Amar con locura



"Prefiero una locura que me entusiasme a una verdad que me abata"
Cristoph Wieland 

One shot

El timbre de la puerta en el pequeño departamento sonó, Sara hizo una mueca mientras terminaba un moño flojo en su cabello negro y erizado, era la esperada visita de Tom, su hermano no era cortes, el había sido informado sobre lo que se consideraba su extraño comportamiento y estaba mas que decidido a saber que era lo que estaba pasado.
Ello lo adoraba, no había entre ellos esa fría relación familiar tan común en estos días, mas que nada ellos eran amigos, por el, Sara había dicho “sí” a lo único que por fin, ahora, finalmente había aceptado para si misma no era capaz de hacer.
Movió la cabeza como si dichos pensamientos fueran solo polvo en sus hombros, caminó con paso lento y finalmente abrió la puerta, Tom la saludó con un ligero beso en la mejilla y pasó sin esperar mayores ceremonias, se dejó caer en un fluido movimiento en un sofá de la estancia.
-¿Tienes hambre ya?-, preguntó mientras Sara negaba, a fin de cuentas la "comida" era solo el pretexto de su hermano para poder interrogarla.
-¿Como están los monstruos?-, murmuró ella sentándose en el sofá frente a el, Tom sonrió sin pensarlo como siempre lo hacia cunado mencionaban a sus mellizos.
-Te extrañaron el fin de semana pasado, pero eso no impidió que se las arreglaran para enloquecernos-, respondió su hermano, Sara sonrió recordando a sus traviesos
sobrinos de 6 años.
-Siempre haz exagerado mucho-, replicó con aun media sonrisa que Tom notó claramente jamás llegó a su mirada.
-¿Que pasa Sasi?-, preguntó con voz pausada.
Sara no pudo evitar rodear los ojos y esquivar así la mirada de el, quien de entre todas las personas podría leerla demasiado bien.
-Ya no tengo 12, Tomas-, le recordó aun sin mirarlo, Sara siempre se había apoyado en su hermano, su héroe, el hijo bueno, el respetable policía, a pesar de la diferencia de edad de mas de un par de años.
-Lo se, creo que quizás si tuvieras 12 no estaríamos aquí, no evitarías visitarnos o dejar tu…ayuda comunitaria-, terminó
Sara sabía que tarde o temprano todo se tornaría a ese último punto.
-Me estoy exprimiendo Tom, el hospital es mi vida y Barner me ha pedido que acepte el cargo de jefe de área, no puedo rechazarlo, algunas cosas debo... dejarlas ir-, trató de explicar
-¿A nosotros?-, preguntó su hermano arqueando una ceja, consciente que nosotros no incluida solo a su familia.
-Conseguiré que alguien siga en la correccional-, propuso ella, reprimiendo una punzada en su pecho, extrañaría a todos esos niños, las posibilidades de ayudarlos -aunque en los últimos meses no hubiera hecho mucho por ellos-, su hermano colocó sus brazos contra sus rodillas con un ligero toque de desesperación en su rostro y también para su propia miseria, ligera decepción
-No creo que sea necesario, veremos que hacer-, replicó sin mirarla
-Tom, yo...-, comenzó ella queriendo explicarle todo y como cuando niña la abrazara y la dejara llorara como quería
Su hermano le regresó la mirada al instante y su lengua se trabo incapaz de decir nada, al final el no podía arreglarlo, Sara sabía que seguiría doliendo, quizás siempre dolería
-Lo siento-, murmuró al fin mientras el asentía abatido, se levantó y se acercó a ella, besando su frente ligeramente, con la tensión irradiando de su cuerpo, era de esperarse, el la había acercado al tutelar para menores.
-Al menos despídete-, susurró apretando su hombro ligeramente
-Te esperamos a comer el Domingo-, terminó dirigiéndose el mismo hacia al puerta.
Sara ni siquiera preguntó por la comida, lo dejo irse, no soportaba la decepción en sus ojos, y tampoco soportaba esconderse, dejo que una lágrima corriera por su mejilla y abrazó sus piernas con los brazos en el sofá

Hace seis meses habían estado así frente a frente y ella de manera infantil y absurda se creía capaz de arreglar al mundo, de ayudar a su hermano y hacerlo sentir orgulloso.
Al principio había exudado alegría y expectación, esperaba otro éxito.
Marco Wether era solo un nombre, voluntario en la correccional, de mirada seria, alto y observador, casi aterrador de no ser por sus perfiles cincelados y su cabello rubio.
Un policía que pasaba su tiempo libre siendo un ejemplo para niños que poco a poco le tomaban respeto, Sara había considerado que el mejor curso de acción era la normalidad.
Ella estaba acostumbrada a tratar con policías teniendo más de uno en su familia.
Cuando Marco supo sobre su parentesco con Tom, solo asintió con la cabeza, raras veces le hablaba con mas de una oración y todo giraba alrededor de los niños, un poco harta, ella había trazado un plan, había cargado todo un equipo para jugar un  partido de béisbol con todo lo necesario y los había dividido en dos grupos, colocando como capitanes a Marco y a si misma, apelando a su espíritu deportivo, queriendo que algo saliera de ese hombre de inmensa coraza
Lo consiguió después de una merecida derrota, los niños celebraban con Marco mientras el respondía con una ligera sonrisa y la mirada por primera vez mas de unos minutos.
Sara no creía en la magia de sentimientos, pero en ese momento, Marco se deslizó dentro de su piel y no salió.
El saludo se volvió mas calido los siguientes días, las conversaciones mas ligeras con una sensación de familiaridad que sorprendió a ambos, a pesar de que tenían muchas opiniones controversiales, se divertían rebatiendo al otro.
Finalmente dos meses después de la llegada de Sara, ella y Marco tomaban un café, jamás diría a nadie lo mucho que añoraba esos pequeños momentos ni lo mucho que había evitado la conversación de ese día.
Sara platicó de su familia, su departamento y sus sueños, luego oyó describir a Marco a una mujer de cabellos dorados, resplandecientes ojos azules y figura perfecta, su esposa.
Luchó por no mostrar más que una sonrisa y un asentimiento y lo escuchó contarle como la había conocido, Marianne parecía la esposa perfecta en labios del hombre que Sara había empezado a no poder dejar de amar.
Lo que debía ser estupido, su mayor error, pero no podía evitarlo, así que fue buena escuchando, como el lo era con ella.
Las semanas que siguieron ella lucho por mantener la balanza, Marco la había acompañado a comprar la pintura para su departamento y ella supervisaba la lista del supermercado mientras Marianne "salía de viaje".
Sara trataba de entender como un policía y una asesora de imagen llegaban a estar juntos en primer lugar, quizás ahí radicaba parte del problema.
Cualquier podría considerarlos simples amigos con un propósito en común: el tutelar.
Sin embargo sobre ellos se cernía una tensión invisible, en cada sonrisa compartida, en cada mirada cómplice, en cada niño que compartía con ellos sus dudas o temores.
Sara había creído ingenuamente que podría ser una mejora.
Hace una semana y tres días había intentado avanzar, intentado ayudarlo y ayudarse a si misma.
Marco estaba irritable, como cada que venia con la noticia un nuevo viaje de Marianne, el sábado apenas y había estado presente, los niños pronto habían jugado football sin siquiera preguntarle por participar.
Ella lo había invitado a comer -a su departamento- y el había aceptado casi por pura cortesía, sin pensar
-Hoy estas muy callado-, mencionó ella frente a su rebanada de pizza, el miró la caja en la mesita y luego a ella sentada en el sofá a su lado.
-A veces odio que no le importe-, la voz tenia un filo peligroso de rencor e impotencia.
-¿A Marianne?-, preguntó Sara suavemente
-Es solo que no recuerdo la ultima vez que pasamos tiempo juntos...que dormimos juntos-, exclamó casi sin vos con una mirada de disculpa.
Sara desecho el intento de exaltarse y decir lo que pensaba, de tomarlo y darle lo que necesitaba o de imaginarse dicha imagen, se limito a asentir hablando suavemente.
-¿Cuando fue la ultima vez que estuvo en casa un tiempo?
Marco entrecerró los ojos y su ceño se fruncido ligeramente mientras rascaba su nuca suavemente.
-Sinceramente no lo recuerdo- dijo casi extrañado, Sara se acercó un poco más.
-¿No crees que eso sea un problema?-, susurró tratando de que el llegara a comprender aunque sea, solo un poco, Marco giró su rostro y sus ojos grises se tornaron mas oscuros al mirarla.
-El pensar mal de ella no me beneficia en nada, es mas un problema mío, mis... propios pensamientos-, aseguró mirándola a los ojos y después recorriendo con su ojos sus labios y su cuello.
Sara reprimió el impulso de acercarse.
-Para un problema solo se necesitan dos Marco, nadie mas, ¿por que no tratas de localizarla?-, preguntó al tiempo que el arrancaba los ojos de su boca y guardaba silencio
-¿Tienes su teléfono o el hotel?-, preguntó ella señalando en la esquina el propio teléfono en su departamento.
Marco entrecerró  los ojos de nuevo y su cuerpo se crispó, se pasó las manos por su cabello rubio y se levantó, parecía un puma impresionante, enjaulado y herido.
Ella sabia que no habría más
-No me voy a convertir en el esposo fracasado y posesivo para que ella pueda reclamarlo en mi cara-, casi gritó mientras Sara reprimía las lágrimas en sus ojos.
-La estas evitando-, le murmuró
El la miró en toda su altura, Sara pensó que discutiría, que pensaría que ella deseaba dañar la imagen de su "perfecta esposa" o meterse en su matrimonio, pero simplemente la miró, respirando pesadamente y dio un paso hacia ella antes de detenerse, cerró los
ojos y apretó los puños en los costados.
-No digas nada Sara por favor, no ahora, no aquí-, pidió mientras se giraba y recogía su chaqueta antes de salir del departamento.

No lo había visto otra vez y Sara había evitado el tutelar cobardemente.
"Al menos despídete", recordó la voz de Tom, aun sentada en el sofá, se limpió sus mejillas y concordó con su hermano mayor.
Al día siguiente ella había explicado su ascenso a la administración de la correccional y se despidió de los niños.
Era todo lo que podía hacer.
Pasaron dos días antes de que golpearan a su puerta justo antes de la cena, ella sintió más que saber quien golpeaba con gesto firme y contenido.
Abrió mientras Marco la miraba de arriba a abajo, Sara solo sostenía firmemente una bata contra su cuerpo, sus brazos cruzados, sentía que el podría ver a través de la tela, la ropa interior que ahora sentía contra su piel.
-Hola-, murmuró desviando la mirada, el no contestó la siguió mirando molesto y con la misma decepción en los ojos de Tom.
-¿Por que dejaste la ayuda?-, preguntó con voz plana
-Me dieron la jefatura en el hospital-, explicó, aunque sabia que no le mentía a el
-Simplemente así: mas dinero, menos problemas-, espectó Marco con desden.
Ella rechinó los dientes y levantó la barbilla a pesar del dolor que significaba verlo.
-Si crees eso de mi estaba muy equivocada sobre...todo-, terminó ella reprimiendo el dolor en su pecho.
-Sara-, Marco la llamó poniendo un dedo en su barbilla, la voz suave como una caricia prohibida.
Ella lo miró presa de la sensación de su piel en el lugar donde se tocaban.
-¿Por que dejaste la ayuda?-, repitió y ella no respondió, la respuesta estaba implícita entre ambos.
-Sara, yo...-, el se acercó como si no pudiera evitarlo, tomó el rostro entre sus manos y ella sollozó
Ella no contestó, requería de una fuerza que ya no poseía.
-Mari...-, Sara trató de zafarse al escuchar el sonido de su voz, el madito nombre en sus labios.
-Déjalo, no quiero escucharlo, no puedo-, el pareció aflojar su agarre antes de reafirmarlo, ambos dieron un paso dentro con el movimiento.
-Perdóname-, murmuró Marco sin dejar de tocarla y acerca su cuerpo al suyo.
Sara dejo escapar las lágrimas retenidas, quería gritarle, hacerle ver, quería tenerlo y no dejarlo ir, quería curarlo, pero sabía que ella no podía, tal vez después, tal vez otra persona ella no, ni como amiga, ni como ...nada mas, era muy débil.
Marco miró sus lágrimas y limpió con aprensión una lágrima con todo su control quebrándose, la empujó contra la pared
Besó sus labios con la tensión finalmente rota, con la impaciencia del tiempo perdido y la pasión latente, sus labios separaron casi con rudeza los de ella mientras su lengua buscaba un camino hacia su humedad, Sara no pudo pensar, lo abrazó, dejándose llevar por la excitación liberada en su cuerpo y el dolor en su corazón.
El acarició con su lengua cada rincón de su boca sometiéndola a él, una de sus manos en su nuca sujetando su cabeza a voluntad mientras que la otra recorría su costado y tiraba con impaciencia las orillas de la bata, ahuecó sus pechos sin precisión con su mano tratando de liberarlos del restrictivo sostén.
Ella gimió contra su boca y enroscó los dedos en su cabello mientras sus caderas se restregaban contra el buscándolo, ansiándolo.
Su entrepierna fue recompensada cuando su muslo firme la clavó de nuevo contra la pared, colocándose entre ella y generando un fricción deliciosa
Su boca bajó a su cuello y succionó fuerte haciéndola estremecer, pero ella quería su boca, la ansiaba, la había ansiado por meses, lo obligó a regresar y ahora ella jaló su cabello mientras mordía el labio inferior de forma lenta y placentera.
Marco logró liberar un pezón hinchado e iniesto, retorciéndolo en sus dedos  haciéndola arquearse en éxtasis
-Marco-, suspiró mientras el se tensaba ligeramente y Sara poco a poco regresaba a la realidad sintiendo el cuerpo cada vez mas frió contra ella.
-No la traicionare-, murmuró mas para si mismo que para ella, con los ojos cerrados
Sara aferró sus manos a la pared y el se alejó dejándola sola.
Al verlo frente a ella con la boca enrojecida y los ojos casi negros ansiaba una realidad diferente, que fueran solo dos personas comunes, que ella no hubiera existido y que no le hubiera hecho tanto daño, que no lo hubiera destruido.
-Adiós Sasi-, dijo alejándose sin más.
Ella cerró la puerta de su departamento y se permitió llorar un momento más.
Ver a los mellizos el siguiente fin de semana había sido una compresa calida, había sido un bálsamo por unas horas, ella se recordaba que debía superarlo, que aun podía hacer algo para si y para el hombre que amaría probablemente hasta su muerte.
Así que el lunes entró en la oficina del Doctor Jonathan Barner, su jefe y uno de sus más grandes mentores
-Pareces triste-, dijo después de que ella cerrara la puerta y se sentara frente a su escritorio de elegantes materiales
-Pasara, no te preocupes- trató de dedicarle una breve sonrisa, Barner sabría que no le decía todo, pero ella no podría decirle que había fallado, no cuando estaba a punto de pedir ayuda.
-Necesito que me recomiendes un buen psiquiatra-, dijo mientras el la miraba agudamente.
-¿No conoces a nadie competente?-, preguntó
-No al que podría ser el mejor-, replicó ella mientras abría un expediente entre ellos.
-Tu...eres psicóloga-, espectó su jefe
-Pero no soy la adecuada-, respondió ella rápidamente señalando al escritorio
-Tom necesita los datos, un amigo suyo trabaja en la unidad, fue enviado al escritorio, no mas patrullaje-, comenzó a explicar Sara con un nudo en la garganta.
-¿Un trauma por algún caso?-, sugirió, ella negó con la cabeza y trató de no mirar los papeles en sus manos.
-Marco fue el primer compañero de Tom, cuando mi hermano fue a narcóticos dejaron de verse por un tiempo, se enteró de lo que paso hace poco, Marco sufrió una severa crisis nerviosa cuando le informaron que su esposa había muerto en un accidente automovilístico nueve meses antes, iba con otro hombre y todas sus cosas...-, el resto de la frase no fue dicha.
-Al despertar en el hospital el no recordaba el accidente o la muerte de su esposa y sufría crisis cuando alguien trataba de explicarlo, para el, su esposa esta de viaje de trabajo, los doctores lo dieron de alta con un pase a Psicología, pero el se negó a ir, por ello lo metieron en papeleo-, continuó
-Alguna persona debería afrontar el decirle y llevarlo a una institución adecuada-, sugirió Barner, la culpabilidad de Sara se cernió contra ella casi destruyéndola. Ese debería haber sido su trabajo
-Lo se, ya ha pasado demasiado tiempo, esperaban que alguien lograra decírselo con calma, pero están a punto de suspenderlo y el ni siquiera lo sabe, no necesita solo un doctor que le diga que esta loco-, la voz se le quebró y su jefe supo a ciencia cierta que no era solo por Tom
-Hablare personalmente con una clínica privada, y te daré los datos-, respondió
-Gracias, esto es importante-, el para mi se entrelazo en el silencio
Bajó la mirada para esconderse de los ojos conocedores de su mentor y miró la fotografía de Marco en el expediente para cerrar los ojos fuertemente.
Ella lo amaba, pero no podía luchar contra Marco, sus sentimientos había impedido su trabajo, ella había querido salvar al mundo, pero no había podio rescatarlo a el…

Cel

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3 Comentarios

  1. holaa Cell fantasticooo...guauu me encanto al principio pense que su esposa estaba vivaa pero luegoo entendi todoo...pobre Sraa se siente culpable de no haber podido ayudar a Marcoo...pero bueno ella lo amaaa y como biewn dice sus sentimientos le impidieron hacer su trabajo...bueno Cel espectacular este ona shott...te mando un besoo nos estamos leyendo que tengas un buen finde semanaa adioss!!!

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  2. Uy... pobre Marco, su unico pecado ha sido amar incondicionalmente, y Sarah... bueno a veces uno no decide a quien querer.

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  3. Uff Que triste situacion la de ambos, lo de Marco pobre no me imagine que pasaria eso y Sara quedo sola :(

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Deja que fluya...