Bando Uno
Mare


Tenía los ojos cerrados, podía decirlo por que sentía mis parpados serenos, había oscuridad, tan tranquila y placentera, como una noche de verano en la niñez.
Era como haber tomado una botella entera del mejor Cabernet sin el problema del mareo o el dolor de cabeza.
Sentía mis pechos calientes, mi cadera marcada como si llevara un cinturón invisible y mi entrepierna aun permanecía sensible y anhelante, sonreí sin poder evitarlo y recordé imagen tras imagen, el letargo se esfumó dando paso a la excitación, había hecho el amor con Anton -dos veces-, no recordaba haber cerrado los ojos, ni siquiera recordaba haber dormido, o decidido que prefería recostarme en la cama antes de seducirlo de nuevo.
Abrí los ojos dispuesta a arreglar el pequeño problema de haber sucumbido al cansancio.
La habitación estaba en penumbra, prueba fehaciente de que no había dormido quizás ni siquiera mas de unos minutos, lo primero que localicé fue el reloj del buró marcando pasadas las 3 de la madrugada, la noche era joven y estaba con el, nada podría parecerme mas perfecto, me giré sobre la cama para verlo y despertarlo también.
El otro lado de la cama estaba vacío y si no hubiera sido tan tonta como para soñar despierta lo hubiera notado, de repente me sentía expuesta y la temperatura pareció bajar varios grados rápidamente, era una pesadilla, mi garganta se cerró y mi cuerpo se estremeció haciéndome sentir pequeña e idiota, malditamente idiota, todo en no mas de dos segundos.
-¿Qué pasa?-, la voz llegó suave, tenue y espaciada, como si no deseara sorprenderme, Anton estaba sentado en el sofá, me miró fugazmente antes de bajar su rostro y después girar hacia la permanente vista de la ciudad.
Mi corazón pareció comenzar a latir de nuevo, no se había ido, pero algo estaba mal, no era como me había imaginado “el día siguiente” o la madrugada siguiente a nuestra primera noche juntos.
El estaba marcando una distancia, como si lo que paso hubiera sido un error, ciertamente no era el orden en que había ideado, en una situación perfecta lo habría llevado a mi habitación y lo hubiera llevado al limite, la forma en que lo había hecho, al menos la primera vez, era mas una necesidad que una lenta seducción.
Mis dedos retorcieron la sabana que descansaba en mi cintura al momento de enderezarme, estaba desnuda y el miró de nuevo antes de volver a desviar el rostro.
-“¿Qué pasa?”-, murmuré mirándolo, llamando su atención
-Debe ser una pregunta retórica, ¿verdad?-, seguí mientras trataba de entender que era lo que lo hacia estar ahí, y no en la cama, la remota posibilidad de que hubiera perdido no solo al hombre si no al amigo se estaba convirtiendo en una bomba de tiempo en mi pecho.
-Te miras asustada-, contestó en el mismo tono bajo
-Estaba asustada Anton, ahora estoy enojada, espera dos segundos mas y estaré furiosa-, le contesté mientras una tenue sonrisa se formaba en sus labios.
-¿Por qué?, si puedo preguntar-, me miró, a pesar de la poca luz sentí mas que notar como sus ojos vagaban por mis pechos desnudos, bien, un punto para la desnudez, así que reuniendo todo la valentía que fui capaz y recordando que la Mare que solía ser ya hubiera despachado a cualquier otro idiota, salvo quizás el idiota que amaba me levanté y caminé hasta donde se encontraba su maleta, sentí sus ojos fijos en mi espalda, encontré una camiseta y me la puse girándome hacia el.
-Si debes preguntar es que eres mas idiota de lo que me imaginaba-, le respondí y el volvió a mirar por la ventana, sus manos se crisparon por un momento, antes de mirarme de nuevo, pareció confuso, aterrado, frágil, era muy difícil seguir enojada, o aparentar estarlo.
-¿Pateo, ronco o algo parecido?-, pregunté mientras me cruzaba de brazos, el se frotó la nuca con una mano y negó.
-Salvo el silbido de la nariz no es nada de eso-, murmuró medio bromeando pero aun mortalmente serio.
-¿Qué haces ahí Anton?-, le dije sentándome en la orilla de la cama de frente a el.
-Te doy la oportunidad de no sentirte abrumada-, contestó mientras rodeaba los ojos.
-Me siento sensible, pero te faltaron dos orgasmos mas para hacerme sentir abrumada-, le contesté con la voz cortante.
-Mare, por favor, estoy hablando en serio, nos acostamos, después de años de conocernos, perdóname por pensar que necesitaríamos racionalizar un poco después de habernos dejado llevar así-, terminó mientras yo desviaba la mirada hacia la cama, las sabanas estaban arrugadas, las luces interminables de las Vegas me hicieron estremecer, había sido delirante sentirlo en mi y que todo se difuminara ante mis ojos.
-Racionalicemos-, murmuré mirándolo de nuevo
El abrió la boca, dispuesto a comenzar mientras yo cruzaba una pierna, sus ojos siguieron el movimiento.
-Me gustas-, le interrumpí, guardándome el te amo para otro momento mas irracional, pues esperaba que en ese momento ambos lo dijéramos, por la forma en que miraba mis piernas, tomando en cuenta el hecho de que al separase me estaba dando una oportunidad de dar un paso atrás si lo quería, ese seguía siendo mi amigo y el hombre que amaba, tenia suficientes posibilidades de que el me quisiera tanto como yo, tenia confianza, al parecer era romántica, mi madre desfallecería por saberlo.
-No cambiaria los años de amistad por nada Anton, pero por que buscar en otras personas algo que también tenemos entre nosotros, algo que ya vivimos, yo no me arrepiento de nada y no me deje llevar, me deje amar-, le puntualicé, esperando que tomara la palabra en el sentido mas sexual de la misma.
Sonrió, la primera sonrisa sincera desde que lo había encontrado sentado justo ahí.
-Lo siento cariño-, susurró
-Yo tampoco me arrepiento, pero es extraño, no quiero perderte por ningún motivo y si vamos a hacer esto, si queremos esto…-, señaló a la cama con un gesto significativo antes de continuar
-Necesitaba estar seguro que no te alejarías por la mañana… ni la siguiente semana, cuando lo volvamos a hacer-, torció los labios en una mueca sensual.
Me levanté de la cama con el corazón latiéndome de prisa y las piernas tambaleándose, deseando que el no lo notara tanto.
Me acerqué hasta que una de mis rodillas toco la suya, estaba sentado cómodamente, se había puesto un boxer negro que me hizo tener que reprimir una mueca.
-¿La próxima semana?-, pregunté mientras el sonreía, su mano derecha se levantó y las yemas de sus dedos se deslizaron por mi pierna hasta levantar un poco la camiseta y sujetar mi cadera, me jaló hacia el con un movimiento preciso, mis rodillas se flexionaron y me acomodó contra el muslo firme de su pierna, sentada a horcadas sobre el tenso músculo.
Mi sexo desnudo en contacto con su piel, me acerqué mas a el haciendo que me frotara mientras sus manos seguían en mis caderas.
-Tu también me gustas-, murmuró mientras me quitaba la camiseta
Levanté mis manos hasta su cabello corto y lo acerqué mientras gemíamos al primer toqué de nuestros labios, moví mis caderas de nuevo, frotándome contra su pierna, aferrandome como una niña pequeña a su caballo de juguete, el pensamiento me hizo sonreír sin pensar.
Sus ojos esfumaron la sombra de temor
-Cerraste los ojos por un momento, parecías exhausta-, murmuró contra mis labios.
-Sabia que no estabas dormida del todo, lo único que quería era sostenerte y volver a tenerte, pero me juré no hacerlo hasta asegurarme que no había arruinado lo mejor de mi vida-, terminó mientras yo volvía a besarlo, mi lengua entró en su boca tocando su paladar mientras el sostenía mis pechos y retorcía entre sus pulgares los pezones completamente erectos, me estremecí y moví mis caderas un poco mas.
El podría sentir ya la humedad de mi sexo en su pierna
-Nada tiene por que cambiar-, le aseguré
-Solo mejorar-, terminó el, volvió a reclamar mis labios mientras mis manos bajaban por su torso sintiendo los músculos magros, arañé sus pezones fugazmente y descendí un poco mas, Anton sujetó mis caderas mientras yo metía mi mano dentro de su ropa interior encontrando su erección, liberando su pene y comenzando un lento bombeo.
Me incitó con su agarre a mover mis caderas adelante y atrás, haciendo la fricción deliciosa mientras yo seguía masturbándolo.
-La próxima semana parece mucho tiempo-, dijo sin aliento mientras yo reía mordiéndome los labios, la tensión en mi vientre comenzaba a ser insoportable, mi sexo latía mientras mis caderas se movían casi por si solas, sus manos adoraron mis pechos y los acercaron a sus pecadores labios.
-Anton-, jadeé mientras mi pulgar se quedaba en la punta de su miembro y presionaba, sintiendo la gota del presemen, esparciéndola lentamente.
Nuestros ojos se encontraron mientras el alzaba su rostro, una de sus manos delineó mis labios y yo lamí sus dedos moviéndome.
-Eres hermosa-, susurró mientras yo pasaba mis uñas por toda su longitud.
-…y mía-, terminó con un silbido bajo mientras yo volvía a besarlo, asintiendo con la cabeza, su mano se metiendo entre su pierna y mi cuerpo y me levantó llenándome con sus dedos, mientras alcanzaba mi orgasmo y seguía bombeando en mi mano haciendo que el también estallara sin mucha resistencia
La maldición que escapó de sus labios me hizo reír, absurda y tontamente, amándolo más.
Esperamos hasta que el sol entraba de lleno por los grandes ventanales entrelazados en medio de las sabanas, me levanté a regañadientes vistiéndome con una camiseta y un pants de préstamo salvo buen regreso.
Besé a Anton que estaba estirado en la cama con una sonrisa engreída.
-La próxima vez será en mi habitación-, gruñí
-La próxima vez solo será una sala habitación-, replicó haciéndome sonreír.
-Te veo en 20 minutos-, susurré contra sus labios mientras me levantaba de la cama, me obligué a mi misma a no girarme pues corría el riesgo de no salir nunca.
Llegué a mi habitación aun sintiéndome en un sueño, entré cerrando la puerta a mis espaldas y adorando la cama impecable, otra prueba de la noche anterior.
Caminé hasta el baño para una ducha rápida mientras el espejo del tocador me regresaba la imagen de una mujer feliz y satisfecha a partes iguales.
No iba a perder a mi mejor amigo, no iba a dejar de tenerlo conmigo y en mi cama, y tenia de ahora en adelante para demostrarle cuanto lo amaba, con palabras y aun mas importante con actos.
Sonreí al reflejo y capté el mensaje de la camiseta: “I LIKE YOU”
-Idiota-, murmuré sonriendo
La primera vez que Anton tenia que ser puntual era precisamente después de que hubiéramos tenido sexo toda la noche, me puse una camiseta negra sin mangas que iba bien con los jeans y eché mi cabello húmedo hacia atrás.
Abrí la puerta sin ni siquiera molestarme en la mirilla.
Anton no me esperaba al otro lado de la puerta, Nick sonrió con un gesto casual apoyado en la pared de frente
-Hola-, saludó mientras me miraba sutilmente desde el húmedo cabello hasta la punta de mis deportivas.
-Hola-, respondí mientras fruncía el ceño sin moverme un centímetro de la puerta y dar un mensaje equivocado, recordar la noche con Nick era como comparar una película de baja calidad y no por que no hubiera sido placentero pero al parecer el amor cambiaba las percepciones, el pensar en otro hombre tocándome parecía incorrecto.
-Pensé que tal vez podríamos desayunar juntos-, comenzó mientras yo enarqueaba una ceja.
-La hora del desayuno paso hace poco ¿no crees?-, le dije con una media sonrisa que el respondió.
-Ayúdame con el pretexto Mare, ya que no volviste anoche…te esperé-, siguió mientras yo me sentía mal por el, me recordaba que no todos había tenido un sexo magnifico la noche anterior
-Estoy seguro que algo sumamente importante ha debido tenerla retenida-, interrumpió Anton llegando por el pasillo mirándome con un dejo de burla en su voz.
-¿Cómo que seria eso?-, espectó Nick cruzándose de brazos.
-De verdad quieres que te responda-, replicó Anton mientras yo rodeaba los ojos y me giraba cerrando la puerta de la habitación en sus narices, alcancé a hacerme una coleta antes de que tocaran a la puerta
Anton esperaba sin señales de Nick por ningún lado.
-Se fue, juro que lo deje con vida-, levantó las manos en un gesto inocente
-Sabes para alguien que ha tenido tantas relaciones eres un poquito celoso-, le dije cerrando la puerta y comenzando a caminar hacia el elevador, apreté el botón antes de que el me girara y sujetará mi rostro para un lento beso en los labios.
Las puertas se abrieron y el entró con una gran sonrisa de suficiencia.
-No he tenido muchas relaciones, tu eres la única-, argumentó encogiéndose de hombros, estábamos separados uno a cada lado del elevador y un así sus palabras calentaron mi piel como un abrazo.
-Eso no excusa los celos-, repliqué mientras las puertas se abrían
-Cuando te llegue el momento veremos cariño-, dijo sonriendo
-No soy celosa-, dije entre dientes, -no tanto-, pero el no tenia por que saberlo
-Acepto el reto-, terminó sonriéndole a la mesera mientras entrábamos en el desayuno buffet del hotel.
Ella le regaló su sonrisa del millón y se lamió los labios
Tenia la ligera sospecha que seria un largo día.