Cap I
Errores Cap I
Daniela miró el rojo en el semáforo y pisó suavemente el freno para detener su auto, se recostó contra el respaldo del asiento y llevó una mano a su nuca dándose un suave masaje, ojala eso destensara los músculos que parecían estar hechos nudos en su espalda
Después de un fin de semana relajado, tranquilo, lleno de paz y ternura que aun le sorprendía, el regreso al trabajo era como despertar en una habitación fría.
Michel lo había notado, le había preguntado mas veces de lo que a ella le gustaría cuan bien se sentía, si estaba enferma, si necesitaba algo.
Solo había podido sonreír y asegurarle que estaba bien, solo un poco triste por que su pequeña escapada de fin de semana hubiera terminado.
El la había mirado con esos hermosos ojos negros tan atentamente que tuvo que desviar la mirada, era como si buscara una verdad oculta, una mentira, su mayor secreto.
Para Michel ella quería serlo todo, la mujer que el merecía, de la que el se enamoró, pero había ciertas ocasiones como en ese momento que temía que el descubriera la persona que había sido antes, la que lastimaba a personas, la que había destruido su propia vida.
Avanzó lentamente por las tranquilas calles de la cuidad que tanto adoraba, en la que había vivido toda su vida, en la que había pensado que envejecería feliz, en la que se había derrumbado y levantado mas a fuerza de voluntad que por otra cosa, en la que había conocido a Michel y reencontrado un pedazo de ella misma que creía perdido para siempre.
El día que lo conoció había sido de esos días malos, la discusión con el abogado de la otra parte demandante la había puesto tensa y muy al fondo le había recodado cosas que quería jamás volver a pensar.
Había decido comer en el centro comercial cercano a su despacho, pero había estado tan abarrotado que había tenido que compartir mesa con un hombre sonriente de mirada impactante, negra como la noche al igual que su cabello y su piel tostada contra ese traje gris.
-Al menos queda espacio para otro mas-, sonrió con disculpa mientras ella le devolvía el gesto, ya casi nunca sonreía pero con el fue natural, fue como si le trasmitiera un cariño innato.
Además su forma de cuestionar si estaba acompañada o no era bastante novedosa
-Creo que solo seremos dos-, había murmurado mientras el sonreía aun mas y bajaba un poco la mirada.
Tan contradictorio, Michel era un hombre apuesto, pero no se apreciaba de serlo, con tres años menos que Daniela apenas se estaba estableciendo como un arquitecto importante de la ciudad con diseños novedosos y propuestas arriesgadas.
Que siempre de forma indiscutible primero le presentaba a ella como medio de aprobación.
Daniela le había explicado una y otra vez que debía confiar en su talento además de que no se consideraba una experta en arquitectura ni mucho menos
Se detuvo en el estacionamiento del supermercado para comprar algunas cosas que le hacían falta en el departamento.
Había dejado el refrigerador prácticamente vacío antes de salir a su pequeño viaje el viernes por la mañana
Avanzó con paso decidido por los pasillos de tonalidades blancas, era de verdad irónico que los supermercados y los hospitales tuvieran tonos tan parecidos.
Daniela se mordió el labio y dejó al lado sus pensamientos, hace mucho que no era irónica o sarcástica, había aprendido que no llevaba a nada bueno, ahora prefería vivir su vida simplemente tomando las olas como vinieran sin dobles caras, ni mentiras, ni planes que parecían perfectos pero que nunca lo eran.
Dio un giró al carrito y avanzó mirando con detenimientos las verduras, infinidad de colores y texturas, le gustaba la cocina, no sabia bien por que, ahí tenia el control, ahí si podía volver a ser arriesgada, atrevida, y lo mas malo que podría pasar seria quemar el guiso o echar a perder horas de preparación, una nimiedad en comparación a una infelicidad absoluta.
Sostuvo con mas fuerza el jitomate que tenia entre las manos y lo soltó dejándolo en su lugar, parecía que hoy estaba destinada a ser melancólica y no dejar de pensar, negó con la cabeza, mechones negros le cayeron por el rostro se los echó para atrás tratando de recomponer su moño y levantó la vista para mirar a un hombre que la observaba desde dos estantes mas de distancia
El le sonrió y miró las frutas que tenía frente a si, luego a ella de nuevo en un gesto sugerente, los plátanos machos estaban en oferta, en otro tiempo, que casi parecía otra vida, Daniela hubiera echo un comentario incitador y luego lo hubiera dejado en ridículo por su galantería absurda, pero ahora se limitó a desviar la mirada y avanzar sin observarlo mas.
Compró la comida preferida de Chester y fue hasta las cajas.
Al salir la brisa de la noche que empezaba a asentarse la hizo tiritar, un escalofrío que la dejó nerviosa, solo quería que acabara el día, estar en su cama con su bola de pelos a lado.
Subió al auto y se miró fugazmente por el retrovisor, sus ojos verdes estaban inquietos, y no entendía por que, o tal vez si.
No estaba lista para dar el paso, ¿Pero como se lo explicaba a Michel?
Ella jamás se hubiera imaginado que el propuso el viaje no para que ambos pudieran descansar, relajarse, divertirse y pasar tiempo juntos, sino para pedirle matrimonio.
Lo había hecho el domingo a la luz de las velas en una atmosfera romántica, digna del sueño de cualquier mujer.
Le había dicho que la amaba, la admiraba, que quería todo de ella, su dulzura, su amor, su apoyo, quería envejecer a su lado.
Se le formó un nudo en la garganta
El solo se limitó a agachar la cabeza cuando Daniela le había dicho que lo tenía que pensar, que no era necesario que cambiara nada entre ellos.
Por un momento ella tuvo miedo de que el se alejara, de que se enojara, de que se rindiera, Michel podría tener a la mujer que deseara, era un hombre en un millón, con algo mas de confianza seria arrebatador
Pero ese mismo día la había invitado comer como si todo hubiera sido un mal sueño y no había vuelto a sacar el tema.
Ella quería decirle que si, que quería envejecer con el, sentirse una mujer que el mereciera, sentirse que no había nada mas que el en el mundo, pero las palabras se le quedaban trabadas en la lengua
Al llegara a su lugar de aparcamiento, decidió dejar de pensar en todo, no solucionaría nada, no haría nada, y había aprendido que por tomar un receso no pasaba nada, las cosas buenas y las cosas malas seguirán ahí al día siguiente
Subió hacia el primer piso del edifico con pasos lentos, sosteniendo las bolsas de las compras con una mano
Podría tomar el elevador, parte de la “gran cantidad” de renta que pagaba era por lujos como ese, pero le gustaba subir las escaleras a pesar de vivir en el tercer piso
Al llegar al segundo, Lilia salía de su departamento con unos jeans bajos, una camiseta blanca y el cabello rubio sostenido con dos pinzas, daba la ilusión de parecer desenfadada y fresca pero su arreglo para una mujer seria la prueba de que todo era premeditado.
-Hola Daniela-, le saludó sonriente, en una de las manos llevaba un pedazo de tarta de fresa
-Lilia-, saludó con una media sonrisa, cuando empezó a caminar junto a ella frunció el ceño pero no dijo mas.
En realidad solo había hablado pocas veces con su vecina y a parte de saber que jamás llegaba los viernes con el mismo hombre no podía asegurar nada más.
Pero ella seguía subiendo las escaleras, al final Daniela se rindió.
-¿Dónde vas?-, preguntó con el ceño algo fruncido
Al mirarla y mirarse se dio cuenta de cada una de las diferencias desde el cabello hasta la ropa, Daniela llevaba un traje sastre que se untaba a su cuerpo pero que la hacia demasiado formal en comparación de su sexy vecina vestida como una alocada universitaria
-Voy a llevarle tarta al nuevo vecino-, la forma en que lo dijo le explicó todo lo que necesitaba saber.
Un nuevo inquilino
…en su piso
Ni siquiera se había acordado, las Sra. Platt, la dueña del edificio les había hecho llegar un aviso sobre la mudanza del nuevo vecino.
Se suponía que se cambiaria el fin de semana por lo cual Daniela aun no lo conocía
-¿La preparaste tu?-, preguntó queriendo saber la verdad pero sonó a broma
Lilia hizo una mueca después se acercó con gesto cómplice
-No, pero el no lo sabe, además pobre con todo lo de la mudanza tendrá hambre-, aseguró mientras llegaban por fin al tercer piso.
La puerta del departamento al lado del de Daniela estaba abierta y se podía escuchar música que no supo identificar, tal vez saxo o piano
Lilia se acomodó la blusa y se mordió los labios, el nuevo vecino debía ser un ser perfecto para tomarse tantas molestias.
Como si su vecina hubiera leído sus pensamientos sonrió y le murmuró.
-Solo espera que lo veas, es increíble-, le dijo, Daniela sonrió negando con la cabeza y se detuvo en su puerta mientras Lilia seguía avanzando.
Oyó como tocaba contra la puerta abierta mientras ella buscaba sus llaves, las metió en el cerrojo y batalló un poco en abrir
-Buenas noches Alex-, oyó a su vecina hablar con voz melosa y se tensó por completo
Era absurda e ilógica tal reacción con la sola mención de aquel nombre, pero cuando había cerrado los ojos y trataba de tranquilizarse todos sus temores se volcaron contra ella.
-¿Alex?-, volvió preguntar Lilia
-Buenas…no...noches-, contestó el con voz distante
Daniela quería moverse, deseaba hacerlo pero estaba calvada en aquel lugar, sintió la misma opresión en el pecho, la misma, a pesar de los años.
-Es cierto, no concias a Daniela ¿verdad?-, murmuró Lilia con un destile de envidia y desden en su voz.
Daniela la odio en ese momento y no porque estuviera casi a punto de saltarle encima como defendiendo algo suyo, sino por que no era necesario que lo presentara, de ser posible ni siquiera quería ver sus ojos azules frente a frente.
-Alex ella es Daniela Jons-, presentó Lilia a regañadientes, podía meterse dentro de su departamento y cerrar la puerta a la verdad, pero ya no era la misma que hace 5 años, de pronto todo el miedo que tensaba hasta los huesos se convirtió en una ira latente, una ira controlada pero a punto de salirse de control
Se giró tenuemente y levantó el rostro, el estaba ahí frente a ella, y sus ojos verdes encontraron aquellos aguamarina.
Los años solo habían acentuado un poco sus rasgos pero era idéntico a la última vez que lo miró.
El permaneció serio pero no desvío la mirada, aun podía ver el desprecio hacia ella y lo maldijo por eso, pero también a si misma, porque precisamente ese desprecio aun le dolía
Al final el extendió su mano sin dejar de mirarla
-Mucho gusta Daniela-, murmuró mientras ella la estrechaba.
-Un placer Alex-, contesto ella con el tono de voz contrariando sus palabras
El roce de manos duró menos de un segundo, como si la piel del otro fuera demasiado desagradable
Lilia se movió un poco mas cerca de él, Alex giró su rostro y un mechón de pelo leonido le callo en la frente.
Daniela dio un paso hacia su departamento abriendo la puerta.
-Buenas noches -, grito Lilia mientras ella solo asentía cerrando la puerta tras de si, soltando el aire y cerrando los ojos con su espalda recargada contra la fría estructura que la protegía del mundo exterior.
No, el no podía estar allí, no podía, era solo un mal sueño, un cruel recuerdo.
Chester vino a su lado y ella se agachó para recoger al bichon maltes mientras este se acomodaba en su abrazo, abrazar a su bola de pelos siempre la había tranquilizado, pero no ahora, siempre había pensado en Chester como suyo, ahora solo podía recordar que también era de él.
-¿Te gusta alguno?-, preguntó el abrazándola por detrás mirando ambos el aparador de la tienda de mascotas
-Nunca he tenido una mascota, no se si sea buena en eso-, dijo ella disfrutando del calor de su cuerpo
-Entonces esta decidido, tendremos una mascota-, le murmuró el al oido besándolo con suavidad.
-¿A si?-, preguntó ella
-Si Dana, ¿Cuál te gusta?-, le preguntó mientras ella observaba uno a uno los animales, una bola de nieve blanca de tamaño minúsculo estaba mirándolos fijamente.
-Es tan…-, comenzó ella mientras el reía
-¿Tierno?-, preguntó el riendo antes su mueca.
-Yo no soy tierna-, replicó ella
-Claro que si y esa parte es exclusiva para mi, así que el será un recordatorio para el resto de nuestras vidas-, concluyó el
-¿Quieres mi ternura?-, preguntó ella girándose y pasando sus brazos por su cuello
-Y tu amor-, respondió el en tono bajo
-Son tuyos Alex, solo tuyos-, respondió ella antes de besarlo
Daniela apretó los ojos y deseo que se comiera hasta el último trozo de aquella tarta.
Su ex marido era alérgico a la fresas
Seria fácil y ella podría seguir viviendo como hasta ahora
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3 Comentarios
=).. huy cada vez que el pasado regresa es para desordenar lo que medianamente tenias establecido.... pero esa es la idea de que el pasado vuelva a hacernos ver que no todo esta tan bien como creiamos
ResponderEliminarQue? cuando? donde? como? .... o.O necesito ir por mas! (me tienen entre sus dedos meñiques, me encantan las historias de este blog) xD
ResponderEliminarEx-Maridoo?? Mierda santa... Wahh esto se ve mas bueno que nada.. jojo Me pondree a Leer.. Que onda ocn la shistorias de aqui jajaja son lo mejor.. como las amo Chicas!!
ResponderEliminarDeja que fluya...