Sin medidas - Cap 4

Táctica: Método que se emplea para conseguir un objetivo          

        

Derek se negaba a abandonar la cama, la noche anterior Ben había improvisado una fiesta y aunque él se logró zafar después de haber tenido una conversación interesante con la boca de una pelirroja juguetona –y todo sin siquiera hablar-, relativamente temprano, igual no había dormido hasta mucho mas tarde.

La placentera sensación de saciedad que le habían dejado los labios de la chica se había desvanecido demasiado rápido, se estaba aburriendo de esos episodios, y no es que se fuera volver un santo, solo quería algo mas…

La guinda del pastel era la señorita ocupaciones, el día después a que ella aceptara “hacer equipo” con él, Derek la había buscado y le había dicho que su plan era salir tres veces en la siguiente semana y el sábado o domingo intercambiar “las pruebas”, fácil, sencillo y rápido.

Se harían un poco mas solventes de dinero, cada quien seguiría con su vida y el no volvería a apostar, nunca.  Sobra decir que Samantha no aceptó.

-¿Tres citas en  una semana?, eso solo me hará parecer desesperada-, había comenzado

-Los buenos proyectos llevan tiempo, ¿O tú solo realizas trabajos express, Derik?

Había estado a punto de ahorcarla esa noche, antes de que ella se despidiera con la mano y entrara a su edificio.

Ya había pasado una semana, estaba harto, la obligaría a salir con el aunque tuviera que utilizar los cordones de colores de los últimos zapatos que le había visto usar para atarla.

-¿Y la pelirroja?-, preguntó Ben desde el marco de la puerta, solo vestía unos bóxer y traía el cabello rubio húmedo.

Derek cerró los ojos un momento, con gusto encerraría a Samantha y a Ben en un cuarto y seguiría con su vida.

Pero separados, claro está. A muchos, muchos metros de distancia.

-No está aquí-, le contestó a su mejor amigo, para su desgracia Ben a veces no era el mejor para ese puesto.

-Fantástico podremos hablar de Peggy, ¿sabes lo ultimo?-, comenzó  entrando a su habitación y sentándose en la orilla de la cama, Derek bufó levantándose.

Ben se acomodó más y el comenzó a vestirse. Tardó varios segundos en darse cuenta que Ben hablaba de Samantha, ¿Peggy?, ¿podría ser mas infantil?

El hombre sobre el colchon no esperó que Derek organizara sus pensamientos para contestar.

-Bateó a Sam, yo creo que se rindió, prefiere pagar a volver a ser despachado por la listilla-, aseguró su amigo.

Derek sonrió brevemente, le hubiera encantado estará ahí para oírla poner en su lugar al pelmazo de Samuel, un idiota en su opinión, un perrito faldero de Ben.

-Si ya te despachó a ti, el debió haber sido fácil-, dijo antes de poder detenerse, miró como Ben se tensaba y lo miraba con una sonrisa casi falsa.

-Ella no me despachó, solo se creyó que podía ponerme en mi lugar-, replicó mientras Derek rodeaba los ojos se pasó las manos por la cabeza, tomó la liga para hacerse una pequeña coleta y sujetarse los cabellos y no le estorbaran al correr.

-¿Tú has hecho algún movimiento?-, preguntó Ben con suspicacia, Derek no lo miró mientras se concentraba en las agujetas.

“Si, me aseguré de que perdieras”

-No ninguno, he estado bastante ocupado-, respondió por fin mirándolo

-Cierto, metiendo tu pene en boquitas pelirrojas-, bromeó Ben mientras él le hacía mala cara al salir de la habitación, su amigo lo alcanzó en el pasillo.

-Sí, sí, recuerdo, nada de hablar de mujeres-, murmuró en tono apático y soso.

Derek comenzó a bajar las escaleras antes de detenerse y girarse para mirar a Ben que se había recargado en la pared justo al inicio del pasillo.

-¿Y tú?-, preguntó, ninguno había perdido el hilo de la conversación.

-No, yo esperare, tengo una teoría.

Derek estaba seguro que aquello no le iba a gustar.

-¿Qué teoría?-, preguntó

-Si te lo digo, seria ofrecerme al enemigo, ¿crees que soy imbécil?-, inquirió Ben.

-Si lo creo-, contestó Derek con una media sonrisa y parte de él no estaba bromeando aunque su amigo ni siquiera se dio cuenta.

-¿Te acuerdas de aquel trabajo que hicimos en el instituto?, era sobre unos animales, no recuerdo el nombre, o quizás lo soñé, da igual, la idea es que si la hembra pelea está interesada, ya sabes cuando están calientes y furiosas…

Algo debió notarse en su cara porque Ben rodeó los ojos y bajó los pocos escalones hasta alcanzarlo, le palmeó la espalda y comenzó a bajar de nuevo, sin esperarlo.

-Luchare con ella, y la tendré sudorosa cuando yo haya ganado, quizás hasta pierda unos kilos con el ejercicio.

Derek se obligó a respirar y salir de aquella casa, definitivamente vería a Samantha ese día, y utilizaría los zapatos, de ser necesario, sino mataría al chico que conocía desde cuando ni siquiera tenía vello o se volvería loco.

***

Sami disfrutaba de su trabajo, salvo una sola cosa, tener que someterse a la elección de música de los clientes y no poder elegir su repertorio.

Una chica acababa de elegir en la consola de música la última de “Becky” Black, no estaba imaginándolo, ella misma no lo había creído posible, pero así era.

-Mátame, mátame, en serio solo pido que sea indoloro ya he sufrido bastante -, le dijo entre susurros a Erik que secaba unos vasos.

-No seas cruel-, murmuró el conteniendo la risa.

-No lo soy, racionalmente comprendo que exista música para todos los niveles intelectuales pero…

No terminó ya que su compañero señaló un nuevo cliente en la barra.

-Deja de quejarte y trabaja-, le dijo divertido.

Dio solo dos pasos antes de parase en seco, solo un segundo, quizás dos, y siguió caminando pero mucho más lento.

Ya sabía ella que había tenido suerte en estos días pacíficos sin chicos apuesta.

El hombre frente a ella no la miraba directamente, fruncía el ceño hacia el lugar de donde provenía la música.

Bien, al menos estaba siendo torturado.

Lo ubicaba del equipo de Ben-Ken, sin embargo siempre había pensado incluso antes de la apuesta, cuando los veía juntos, que él era en extremo callado, casi como un ente aparte que viajaba en grupo porque era más sencillo.

Tenía el cabello negro corto y los ojos del mismo color, aunque siempre parecían más intensos que simplemente negros, la piel aceitunada y un inicio de barba que en otro que no fuera chico-apuesta hubiera sido genial.

-¿Puedo ayudarte?-, preguntó Sami forzando una sonrisa, no sería grosera, eran un cliente, un cliente, un cliente.

“El tonto tiene que quedar bien, te dejara propina”.

-Quizás, ¿puedes desconectar la consola?-, preguntó con un gesto de dolor mientras ella arqueaba una ceja y se reprimió de una sonrisa, al menos no eran tan párvulo como el idiota de la clase de Stelin.

-Quisiera ser omnipresente, en serio.

-Todos queremos alguna vez, ¿no? Un café, por favor-, pidió con una media sonrisa.

Sami asintió entre divertida y extrañada, tenía que admitir que quizás no necesitara la artillería pesada.

Sirvió el café y se lo llevó decidiendo cual era el curso más adecuado de acción.

Obviamente no podía decirle que se ahorrara el trabajo y que no saldría con él, no sin dejar entrever que sabía sobre la apuesta.

-Gracias-, murmuró él cuando estuvo frente a frente de nuevo, Sami sonrió y suspiró feliz cuando comenzó una canción de Lady Antebellun en la consola.

-Todo acabo, ahora estoy en el cielo-, suspiró en voz baja cerrando los ojos feliz, mientras se alejaba, lo cual le evitó que notara la sonrisa divertida e intrigada de Alan.

Sami tenía que admitir que él tenia paciencia llevaba su tercera taza de café y no habían pasado de comentarios chistosos entre los dos, el no había mencionado nada fuera de lo “común”, se estaba comportando solo como otra persona a la cual atender.

Hasta que le pidió la cuenta.

Cuando ella le tendió el cambio, él no lo tomó al primer momento.

La miró con esos hermosos ojos negros, bien quizás no hermosos pero si atrayentes.

-Si te pidiera que salieras conmigo, ¿Qué dirías?-, le preguntó el tomando el cambio por fin, Sami reprimió un instante de desilusión, tendría que despacharlo.

-Diría que no, y ¿notaste que no tuve que pensarlo?-, le contestó con una sonrisa, una que él le regresó haciendo que casi le pareciera un panecillo con chocolate dentro, chocolate derramándose.

-Chica lista-, aseguró antes de alzar una mano en señal de despedida y salir de la cafetería.

Samantha se le quedo viendo, muy a su pesar, hasta que salió.

***

Derek la siguió hasta su edificio a una distancia idéntica a la del primer día hasta que ella se sentó en la banca fuera de la puerta del complejo de departamentos.

-No me llamaste-, dijo el al sentarse.

-No encontré tu número-, argumentó ella.

-Te lo deje anotado en tu mano-, la miró Derek comenzando a exasperarse.

-Quizás por eso, ya sabes el agua, el jabón, no creo que lo encuentre-, le contestó ella haciéndolo reír sin poder evitarlo.

-Tenemos que empezar esto de una vez por todas para que podamos terminarlo-, le explicó Derek mientras ella asentía mirando al frente concentrada.

-Me encanta tu lógica, empezar luego acabar, es muy ¿lógica?-, terminó mientras el rodeaba los ojos.

-¿Dónde apago tu lado simpático?

Sami sintió una pulsada en alguna parte de su estomago, Derek la divertía pero también sentía de él cierta resistencia a disfrutar de sus conversaciones como si fueran una obligación, sin embargo el tonto no-tan-tonto de esa tarde en la cafetería, parecía genuinamente divertido y hasta intrigado.

-Sam-, le escuchó llamar y ella trató de centrarse.

-Tranquilo Derik, ya me has cortejado lo suficiente, estoy dispuesta a aceptar nuestra primera cita-, le dijo ella mientras Derek gruñía.

¡Podría ahorcarla!

-Ya se ha donde me llevaras-, le dijo ella seria, el solo arqueó una ceja.

-Habrá una pequeña convención este sábado en mi tienda favorita-, siguió disfrutando el cambio lento de la expresión de Derek, si le pudiera apartar ese mechón podría observarlo por completo.

-Dime que es algo tipo Car and Driver-, interrumpió el.

-No, pero te encantara seguro-, terminó mientras se levantaba.

-Alto ahí zapatos rojos-, dijo el siguiéndola, Sami frunció el ceño y se miró sus zapatos, eran nuevos, iban con una camiseta roja con corazoncitos blancos, al menos así la presentaba el maniquí y se veía genial pero no había “camisetitas” de su talla, no que no pareciera que se estaba asfixiando, ¡que incomodo!, su camiseta blanca parecía quedar bien igual.

 ¿El lo habría notado?

¡CLARO QUE NO!

Expulsó el pensamiento y lo miró.

-¿Dónde Sami?-, preguntó él y ella le sonrió.

-En una tienda de Comics.

Cel.

 

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