…Hay que ver lo que hacemos por conseguir lo que necesitamos.
La paredes expelían olor a cerveza y orín, un charco color ámbar ubicado muy cerca de mis pies pareció tener la respuesta al origen de la fetidez. Estaba lo suficientemente cansada como para apoyar mi cuerpo contra la pared, el callejón lucía oscuro y las dos personas que me interesaba cazar parecían tan ebrias que no tendría que ir por ellas, más bien eran sus almas las que me llamaban a mí. Mejor imposible. No había fisgones y realmente necesitaba alimentarme.
—Me llamaste —murmuré sensual, a sabiendas de que mi apariencia en estos momentos era todo menos sensual, generalmente era bastante atractiva, más que eso. Según he oído, ni siquiera los ángeles son inmunes a mi toque, lástima que nunca he estado lo suficientemente cerca de uno para probarlo.
No soy suicida después de todo.
Uno de los tipos hipeó, mientras el otro indigente le roncaba su pestilencia en la cara. Suspiré, estaba hambrienta y cansada, no estaba en condición de ponerme quisquillosa a la hora escoger mi comida.
—Yo no fui —farfulló el único despierto del dúo, apenas moviendo la boca, mientras yo comenzaba a prepararme para atacar.
Él ni siquiera se había vuelto a verme.
Había perdido mis uñas y la mayor parte de la piel, claramente esta noche no podría usar la lujuria a mi favor, me fui por otra parte. Canalicé sus miedos.
—Relájate —le dije, apoyando mis brazos en la pared donde yacían recostados—, no hay problema, pagarás igual —. Avisé, mi voz dulce volviéndose un gruñido mientras sentía el habitual cosquilleo en la pupilas de mis ojos, que me avisaban cuando empezaban a dilatarse hasta cubrir la cornea completa. Dejé que mis colmillos se extendieran, mientras el indigente que estaba despierto comenzaba a dar codazos al idiota de su amigo.
Me incliné hacia sus rostros.
—Vamos, sabes que quieres —. Lo cual era mentira en realidad y eso lo hacía todavía mejor.
Repasé la expresión del par de escorias y en seguida desee no haberlo hecho, o al menos haber tenido mis garras de vuelta. Esto vaticinaba ser pan comido.
En lo personal me gustaban más las almas limpias, era todo un reto conseguirlas, pero dejaban mejor sabor en la boca. No que yo comiera carne humana o algo así, por el contrario, me alimentaba de la parte no terrenal: la acides de su miedo, el picante de la lujuria, ese matiz amargo que sólo consigues con rencor.
Quité mi mano de la pared y la apoyé en su cabeza, obligando al único despierto a chillar de pavor, ni siquiera había empezado, pero eso tenía solución.
Inhalé profundo, degustando sus inquietudes, las angustias y miedos. Oh y vaya qué angustias. Si hay una cualidad que distingue a un alcohólico de cualquier otra escoria, es la nota dulce de vainilla; lástima y autocompasión por montones.
Típico de ellos, quejándose al cielo por la injusticia, ¡ja!.
Si alguien tenía derecho a quejarse, esa era yo y por consecuente, los de mi clase. No importaba lo que hiciéramos, seríamos juzgados igual. Los humanos en cambio, no eran sino los molestos hijos de papi, que no paraban de inventarse excusas para justificar sus actos.
 ¿Por qué nací pobre?
¿Por qué a mí?
¿Qué hice para merecer esto?
¡Dios, si estás en el cielo escúchame!
Lo triste del asunto es que la mayor parte del tiempo Dios escucha, lo sé porque pertenezco al grupo de demonios que evita que se cumplan ciertos milagros. Lo que está bien, digo. ¿Cuántos humanos se mueren de cáncer a diario? Bastantes diría yo. Peor aún son esos  casos puntuales de personas que han sobrevivido de forma milagrosa a más de siete cánceres. No veo para qué. Es una total pérdida de años, como si después de ese tiempo de gracia hicieran algo trascendente con sus vidas, pero no, ellos siguen haciendo las mismas cosas.
¿Parece eso justo? Para nada, sobre todo cuando existen casos que ni siquiera sobreviven al tercer mes.
Otros en cambio siguen pecando, renegando, haciendo mi trabajo más fácil.
En el fondo, mi trabajo es hacer justicia y mandar un par de almas al infierno de paso, no es que eso sea la gran cosa.
—¿Vas a matarme? —, preguntó el segundo holgazán cuando observó a su amigo ya inconsciente a su lado. Acaba de despertar y tenía su rostro blanco por el miedo, algo anómalo para quien se supone está bajos los efectos del alcohol, pero no imposible, la presencia demoniaca podía lograr esto.
¿Ya mencioné que amo mi trabajo?
—Caramba —, pateé el cuerpo del humano inconsciente, para hacerme un lugar junto a mi presa— ¿Parezco una asesina? —, en realidad, ni siquiera parecía un asesino. Sospechaba que Freddy Krueger luciría guapo si lo comparaban conmigo, pero eso era sólo porque me habían arrancado la piel. De todos modos el dolor en mis heridas había ido disminuyendo y en un par de horas mi cara estaría como nueva, todo cortesía del parcito amistoso.
—Voy a hacer algo mejor —le dije con los colmillos sobresaliendo de mi boca. Por lo general, y esto es un 97% de las veces, no tengo que usar la dentadura. Cuando puedes tomar la forma que quieres, lo último en la lista es parecerte al eslabón perdido, salvo que justo ahora moría de hambre y no tenía las fuerzas suficientes ni para lucir decente ni para transformarme en águila y salir pitando.
Lo siguiente que hice fue sonreír, el trozo de oreja enganchado en mi aro continuaba en mi mano, por lo que cuando llevé la palma hacia su rostro manché de sangre su mejilla, un barro viscoso se formó sobre ésta. No ayudaba mucho que la tuviera cubierta de mugre, parecía tan sucio como yo, la diferencia era que en un par de horas yo estaría impecable, él no tendría oportunidad.
Estaba bastante segura de que al tipo iba a darle un paro cardiaco, los latidos de su pecho así lo indicaban. Mmm, limón. Había pánico ahí.
Le di un codazo en su mandíbula y su hueso hizo «crack», luego comenzó a vomitar en mis pies. Procuré no ensuciarme de más y lo obligué a mirarme sosteniéndolo del pelo. El muy marica tenía sus ojos brillantes. Me hubiera gustado hacerlo llorar, pero no tenía tanto tiempo.
No me malinterpreten, no lo pensaba matar, sólo quería darle un susto… De muerte. Era más probable que falleciera ahogado en su propio vómito a que un demonio perdiera tiempo en él.
Me gustaba donde estábamos, el goteo de las cañerías, el olor a putrefacción, no sería nunca un museo de almas, pero no estaba mal para salir del apuro. Eb lo encontró hace un par de décadas, fue estúpido de su parte compartirlo conmigo.
No se nos permite matar, lo cierto es que aunque quisiéramos no podríamos. Sellamos sus almas y orquestamos todo un circo para que los accidentes ocurran. Nuevamente… No somos nosotros sino el conjunto de situaciones insólitamente acontecidas lo que lleva al individuo a la muerte, por supuesto, todo esto una vez que se ha conseguido sellar su alma.
Estos hombres por ejemplo, tenían pinta de haber nacido con sus almas selladas, bastaba con ver sus ojos para darse cuenta.
La escoria comenzó a llorar.
 Vale, lo admito, puede que El de arriba también sea un poco injusto con algunas de sus creaciones, pero ni de cerca malo. Que va, ese trato se lo reserva para sus angelitos defectuosos. Somos los Frankestein de la creación.
—Abre tu boquita tesoro, juro que no te va a doler —, dije sonriendo, él abrió más sus ojos y los cubrió  con sus manos, evitando ver lo que le iba a ser. Buena elección, porque no iba a ser bonito, por otra parte, su boca continuaba cerrada y eso podía enojar a cualquiera…
—Bien, si lo quieres por las malas también lo puedo hacer.
Posé mi boca sobre la suya y aspiré su aliento, su horror, su miedo. Estaba degustando la vainilla habitual cuando sentí un tirón en mi hombro.
Demonios, alguien me estaba invocando.

 NA: Recuerden comentar y hacerme saber sus dudas, teorías, expectativas, etc.
P.d: la novela ya cuenta con web oficial facebook.
P.d2: Muchas gracias por sus fanART, que lindo que con sólo el primer capítulo y el prólogo ya comenzaran con sus ternuras. Son las mejores.
Liss.