Errores Cap III

Dejó a Chester en el suelo y se dirigió a la cocina, el cuerpo le temblaba, aun podía escuchar el destile de rabia y desprecio en su voz, y le dolía, malditamente, le dolía.
Sacó el alimento de su bola de pelos y le colocó su tazón en su lugar preferido, el teléfono sonó sobresaltándola, tragó varias veces mirando el nombre de su novio en la pequeña pantalla.
Cerró los ojos y contestó sentándose en el sofá abrazando sus rodillas.
-¿Daniela?-, preguntó el con voz cautelosa.
-Lo siento, Chester molesto a…alguien-, trató de explicarse.
-Ches no puede molestar a nadie amor-, contestó Michel sonriendo, ella cerró los ojos tratando de calmarse con el sonido de su voz.
-¿Qué dices sobre la película?-, le preguntó mientras ella de pronto se sentía demasiado cobarde para mirarlo de frente, como si su piel fuera trasparente y pudiera ver al monstruo que merecía el odio reflejado en esos ojos azules.
-No lo se, mañana tengo cita con un cliente nuevo-, le contestó deseando que el se comportara comprensivo, era egoísta desear que el diera todo de si.
-Te llamare entonces y mañana decidiremos, ¿Esta bien?-, le propuso y Daniela sonrió tenuemente.
-Te amo-, siguió el y ella cerró los ojos.
-Yo también-, contestó antes de cortar.
Fue hasta su habitación y comenzó a quitarse la ropa para quedar solo con su conjunto blanco, se metió en las sabanas y se tapo completamente deseando dormir, deseando, olvidar, deseando que no le importara, el tendría su vida, ella intentaba tener la suya, había aprendido, si Alex entendiera cuanto se arrepentía de sus errores, cuanto había comprendido lo mal que había actuado.
Pero las cosas no podían cambiarse y eso lo sabia mejor que nadie, le había costado dos meses de desprecios e insultos, por parte de el.
“…a el también lo marcaste, lo elegiste e hiciste todo para conseguirlo
Acarició la cabeza de Chester y cerró los ojos, pero no logró dormir, su mente vagó por ríos dolorosos, plenamente conciente, malditamente despierta.
 
Al llegar al dormitorio su compañera aun no había llegado aun, típicamente para ser sábado por la noche, Daniela había cumplido un turno doble en la cafetería, y aun no terminaba un trabajo, su vida social había sido reasignada, al baúl de los objetos olvidados.
No le importaba, no podía distraerse, no le interesaban los estupidos hombre interesados en tres golpes para terminar, ni un amor idílico, seria perder tiempo.
Llegaría lejos, muy, muy lejos, conseguirá sus objetivos, seria dueña de su propio despacho, tendría su propio hogar, esos eran sus sueños y para ellos no necesitaba un hombre.
Su celular sonó y rodeó los ojos contestando la llamada.
-Hola Matt-, dijo sin el esperado entusiasmo.
-¿Deprimida bonita, quieres que vaya a “alegrarte”?-, le preguntó el y ella sonrió, cínico, ella sabia que no era por ella, jamás era por ella con Matt.
-Ni en tus mejores sueños, en ellos hay alguien mas-, le dijo con voz sensual a propósito y el se rió.
-No importa es estimulante platicar contigo-, siguió mientras ella reía, un punto a favor, había logrado desestresarla un poco.
-Decía en serio lo de ir a tu departamento-, le dijo el y ella negó.
-Decía en serio lo de “ni en sueños”-, le dijo mientras la música digna de algún bar sonaba a través del auricular.
-¿Dónde estas?-, le preguntó, podía darse cinco minutos para disfrutar de un tema banal.
-En un bar, hoy me siento generoso-, lo que en el lenguaje de el significaría lujurioso por decir lo menos.
-¿Haz encontrado algo?-, preguntó ella siguiéndole el juego.
-No, últimamente no-, dijo esta vez con el tono de seriedad que ella conocía bien.
-¿Por qué no la olvidas?-, le preguntó Daniela mientras el reía.
-¿Por qué no me cuentas sobre tu cliente frecuente?-, le preguntó alejando la atención hacia ella.
-Martha-, murmuró Daniela entre dientes y el sonrió.
-Lo siento todo llega hasta la cocina-, bromeó el, las otras meseras empezaban a notar la insistencia de consumo de el, pero Daniela hacia oídos sordos, para ella era los mejores minutos del día, aunque nunca lo admitiría.
Si el rumor había llegado hasta el cocinero de la cafetería, pronto el dueño lo sabría.
¿Podía tener amistad con un cliente, solo eso, sin otro motivo?
Además, el tenia novia, el hablaba de ella, la amaba.
El repentino ataque de furia y tristeza la golpeó de nuevo.
-¿Moriste?-, preguntó el al otro lado de la línea y ella sonrió.
-Vuelve a tus actividades altruistas-, le dijo irónica
-Gracias bonita-, despidió cortando la llamada.
Unos toques en la puerta le hicieron fruncir el ceño, se levantó de la cama y caminó hasta quedar a centímetros.
-¿Si?-, susurró ella contrariada.
-Daniela, ¿No adivinas que pasó?-, gritó su compañera con la voz algo descompuesta.
Quitó el seguro y abrió, Carla estaba sostenida contra el marco y el la sujetaba de la cintura.
Sus ojos se encontraron, la respiración se le heló y la sangre pareció caerle  a los pies.
No, no, no, gritó su mente, ella no, Carla Vogue, si, como la revista, era una niña rica, y gentil, y amable e inteligente, lo tenía todo, no a el.
-Creo...que bebió demasiado-, le murmuró el sin mirarla, Carla se rió y se abrazó a su cuerpo.
-Me dijiste que debía parar, lo siento-, le dijo antes de buscar sus labios, el respondió casi fugazmente que pareció que nunca lo hizo y sus ojos inevitablemente fueron a Daniela, ella tragó y lo dejo pasar.
Carla se separó y algo en su cabeza debió encajar de pronto.
-Ustedes aun no se conocen ¿verdad?-, dijo ella en voz alta.
-Dani, el es Alex, el amor de mi vida-, lo dijo, el suspiro incluido, Daniela trató de recordar que debía hacer, solo atino a asentir, de pronto supo que nada de lo que anhelaba parecía ya importante, el era inalcanzable y aun así todo lo que añoraba era que ella fuera la que estuviera aferrandose a el.
 
-Nunca debí desear que fuera mío-, le susurró a Chester mientras el perro suspiraba completamente dormido.
Mucho mas temprano de lo normal gracias a las pocas horas de sueño, salió concentrándose por completo en no girar su rostro hacia su puerta, en olvidarse de que el estaba ahí, a unos metros.
Dejó a Ches con Esther, la casera y salió con paso lento y velocidad minima hacia el desayuno pactado.
El restaurante elegante que había escogido para el desayuno era una consideración para su madre, para Daniela hubiera sido mas sencillo una cafetería cercana, pero su mamá era una mujer que indiscutiblemente habría preferido una vida entre satines y grandes banquetes, la realidad para las dos fue muy diferente, su madre trabajo desde que ella era niña y Daniela tuvo que hacerlo después.
Ahora podía darle ese gusto, aunque ella jamás sabría cual era el motivo.
Entró mirándola sentada en una mesa para dos personas, su cabello caoba estaba peinando elegantemente, siempre había tenido esa clase innata, sus ojos verdes al igual que los de ella la miraron y sonrieron un poco.
-Dana-, saludó levantándose y dándole un beso en la mejilla, Daniela hizo una mueca, y la miró, su madre le devolvió la mirada nocente.
Solo ella y Alex la llamaban así.
-Sabes que no me gusta Marissa-, le dijo y su madre sonrió
-Y tú sabes que no me gusta que me llames por mi nombre-, dijo mirando el menú.
-¿Cómo estas mamá?-, preguntó Daniela y su madre sonrió.
-El taller de cerámica va muy bien, este mes se han inscrito tres personas mas-, le dijo orgullosa, Daniela sonrió al mirar a la mujer que mas amaba en el mundo por fin haciendo lo que le gustaba, sin preocuparse por el dinero o un trabajo de mas de 8 horas.
Pidieron fruta y pan francés, una taza de café y jugo de naranja, la mirada reprobatoria de Marissa por el café negro de su hija la hizo sonreír.
-Ayer no pude dormir bien-, le comentó cerrando los ojos un momento controlando la tristeza y la rabia por ello.
-¿El trabajo?-, preguntó y Daniela asintió sin mucha atención, su madre suspiró probando un trozo de melón que le había servido hace un momento.
-Creí que te habías enterado-, comenzó Marissa sin mirar a su hija, de tener el poder de hacerlo borraría la tristeza de sus ojos y le daría lo que mas deseaba, para ello tendría que lidiar con las dos personas mas testarudas y orgullosas que había conocido en su vida.
Para ser felices había que aprender a perdonar, ni Daniela, ni Alexander lo habían intentado.
-Alex obtuvo el puesto de fiscal, regresó-, murmuró mientras su hija tomaba un poco de café
-¿Por qué no me sorprende que lo sepas?-, preguntó pasando por alto decirle que ya lo sabia, mucho mejor que nadie.
-Sabes que Alba y yo nos seguimos hablando-, le dijo su madre mientras Daniela sonreía, la madre de Alex y Marissa seguían frecuentándose como buenas amigas aunque sus hijos no soportaran estar en al misma habitación.
-Me alegro por el, era su sueño-, le dijo Daniela sin mirarla
Un silencio reino por unos momentos mientras se oían los murmullos de las tenues conversaciones de otras mesas y el tintineo de cubiertos.
-Hija…podrías hablar con el-, suspiró su madre al fin
-No tenemos nada de que hablar-, replicó Daniela
-Quiero que sean feliz, quiero que vuelvas a ser tu-, le contestó Marissa terminando su jugo
-Trato de serlo, Michel me hace feliz-, le respondió Daniela y su madre reprimió la mueca.
-Michel no es para ti, estas engañándote, el solo conoce una parte de ti, como puedes amar a alguien si te escondes, si no te das por completo-, inquirió su madre.
-Lo amo-, insistió Daniela, harta de las derivaciones de la conversación.
-Es un hombre al que se puede amar, pero no te hará feliz hija, no puedes engañarte-, murmuró su madre y Daniela cerró los ojos.
-No necesito esto ahora, por favor-, pidió y Marissa tomo su mano levemente antes de contarle sobre los nuevos integrantes del curso de cerámica.
Daniela odiaba que su trabajo la ayudara a olvidarse de sus problemas, de sus sentimientos y de sus temores, lo odiaba cuando ese trabajo involucraba a gente sufriendo, su nuevo cliente era una mujer luchando por la patria potestad en un divorcio.
Cerca de las seis la cabeza le dolía, solo ansiaba regresar a su casa y mirar la televisión con Chester a su lado, pero el regresar a su casa ahora le provocaba una tensión en sus músculos una insoportable sensación de vacío y nerviosismo.
Sintió su móvil vibrar en su bolsa y lo sacó recordando su compromiso pendiente.
-Hola-, saludó sonriendo por oír al menos su voz, Michel siempre lograba tranquilizarla, hacerla sentir segura, feliz.
-Hola amor-, contestó el mientras subía a su auto
-¿Pensaste algo sobre la película?-, preguntó mientras ella cerraba los ojos, se tocó las sienes y negó con al cabeza, no quería gente, no quería mas que olvidarse de todo por un momento, quería sentir el abrazo de el, de nuevo egoístamente lo necesitaba, solo a su lado.
-¿Podríamos ver alguna juntos…por televisión?-, propuso ella mientras encendía el motor.
-Lo que tu desees-, contestó el y ella sonrió
-Cuidad con lo que dices, podría tomarlo en serio-, le bromeó
-¿Tu casa o la mía?-, preguntó el
-La tuya-, solo de eso estaba segura.
Al llegar, el la esperaba, había preparado un refrigerio y escogido una película de comedia, se sentaron en el sofá, mientras Daniela disfrutaba del calor característico de su cuerpo, lo miró por entre las pestañas tranquilizándose con el oscuro de sus ojos, el la abrazó y miraron la televisión.
Daniela cerró los ojos, no había deseado a Michel no lo había mirado y querido ser la mujer a la que amara y quizás eso estaba bien, de otra forma tus deseos se volvían contra ti.

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