Orbester, 2011 

Fría, agria y condenadamente suave, la lluvia continuaba lamiendo mis heridas. En lo que a mí respectaba, era un toque doloroso, podía sentir las lágrimas de Dios reabriendo en lugar de curar, infectando cuando debería sanar. Oh, y que manera de infectar, esto era un trabajo bien hecho, para mi desgracia, el cielo no daba señales de que fuera a detenerse.
La carne de mi boca se rompió en un soplo, no fue algo dulce, pero mis dientes forzando la piel eran la única manera de evitar que se me escapara un gemido. Tenía mi pecho ardiendo y las yagas en carne viva, la sensación era muy similar al ácido, sólo que yo era inmune al HNO3, la lluvia en cambio… Bien, este no era un asunto bonito.
Lo que quedaba de mi ropa se había adherido a mi carne y el clima sólo hacía la situación peor. En honor a la verdad, no que la use con frecuencia, las caricias no eran lo mío, tampoco la simpatía, pellizcos, ni nada que fuera remotamente afectuoso. De hecho, llevaba mejor relación con látigos y  cadenas, tener garras gruesas tampoco estaba mal.
Fruncí los labios y arrugué la nariz, el olor a tierra fértil estaba destrozando mis fosas nasales, probablemente también lo hacía el barro y las raíces que estaban obstruyendo lo que quedaba de mis vías respiratorias.
Pestañeé lentamente, intentando disipar el sopor que amenazaba con arrastrarme hacia terrenos peligrosos. La primera etapa del sueño era algo casi tan jodido como ser deshollejado vivo, al menos esto último duraba un par de horas, caer dormida era un espiral de nunca acabar, sin mencionar las pesadillas…
Suspiré.
Si tan solo dejara caer mis parpados de una maldita vez, un descansito, sólo eso, no podía ser tan malo. Huesos soldándose, piel regenerando tejidos… Definitivamente esa idea me agradaba.
Sonreí mientras la odiosa lluvia continuaba nublando mi juicio, pero descarté la tentación. No dormiría, era peligroso, fin del asunto.
Bajo mi barbilla, el fango había adquirido una temperatura tibia, su textura se había vuelto inconsistente gracias al agua, así que no ayudaba mucho a deducir la duración de mi estadía. Me pregunté cuánto tiempo llevaba aquí. ¿Días, semanas? Con mi suerte no me sorprendería que se tratase de un par de años, no que eso hiciera una puñetera diferencia.
Intenté ver más allá de mi nariz, pero algo rosa obstaculizaba mi visión. Si hubiera tenido la fuerza para arrojarlo lejos, puedes apostar que lo hubiera hecho, en cambio estaba débil, tanto como una de esas escorias que plagaba la tierra. En serio, era frustrante, tintes morados contorneaban su cumbre mientras algo oscuro que supuse era fango, parecía mezclarse con la sangre que desprendía. Maldición, estaba realmente mal si esa cosa era lo que pensaba.
Efectivamente, se trataba de mi mano, ignoré el dolor y la acerqué a mi rostro para verla mejor. Horrible se quedaba corto.
Mientras continuaba observando mi extremidad estropeada, intenté ignorar el horrible sabor de mi paladar. Metálico y amargo, supuse que era mi bilis mezclada con sangre y sí, también había algo de tierra por ahí.
Mis uñas se habían desprendido y los dedos estaban teñidos de escarlata, ahora que lo notaba, yo incluso parecía haber perdido la epidermis completa.
Diablos.
—¿Eb? —le llamé, no muy segura de si podía oírme, mi voz estaba quebrada al igual que el resto de mi cuerpo. Ahora que lo pensaba, moverme no parecía ser un buen plan. Me sentía débil, eso no era normal, no que yo lo fuera, pero la falta de uñas tenía que significar algo. Además, todo indicaba que estaba sola. Mi intento de grito no había arrojado resultados positivos, si omitíamos el coro de los grillos y ese aleteo rabioso que parecía ser de una lechuza.
Escupí una cosa dura y por lo poco que alcancé a ver de ella, deduje que se trataba de un diente, la otra opción era una piedra y sinceramente, no se me da bien eso de meterme objetos extraños a la boca.
Al final no importó si era o no una buena idea; intenté girar mi cabeza hacia un lado, y cuando digo intentar, me refiero a poner toda mi fuerza, tanto física como mental en ello. Salvo que me encontraba donde mismo, sin avanzar un maldito centímetro. A estas alturas, no me sorprendería encontrarme con la noticia de que había sido decapitada, eso explicaría algo, supongo.
A veces pasaba, no a menudo, pero cuando los nuestros se enfrascaban en discusiones digamos… violentas, uno o más solía terminar con una o dos extremidades menos. Yo por ejemplo, había perdido la cabeza en dos ocasiones. Ninguna que valiera la pena recordar. Ahora en cambio, daría todo por saber qué sucedió, qué diablos hice.
Siempre he comprendido que el dolor es el mejor modo de imponer un orden, de hecho, soy bastante fan de ese estilo de vida y nunca he tenido problemas en ofrecerme de  voluntaria cuando llegaba la hora de aceptar ya sea un castigo o una recompensa, aunque no existiera mucha diferencia entre el primero y la segunda.
Así mismo, no hacía preguntas ni esperaba explicaciones cuando llegaba la hora de acatar una orden, ahora en cambio estaba llena de dudas. Entendía los hechos, las evidencias estaban escritas por todo mi cuerpo: la sangre, el olor…
Estaba todo tan malditamente claro.
¡Si tan sólo pudiera recordar el porqué!
Si no fuera por el dolor punzante en mis extremidades, sin duda estaría inconsciente, el dolor, me recordé, era algo bueno.
Bajo la carne expuesta, bandas de metal surcaban mis muñecas, llevaba siglos sin usar cilicios, no era la forma en que quería empezar el día. Ángeles, reconocí ese molesto olor azucarado en cuanto olisqueé uno de mis dedos desfigurados.
Imposible…
El familiar sonido de un trueno me obligó a despabilarme, al final resultó que no estaba decapitada después de todo, sólo era mi cuerpo un poco aletargado después de tanto tiempo sin uso, sin mencionar que mis manos eran un caso perdido, lo que explicaba la falta de tacto.
Uno a uno los chapoteos del agua fueron aumentando sus estallidos en las hojas, definitivamente fueron ganando fuerza, ahora no parecía tan suave, de hecho era bastante molesto recibir chorros en la cara.
Malditos bastardos alados.
La idea de llevarme una mano al rostro para sacar los excesos de agua no estaba mal. Era una lástima que yo no fuera estúpida; podía tener las manos destrozadas, haber perdido las uñas y sí, ahora que lo pensaba, existía cierta probabilidad de que una de mis piernas no funcionara, más que nada por el ángulo anómalo en que se encontraba doblada. No parecía natural que estuviera casi a la altura de mi hombro… Entendiendo que yo estaba tendida de boca abajo. Sin embargo, como dije antes, no era estúpida y nunca, repito, nunca me llevaría a la cara mis manos embarradas.
Hay temas de orgullo en los que no transo.
—Eb —, intenté otra vez, ya más resignada a la idea de que él se había ido sin mí. No me sorprendería, basta con ver las condiciones en las que me encuentro. Además, prefería esa opción a la otra. Joder, la prefería mil veces. La segunda alternativa era que los ángeles lo hubieran atrapado, eso no era bonito para nada. Es decir, nos enfrentamos constantemente, tú sabes… Los opuestos no siempre se atraen, salvo que nosotros no sólo nos repelemos, sino que estamos en guerra. No que eso fuera una novedad, pero es parte de esta no vida, le da sabor supongo.
Si Eb fue atrapado por ellos —lo cual dudo—, significaría que lo llevaron a prisiones eternas. Y eso estaba más allá de lo espeluznante.
Intenté reprimir el escalofrío, pero no alcancé a hacerlo a tiempo y mi espalda apaleada sufrió las consecuencias.
Diablos, necesitaba reponer mis fuerzas con rapidez.
Personalmente no conozco el infierno, aunque mi naturaleza demoniaca está directamente relacionada con él, sin embargo, no es algo que anhele. Lo verdad es que nadie lo hace, ni el propio Lucifer. Supongo que con el tiempo se terminó acostumbrando.
Al caer fuimos todos arrojados a la tierra, donde luchamos a diario por sobrevivir, lo que es difícil cuando tu alimento es custodiado por esos tipos brillantes, generalmente usamos lentes de sol, no es broma. La lucha con los ángeles es indirecta y desigual… Indirecta porque corremos una vez que actuamos, es difícil que haya enfrentamientos pecho a pecho, y desigual porque su fuerza es el equivalente de uno a cincuenta.
Suerte que nunca me he encontrado con uno, al menos no desde que abandoné el cielo. No han sido buenos tiempos, pero tuve peores.
Esa es la parte aburrida de ser un demonio, te lo pasas quejándote, hay cosas peores sin embargo, como no poder elegir, por dar un ejemplo. De ahí tanto ángel trastornado dando vuelta por acá.
En vista de que Eb no planeaba volver, me decidí a regresar a casa por mí misma, con mis fuerzas. Sonaba mejor de lo que era.
Lo primero que hice fue mover un codo, dolió como la mierda, pero si quería llegar a casa, más me valía tragarme el dolor, moví el otro. ¡Querido Lucifer!
Mis palmas se arrastraron en dirección hacia el sur, obligándome a alzar la zona superior de mi cuerpo. Lo que me hizo pensar en esas películas viejas de Vietnam que tanto conmueve a los humanos, toda embarrada, arrastrándome al estilo comando, me hubiera reído de no ser porque comencé a escupir sangre.
Cuando por fin quedé de rodillas y con el torso erguido, noté que algo plateado colgaba de mi pelo. Mis aros, pensé, intentando desenredar los nudos lodosos en que se habían convertido la mayoría de los rizos. No fue una tarea fácil, entendiendo que más que manos parecían tentáculos de pulpos.
—Mis pobres dedos —exhalé mientras temblaba, recordando a cierta niña que conocí años atrás. La mocosa odiaba las salchichas con puré, aún cuando su madre se daba el trabajo de cortárselas en cuatro simulando una flor, pulpo, estrella. Nunca supe realmente que se suponía que era, al igual que mis dedos ahora. De todos modos la niña murió, no tuve nada que ver en ello.
La insignificante criatura se había ahogado en la piscina mientras el padre y la niñera fornicaban en el baño, eso sí había sido mi culpa, pero los efectos secundarios fueron todos cortesía del humano.
Es bueno ser inmortal si tienes las suficientes agallas para actuar como uno, quiero decir, muchos de nosotros no lo soporta y terminan desertando, algo absurdo para quienes ya de por sí son desertores. Hay cierta zona que incluso el peor de los demonios guarda bajo siete llaves. Se crea o no, al igual que los humanos, los demonios desarrollamos un alma, maldita, pero alma al fin y al cabo; no es algo que usemos mucho, por motivos obvios.
¿Te imaginas un demonio con remordimiento?
¡Lucero nos libre!
Pasado pisado.
Todo comenzó cuando nuestra divinidad, Lucifer, cedió al orgullo. Antes de él nadie había desarrollado facultades tan… Iba a decir humanas, pero ahora que lo recuerdo, en ese entonces El Creador, ni pensaba crear a esos blandengues.
Que irónico, cuando él cayó, se nos dijo que había sido hallada maldad en él, por supuesto, nosotros creímos. Salvo que todo aquello que no fuera lo que Dios quería, era sinónimo de maldad. Dudas, burla, impaciencia… Y otras más.
Me faltarán vidas para olvidar la mirada de horror que me dieron mis hermanos cuando hice la pregunta.
Aberración, así es como ellos me veían. Desde la caída de Lucero, nadie osaba mencionar algo ajeno a Dios y su santidad, su misericordia para con nuestros hermanos caídos, sí, sí, muy  bonito. Lástima que yo fuera egoísta y quisiera saber más.
Bueno, ya ven como terminé.
En la actualidad soy lo que se llamaría «Un cazador de almas», «Ángel caído» o más bíblico aún: demonio.
No somos muchos si nos comparas con nuestros enemigos. Cuando llegamos a la tierra éramos las tercera parte de la población en el cielo, billones. Esto no ayuda mucho teniendo en cuenta que no podemos reproducirnos entre nosotros, pero no importa, no lo necesitamos. Si a esto le sumas que un ángel puede fácilmente contra cincuenta de nosotros a la vez, pues… La batalla no es muy igualitaria. Sin embargo, somos sagaces, un arma que los ángeles no portan.
—Auch —. Comencé a estirarme lentamente, pero como sospechaba, tenía una pierna rota. Esto es lo más absurdo de vivir en el cuerpo de un ser humano, estas ridículas articulaciones.— Eb voy a arrancarte un brazo cuando te atrape.
 Salvo que no había nada que arrancar, no había Eb por ninguna parte.
Un rápido vistazo al aro en mi mano, mostró algo blando y color damasco colgando de él. Oh mierda, rápidamente llevé mi mano a la zona donde se suponía estaba mi oreja. Estúpidos alados, me habían desgarrado mi pobre oreja.
Sin perder un segundo más cerré los ojos, dejando que el elemento espiritual de mi cuerpo tomara el control sobre la carne.
Me desmaterialicé.



Cap dedicado a mi hermana, Jayir, y a Dyane, por su sorpresa descubierta ajajajja.


N.A: Lo de siempre no, se les quiere.
¡Espero sus teorías, me fascinan sus debates, críticas, teorías y más!