió impropio, como si estuviera haciendo algo mas.
Esperó hojeando sus apuntes que había tomado en la biblioteca y ella le sirvió el café después de solo unos minutos.
-¿Cerraron la biblioteca?-, preguntó ella
-Por poco conmigo adentro-, le contestó.
-Al menos es mejor que parecer una loca que habla sola-, dijo ella y el asintió.
-Mucho mejor, ahora le podré decir a mi novia que aun tengo posibilidad-, salió sin pensarlo, era una costumbre hablar de Carla, ella lo miró y sus ojos verdes brillaron con un sentimiento peculiar, después asintió
-Si, no debe preocuparse-, se alejó aun con esa mirada en sus ojos.
Arrancó el auto conciente de que si no quería huir debía de dejar de auto flagelarse, ya no servia de nada.
Mas rápido de lo que hubiera pensado llego a las oficinas de la Judicatura Central y buscó a su nuevo jefe.
-Alex que haces aquí-, le preguntó Ernest Simons, su tutor, su mas grande mentor y su mejor amigo, a pesar de los casi 20 años que los separaban
-Trabajar-, contestó el, Ernest enarqueó una ceja, alto, delgado y con el cabello anegado de canas, seguía teniendo un aire misterioso, miró su ropa y después lentamente suspiró.
-Tenías una semana-, le dijo y Alex se pasó una mano por el cabello rubio
-Necesito estar aquí-, lo miró conciente de que su amigo tal vez seria la única persona que entendería esas palabras, Ernest suspiró y su mirada se suavizo solo un momento antes de enderezar la silla frente a su amplio y elegante escritorio.
-Mañana vendrás de traje-, sentenció accediendo
Siempre había pensado que las horas estudiando habían valido la pena, lo había comprobado infinidad de veces, su trabajo la había mantenido a flote por mucho tiempo, le había dado la razón para seguir en un mundo que parecía perder sentido, color, cualquier cosa que aderezara su existencia.
Lo seguía siendo aun hora, cuando salió de la oficina ya estaba oscureciendo, manejó despacio y sin prisa hacia un punto al que no deseaba llegar pero que era inevitable, la decisión estaba tomada, y podría con esto.
Cuando aparcó en su lugar correspondiente, caminó mirando los acabados del edificio, sorprendido de cuan alto era le precio del alquiler y de que ella pudiera pagarlo, al entrar la escuchó en las escaleras, el eco del lugar llevaba las notas de su voz como una broma personal.
-Yo también te extrañe hoy, no sabes cuanto necesitaba mucho verte-, dijo ella mientras el sentía como todas sus preguntas eran contestadas, que ilógico pensar que ella estuviera sola.
-Michel, estoy bien-, repitió mientras el subía las escaleras dejando de lado el elevador.
Delirio masoquista
La miró y a pesar de haberla imaginado con el celular en mano en una pose digna de cualquier revista y el traje sastre dibujado en la piel, estaba ahí, con unos jeans y una sudadera, el pelo recogido en un moño, maniobrando con el teléfono y una bola de pelos blanca que reconoció a instante.
Ella dejó en el suelo al perro aun si mirarlo y buscó sus llaves en el pantalón, Chester lo miró desde la distancia, y sin mas corrió hacia el ladrando para llamar su atención.
Daniela levantó la vista y lo miró.
-Te llamó en un momento-, se despidió de su...llamante y llamó al perro.
-Chester-, murmuró, el animal corrió hacia ella y lo cargó en vilo.
Se giró para de nuevo querer escapar detrás de la puerta.
No, esta vez no, se merecía algo, cualquier palabra que le recordara lo que pensaba de ella
-Hasta para ti es inhumano que el viva aquí-, le dijo mientras ella no lo miraba.
-Chester es mío-, contestó metiendo por fin la llave.
-Ya lo se, a el también lo marcaste, lo elegiste e hiciste todo para conseguirlo, siempre obtienes lo que quieres, ¿Verdad Daniela?-, le espectó en tono agrio mientras ella detenía el giro de la perilla
-No siempre-, contestó sin mirarlo.
-No siempre-, repitió el y ella lo miró.
-Es mío-, volvió a decir antes de desaparecer por la puerta.
Que mas daba, el no quería al perro, no quería nada de ella.
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