La guerra del amor XII

Bando Dos

Anton

Solo una vez me había sentido como si estuviera cayendo a una velocidad vertiginosa, sin ningún control de mi cuerpo y sin ninguna posibilidad de detener aquello que se cernía sobre mi, claro estaba que esa vez precisamente estaba cayendo del bungee y la que se cernía sobre mi era la inminente gravedad.

La sensación en estos momentos era exactamente igual y aun no podía definir si era bueno o  malo, Mare caminaba hacia mí, aun con su ropa de oficina, el pantalón negro y la blusa color verde oliva de seda que resaltaba el color de su cabello.

Justo cuando ella sonrió esquivando  a la gente de la sala de espera, la llamada para nuestro vuelo sonó por todo el lugar, ni siquiera tenia tantas ganas de conocer la dichosa Ciudad del Pecado, no lo había pensado, estaba tanteando hasta que punto Mare estaba dispuesta a pagar su apuesta perdida.

Pero había tardado menos de 24 horas en iniciar su parte del trato, pagando cabalmente.

No dejaba de recordarme que esto era como cualquier otra cosa que hubiéramos hecho, que no significaba nada mas, lo mas seguro era que ella ligara algo como siempre lo hacíamos cuando viajábamos juntos, como yo lo hacia, la mayoría de las veces.

La última vez que viajamos a Cancún, en México, me había ido a la habitación con la primera morena de pechos grandes cuando Mare bailaba con otro turista.

Los viajes con ella siempre eran el cielo y el infierno, no había nadie en el mundo con la que quisiera pasar mas de mi tiempo y sin embargo a veces odiaba el mote de amigos sin secretos en las que ella sabia cuando dejarme a solas con una mujer y yo debía hacer lo mismo.

Traté de recordarme que eso era lo que yo había elegido, había tenido la opción de declararme antes de graduarnos de la Universidad y quizás la hubiera tenido para mí, pero lo más probable es que ahora ya no estaríamos unidos y eso era inaceptable.

-¿Vamos?-, dijo ella frunciendo el ceño.

Ya había registrado su equipaje y entregamos lo boletos mientras avanzábamos hacia el avión.

Su asiento era el de la ventanilla, me senté a su lado cerrando un momento los ojos y tratando de despejar la maraña de estupideces en mi cabeza.

-¿Puedo preguntarte algo?-, murmuró ella mirando uno de los folletos que había frente a los asientos.

-No lo se, ¿Puedes?-, le repliqué sin abrir los ojos y ella me dio un codazo haciéndome reír.

-¿Por qué Las Vegas?-, preguntó mientras yo sonreía, ¡Gran pregunta!, ojala tuviera la respuesta, no era mi Disney World precisamente

-Quería conocer la ciudad del pecado-, le dije encogiéndome de hombros, abriendo los ojos y girando mi cabeza hacia ella, Mare me miró y la punta de su lengua lamió su labio inferior casi a cámara lenta, me di cuenta que debíamos estar demasiado cerca para que lo hubiera notado tan claramente, ella sonrió y se acercó un poco mas, su aliento fresco provocó un ligero movimiento en mi distraído miembro.

-Entonces lo conoceremos juntos-, aceptó mientras volvía toda su atención de nuevo al folleto

¿Qué diablos?, la miré esperando que dijera algo mas, que terminara la frase con una broma, que no dejara entrever la coquetería de sus palabras, pero ella no hizo nada salvo ponerse el cinturón cuando el avión despegó.

Llegamos pasadas las 5 de la tarde a aquella ciudad repleta de espectaculares y edificios con millones de luces y cristal, desde arriba todo era impresionante, abajo, en las calles era mas bien intimidante, había anuncios de todo tipo y tiendas de cualquier estilo una al lado de la otra.

Tomamos un taxi para llegar al hotel que Mare había elegido y el chofer arrancó mientras ella reía.

-Esto va a ser interesante-, murmuró cuando paso una camión de pasajeros con un espectacular en la que un hombre pedía que lo llamaran

Rodeé los ojos y ella se rió ante mi cara.

-Deberías respetarme-, le especté mucho mas serio de lo que debió parecerle a ella que se rió ligeramente.

-Claro papi, claro-, se acercó mientras yo reprimía el impulso de sujetar su nuca para poder sentir el aliento de su boca en mis labios.

Debía tratar de controlarme o terminaría pidiendo solo un cuerpo en el que descargar mi frustración y por increíble que parecía este viaje no quería a nadie mas que a Mare, y si, sabía que solo tendría amistad, pero no me acostaría con alguna mujer nada mas por la oportunidad, no desaprovecharía ni un segundo con ella.

El hotel era un edifico de mas pisos de los que me apetecía contar, repleto de ventanas que jugaban con las luces de una forma impresionante, el elegante vestíbulo exudaba ostentosidad excesiva y algo falsa, me hizo reír mientras ella me seguía.

-Vamos querido-, me tomó de la mano mientras llegábamos a la recepción.

La empleada del hotel me miró con una sonrisa centellante que brilló en sus ojos cuando miró la reservación de las habitaciones separadas, me guiñó el ojo sin esfuerzo cuando nos entregó nuestras entradas para firmarlas.

-No sabes como voy a extrañar a Tom, tu novio es tan divertido-, comentó Mare entregándole su entrada a la recepcionista con una sonrisa inocente, yo rodeé los ojos y entrecerré la mirada en la suya, mi virilidad no era un tema discutible y mi amiga lo sabía de sobra, sonreí y me acerqué mas.

-No tanto como lo voy a extrañar yo-, admití mientras la chica de recepción sostenía mi entrada malhumorada.

Nos seguimos riendo aun en el elevador.

-No debería causarme tanta gracia-, le recordé mientras Mare se encogía de hombros y seguía riendo, su cabello estaba algo enmarañado con el viaje y se había desabrochado dos botones mas de la blusa dejando entreverla v de sus pechos, me acerqué si pensarlo con la sonrisa estupida aun en la cara.

-La próxima vez te besaré para dejarte como la mentirosa que eres-, le amenacé mientras ella me miraba los labios, deliberadamente, Dios bendito, ¿cuando había entrado a la dimensión desconocida?, había visto a Mare coquetear durante años, pero nunca la había visto c-o-q-u-e-t-e-a-n-d-o-m-e

-Lo tendré en cuenta-, prometió mientras las puertas me salvaban de tener que responder, salimos del elevador y miró hacia le pasillo, su habitación estaba a tres puertas de la mía.

-Me daré un ducha antes de cenar-, murmuró mientras yo asentía.

-Te llamare cariño-, le guiñé el ojo y caminé hasta mi habitación antes de hacer una locura, como besarla o desabrocharle la blusa por completo, o meterla en mi puerta en lugar que en la suya.

La vista de la ciudad desde la habitación era gloriosa, las cortinas estaba descorridas para que se pudiera admirar Las Vegas en  todo su esplendor, era espaciosa, con dos sofás y una mesita, un mini bar, la puerta del cuarto de baño y la enorme cama, todo rodeado de grande ventanales.

El disfrute de cualquier Voyeur, si hubiera escaladores fuera del edifico.

No me costó mucho imaginarme a Mare recostada en la cama mientras me cernía sobre ella y luego de mirar sus grandes ojos chocolate mirar la espléndida ciudad del pecado.

Perfección

Gemí y me dirigí sin pensar al baño y a la ducha bastante mas fría.

La erección apenas y disminuyo, tenia la tentación de sujetarla por mi mismo y acabar con el problema, agitar mi estupido pene hasta que dejara de parecer firme y en alerta, pero hacia bastante tiempo que no me masturbaba pensando en ella, prefería esperar a que mi cuerpo se aletargara, dudaba que eso fuera posible con ella tan cerca.

Me puse unos vaqueros y una camiseta negra y le llamé a su habitación mientras contestaba al primer timbrazo.

-¿Usted pidió un masaje privado a su habitación?-, le pregunté y la sola imagen hizo bufar a mi erección

“Ayúdame amigo”, gritó

-No, lo siento, saldré a cenar, pero podría intentarlo mañana-, me contestó riendo mientras yo me pasaba una mano por el cabello corto.

-¿Estás lista cariño?-, pregunté

-Ni te imaginas-, colgó antes de que mi lengua trabada se pudiera mover de nuevo.

Mas confundido de lo que había estado en toda mi vida toqué la puerta de su habitación, ella abrió enfrascada en un corto vestido negro, su cabello caía hasta sus hombros libre y juguetón, sus piernas se torneaban terminando en aquello zapatos altísimos, demonios, estaba, estaba…hermosa y deseable.

Quería que se cambiara, que nadie la viera de eso forma, salvo quizás, yo.

Estupido.

Salió casi arrastrándome hacia el elevador.

Cenamos en el restaurante del hotel, a pesar de su apariencia tan decididamente sexy, ella siguió bromeado y haciéndome recordar como eran nuestras cenas en casa, estaba volviéndome loco con aquellos cambios entre la Mare de los hombres con los que ella jugaba, y mi Mare, mi amiga.

-¿Pasa algo?-, preguntó cuando desistí de cualquier postre

-Nada-, murmuré mientras miraba hacia las maquinas de juego

-¿Vamos?-, le propuse y ella asintió con una sonrisa radiante, era divertido como podías peder el dinero y aun así intentarlo muchísimas veces mas, era entretenido y divertido si había alguien para burlarse de ti al lado y después tu pudieras devolver el favor.

Salvo que Mare ganara, claro esta.

Ella brincó e hizo un sensual movimiento de caderas cuando ganó por primera vez en la noche, los jugadores a nuestro lado le aplaudieron y se reían, mientras notaba las miradas apreciativas de los hombres que la veían, me acerqué a ella, un claro mensaje que para mi maldición solo era una ilusión, yo no tenia ningún poder sobre ella, ninguno.

-¿Mare?-, una voz a nuestras espaldas me tensó por completo, una voz masculina y que la miraba con la seguridad de saber exactamente lo que había bajo el vestido, cosa que yo solo podía imaginar.

Siempre había dejado sus aventuras como un espacio en el que no me metía, casi fingiendo que no existían, me trataba de recordar que yo hacia lo mismo y que no debía ser injusto, machista o idiota, pero verla saludar a aquel hombre rubio con camarería aunque con cierta distancia era demasiado, yo seguía cayendo por el bungee, y las altura jamás me habían gustado.

-¿Estas de vacaciones?-, le preguntó el, se llamaba Nick, según había presentado Mare

-Fin de semana, Anton y yo nos lo merecemos-, sonrió al mirarme mientras el entrecerraba los ojos.

Como me hubiera gustado poder atraerla a mi lado y besarla, nos merecíamos un descanso, de todo, hasta de nosotros mismos,

Al menos yo me estaba volviendo loco, llevaba días sin poder volver a guardar mis sentimiento y mis deseos por ella, mi necesidad de hacerla mía.

-Bueno aquí no descansaras mucho, pero te podrías divertir bastante-, le aseguró Nick mirándola con ojos decididos, los puños se me crisparon, antes de oír la respuesta de ella, me giré y salí hacia el vestíbulo hasta los elevadores.

Y yo que pensaba pasar cada segundo del fin de semana con ella, ¡Eres un idiota!, no, solo era su maldito mejor amigo.

Mare entró justo antes de que las puertas se cerraran y me miró con la respiración agitada.

-¿Qué te pasa?-, preguntó contrariada, me negué a responder, no podía hacerlo y seguir fingiendo que era Anton y que yo también podría buscarme una piernas dispuestas.

No cuando llevaba amándola en diferente medida por años, mas de los que me gustaría, no cuando ella había estado coqueteado conmigo desde que pisamos el maldito aeropuerto, como si pudiera hacerlo solo por diversión, simplemente haba tenido suficiente de Mare Santos.

-Anton-, me llamó de nuevo

Esperé hasta que el elevador se detuvo sin contestar y le di las buenas noches entre dientes mientras iba hacia mi habitación, ella entró primero cuando logré abrir, sin pedir permiso y sin ningún miramiento.

-Estoy cansado, ha sido un día muy largo, recuerdas; oficina, vuelo, Las Vegas-, le dije mientras ella tragaba, sus ojos parecían inquietos casi inseguros, pero su cuerpo permaneció firme delante de mi. Cerré la puerta sin muchas ganas

-¿Qué pasa?-, insistió.

-Estoy cansado, no quise interrumpir, sabes que puedes regresar con Nick-, escupí la última palabra sin poder evitarlo.

-Vine contigo-, recordó

Me reí ante aquella repuesta y ella avanzó otro paso hacia mí.

-¿Quieres que regrese con el?-, preguntó solo a dos pasos de distancia

No, gritó mi cuerpo, mi mente y mi corazón, pero nada salió de mis labios.

-Dímelo Anton, ¿Quieres que regrese con el?, porque me dio su numero de habitación-, su voz se quebró en el ultimo momento y algo se quebró dentro de mi pecho, acto reflejo.

-Necesito que me contestes-, susurró.

Acorté nuestra distancia y la miré a los ojos mientras ella parpadeaba reteniendo las lágrimas en los suyos.

-No vas a regresar con el, con el ni con nadie, ¿me entiendes?-, le especté antes de besarla

Y por fin deje de caer.

Sus labios era suaves y se quedaron quietos por solo un segundo dejando que los acariciara con los míos antes de abrir por completo su boca y sujetar mis hombros, la besé con ansia, fuerza y frenesí, no había concordancia en nuestros movimientos, yo quería hacer mío su sabor y ella parecía querer lo mismo, sujeté su nuca con una mano mientras que mis dientes capturaba tenuemente su labio inferior para luego besarla otra vez con mas fuerza.

Ella lamió mi paladar antes de separase.

La realidad volvió inestable, sabía que había besado a Mare y que no debía haberlo hecho, pero un beso no parecía ser suficiente, sus labios se acercaron de nuevo, esta vez solo con un roce haciéndome cerrar los ojos antes de dar un paso hacia atrás.

-Lo siento-, me excusé y en su cara pareció cruzar el temor y el olor en parte iguales, después alzó la babilla y me sujetó la cara con ambas manos,

-Bésame-, me pidió, suplicante y decadente, se acercó mas y me besó hablando contra mis labios.

-Bésame Anton, no puedo seguir con esto, no puedo-, terminó mientras yo me rendía, había luchado años con los sentimientos que ella despertaba en mi, solo por que prefería su amistad a alejarla, por que pensé que jamás podría oír aquellas palabras de sus labios.

Ahora no era así

Junté nuestros cuerpos y cada centímetro de ellos se tocaron e incitaron, mi erección se aplasto contra su vientre deliciosamente.

Ella jadeó, deseándome tanto como yo a ella.

-Si-, me miró mientras volvía a besarme, esta vez sujeté su cabello e impuse el ritmo lento y sensual abordando su boca, mi lengua entraba y salía como si pudiera follarla de esa forma, la curva de su cuello siguió en la exploración de mis labios, su piel se estremeció mientras mis manos llegaba a sus pechos y los rodeaban con las palmas, ella jadeó y me abrazó mas fuerte con las manos en mi nuca, no quería desaprovechar ni un segundo mas, quería quitar las barreras entre nosotros, al menos las tangibles, tal vez estaba soñando y cuando despertara, quería recordar cada detalle.

Enganché los dedos en el strapless de su vestido y lo bajé de un tirón, sus pechos salieron llenos y vivos, con sus pezones erguidos y tentadores, no esperé ni un segundo para rodearlos y que las yemas de mis dedos los dibujaran, ella echó la cabeza hacia atrás mientras yo mirara a Mare expuesta y rendida ante mis caricias, el nudo en la garganta fue insoportable, parecía demasiado.

La sostuve mas fuerte mientras mi boca se cerraba sobre una de sus puntas deliciosas, ella llevó sus manos a mi cabeza mas arriba de mi cuello dejándome ahí, preso a su piel y el sabor oscuro de sus hinchados botones, no podía dejar de mover mi lengua sobre ella, intercambiar mis manos y mi boca entre sus dos hermosos pechos, ella era perfecta y seria mía, la ultima entrega entre nosotros, hace años se había llevado todo lo intangible.

-Anton-, gimió emulando sus caderas contras las mías, me tensé mientras obligaba a una de mis manos a viajar hasta la orilla de su vestido e ir subiendo por su pierna esbelta hasta sus muslos, el tanga estaba empapado y me estremecí al delinear su trasero redondo y firme, la levante haciendo que sus piernas se enredaran en mi cadera y la llevé hasta el sofá mientras la sentaba en el y abría su piernas por completo.

-Eres perfecta cariño-, le dije mientras ella echaba la cabeza hacia atrás.

Sus piernas se abrieron más por voluntad propia mientras yo echaba su vestido hacia arriba, haciendo que la prenda solo fuera un cinturón de tela en la cintura, dejándola expuesta y sexy.

Le hice a un lado el tanga y mi dedo delineó su sexo mientras ella gemía mordiéndose el labio.

-Anton-, jadeó

-Háblame Mare, dímelo-, pedí mientras la seguía torturando esquivando por pura fuerza de voluntad su botón hinchado que sobresalía entre sus cortos rizos.

-¿Sabes cuanto soñé con esto Mare?, lo soñaba, por mucho tiempo cariño, necesitas saberlo, lo deseaba como un loco-, me tensé inmóvil ante mi confesión, mi estupida confesión, aunque fuera solo sobre el deseo sexual por ella.

Ella levantó sus ojos oscuros a los míos y me sonrió.

-Y ahora yo también te deseo, ¿Podemos hacer algo con eso no crees?-, preguntó mientras su mano iba hacia sus pechos y acarició uno lentamente, mi propia manó voló encerrando la suya, acariciándola juntos.

-Dímelo-, pedí mientras penetraba su dulce sexo con dos dedos, de repente, sin aviso, haciéndola gritar.

-Te quiero dentro de mi, te quiero dentro idiota-, pidió sollozando mi nombre mientras acariciaba con el pulgar su clítoris, besé su sexo húmedo, lamiendo su sabor y seguí moviendo mis dedos hasta que estuvo en el borde, me detuve, levantándola del sofá y llevándola a la cama, se quedo sentada mirándome mientras yo le quitaba el vestido arrugado, ella hizo lo propio con la tanga, no dejándome todo el control, típico de Mare.

Desnuda, mojada y justo ahí, recordé que no tenía ni un maldito condón, ni uno solo.

-Los condones-, maldije mientras me llevaba la mano a la cara, que olía a ella y me volvía loco.

La oí reírse lento y sensual, abrió el buró a lado de la cama y sacó tres paquetitos metálicos.

-Servicio del hotel-, me explicó mientras elegí uno y me lo daba, me sentí estupido, feliz y a punto de estallar.

-A Tom le encantaría este hotel-, le bromeé, recordando a mi seudo-novio-fantasma-gay.

-Es muy quisquilloso, solo utiliza los que el compra-, me contestó ella mordiéndome el labio.

-Bien yo no puedo ser tan quisquilloso-, le dije mirando de nuevo todo su cuerpo.

-No se si lo hayas notado pero quisiera verte desnudo-, sus manos jugaron con su tanga entre los dedos mientras yo entrecerraba los ojos.

-¿Lo quieres?-, pregunté mientras ella enarqueaba una ceja, un reto que era tangible entre nosotros, al verla ahí sentada en mi cama, con la ciudad en el exterior visible ante aquella vista, parecía que solo me había dormido llevando al mundo de mis sueños la fantasía de unas horas antes.

Ella se moví regresándome al momento y se puso a gatas sobre la cama mirando hacia la ciudad del pecado.

Mi ropa desapareció en el segundo siguiente, colocándome el condón, en mucho menos, ella se rió mientras giraba su rostro y me miraba detenidamente.

-¿Te gusta lo que ves Mare?-, le pregunté sorprendiéndome de lo nuevo y lo común entremezclado, jamás habíamos hecho esto y se sentía tan normal, tan a gusto y tan excitante, sabia quien era ella, lo sabia todo sobre Mare y lo mas importante ella lo sabía todo sobre mi.

-¿Y a ti te gusta Anton?-, replicó mientras miraba hacia la ventana y me daba una vista esplendía de sus labio húmedos y de su entrada resbaladiza y lista, mojada y ardiente.

Me subí a la cama pero en vez de penetrarla como ansiaba, le di un beso en su sexo haciéndola temblar, subí la boca hacia la espalda recorriendo su columna perfecta mientras la sujetaba de las caderas.

Le iba a hacer el amor y aquello no podía parecer más perfecto, que iluso había sido.

-Anton-, susurró y aquello fue la gloria incluso antes de llegar a follarla en serio.

Tomé mi erección y la llevé hacia su entrada, la penetré lentamente, tan lento que ella se retorció enterrando su cara en la cama, cerré los ojos y gemí cuando me sentí dentro por completo, en ella, en mi mejor amiga y en la única mujer que había amado en mi vida.

-Mare-, dije primero como una plegaria y luego como un llamado

-Mare-, repetí, mientras ella gemía y giraba su rostro buscándome.

-¡Que!-, dijo sin voz mientras yo sonreía

-Mira Las Vegas cariño-, le pedí mientas ella alzaba la mirada y yo comenzaba a penetrarla fuerte, duro y rápido, hasta que ambos jadeamos y gemimos como si no existiera nada entre nosotros.

Y esa cierto, no había nada, solo éramos Mare y Anton, al fin.