Lazos de Sangre
Lazos de sangre - Cap 12
Me había enamorado de mi hermano.
Me llevó algo
más que un simple pestañeo desembarazar mis pensamientos. Tuve que tomar aire,
comenzar a caminar en círculos por el granero y luego mierda, mierda… Sólo
¡Mierda!
—¿Te sientes
bien? —preguntó Gio preocupado, nada salvo confusión bailando en su rostro.
¿Qué demonios
andaba mal conmigo? Aparte de lo obvio, claro, quiero decir. ¿Cómo podían pasar
tantas ideas idiotas por mi mente?
Sacudí mi cabeza
y di dos pasos hacia atrás, lejos de él, lejos de la vergüenza.
¿Enamorada de
Gio? En serio, ¿se podía estar más loco?
Esto era
absurdo, estúpido, aberrante, por no decir asqueroso y aún así mi corazón no
dejaba de latir, de torturarme.
—Sí —balbuceé,
luego para intentar salvarme añadí—, mejor que nunca —era una soberana mentira,
me sentía como un monstruo.
Maldito Paolo,
esto era su culpa. Claro, estaba tan obsesionada en no encapricharme con él, en
no quererlo, que ahora mi inconsciente se había hecho la idea de que tenía que
obsesionarme con otra persona y como lo mío parecían ser los imposibles, ¿qué
mejor que mi hermano, verdad?
Nueve años sin
vernos, y aquí vemos los resultados, me volví una desquiciada.
Gio no pareció
creerme, no me importó, todo lo que quería era llevarme las manos a la cara y
arrancármela por la vergüenza.
***
El lunes llegó,
y con él la llegada de tío Alessandro. Para mi sorpresa, no llegó solo. Tía
Hilda, su esposo Mateo y los hijos de ambos: Antonio y Giulia, lo acompañaban.
Aunque, para ser sincera, daba la impresión que venían como guardaespaldas en
lugar de una simple visita familiar.
Tío Alex era una
copia de papá con cinco años menos. Su cabello no había recibido aún el castigo
de las canas y su boca parecía haber conocido días mejores, daba la impresión
de haber reído mucho y por alguna razón esa mueca cruel de sus labios me
resultaba artificial.
En cuanto Clara
abrió la puerta, él entró a casa con una rapidez vertiginosa y se encerró en la
habitación que ésta le había preparado, no sin antes saludaros a mi hermano y
a mí. Un escueto «hola», que incluía
beso en ambas mejillas y un apretón de manos en el caso de Gio,
Tío
Alessandro era un misterio para mí, no usaba muletas ni silla de ruedas,
tampoco parecía tener problemas mentales y claramente era capaz de hablar, por
la forma en que nos saludó a Gio y a mí, pero aún así daba la impresión de que estaba
más muerto que vivo.
Sus ojos, esos
ojos verdes como los de papá, mi hermano, incluso los míos, esa mirada desesperada
daba a entender que había vivido un infierno y que aún no salía de él
A diferencia de
papá, la tía Hilda nunca fue cercana al abuelo. Vale, ninguno de los hermanos
lo era, pero papá vivía con el abuelo así que debía significar algo…
Además, hay que
añadir que la tía era mujer y por mucho que yo adore al abuelo, él siempre fue
un machista y dado que papá fue el único que cumplió con la misión de preservar
el apellido Monetti —porque el tío Alessando jamás se casó—, no encontró mejor premio
que cederle su casa, tierras y propiedades. Y conste, esto lo hizo en vida, no
tiene nada que ver con la herencia que dejó tras su muerte, de la cual nos hizo
beneficiarios a papá, Gio y yo, ni Tony ni Giulia recibieron un peso, ni
siquiera la tía Hilda. Lo que explicaba porque nos miraban ahora con cara de
perro rabioso.
Mientras el
resto se saludaba, Giulia y yo nos ofrecimos a poner la mesa. En realidad, lo
hizo ella, pero mamá me forzó a seguirla porque no correspondía que las visitas
ayudaran con el servicio. Sabía que si no lo hacía yo mamá se lo ordenaría a
Clara y la pobre ya tenía suficiente trabajo dado que Elena seguía sin
aparecer, lo que comenzaba a preocuparme.
Estábamos acomodando
las copas cuando Giulia alzó el rostro y sus enormes ojos verdes se abrieron
absortos. Mi prima tenía el cabello oscuro como el mío, pero lo usaba corto
como un chico y el peinado en punta le daba un aspecto rudo, además el piercing
en su oreja no ayudaba mucho.
Me giré hacia la
derecha donde parecía tener concentrada su atención y menuda sorpresa me llevé
cuando vi a Gio recostando su cabeza en el borde de la puerta, observándonos
con sus brazos cruzados y una sonrisa
socarrona en la boca.
Esperaba que el
saliera con sus clásicos «¿necesitan ayuda?», pero en lugar de eso negó
risueño, como si tuviera una broma secreta y yo me perdiera de algo grande, y
se perdió en el fondo del pasillo, rumbo a la cocina.
—Vaya… —Giulia dejó salir un silbido—, él está bastante…
—¿Viejo?
—De hecho, iba a decir atractivo.
—¡Es tu primo! —le recordé más molesta de lo debido.
—Tú lo has dicho "primo", no hermano, apenas compartimos
sangre. Además, ¡qué rayos! Tengo ojos, no estoy ciega… Mierda, ahí viene Gio
otra vez. ¿Cómo me veo?
—Horrible.
***
El almuerzo se
hizo eterno, sobre todo porque tío Alex rechazó la bandeja que Clara le subió a
la habitación, su reticencia a comer nos dejó tensos a todos, así que los
primos nos fuimos a la sala de estar para platicar o mejor dicho, dejar que los más viejos arreglaran su mierda.
—¿Dónde está el
baño? —preguntó Giulia, interrumpiendo la plática de mi mellizo y Antonio
—Al fondo a la
derecha —respondió mi hermano girándose de nuevo hacia Antonio, estaba tratando
de sacarle información sobre el estado del tío.
Nuestra casa era
grande, así que no me sorprendió cuando Giulia enarcó una ceja con escepticismo.
Mi hermano
suspiró y se encogió de hombros antes de ofrecerse a guiarla, como ella era nueve años menor que su hermano, es imposible
que recordara las habitaciones de esta casa.
Habían pasado
más de 12 años desde la última vez que pisaron nuestra casa y en el funeral,
ninguno de ellos se molestó en siquiera llamar por teléfono.
Los minutos
pasaron y Gio no regresaba, como me ponía nerviosa estar a solas con Antonio,
subí hasta el segundo piso y me encerré en la comodidad de mi cuarto, el único
lugar seguro, además del granero.
Apoyé la cabeza
contra la puerta y suspiré, intentando alejar las imágenes de Gio y Giulia enrollándose
en el baño.
Desde el
incidente, como me gustaba llamar a mi locura momentánea cuando me creí
enamorada de Gio, había visitado el sitio en dos ocasiones, cada vez mejor que
la anterior.
Me gustaba
pensar en eso como una respuesta desesperada de mi cuerpo por explicarse los
sucesos que mi cerebro era incapaz de entender. Incluso estuve averiguando,
dado que Gio y yo habíamos compartido matriz, no era de extrañarse que desarrolláramos
una dependencia el uno del otro.
«Es
perfectamente normal», me repetí mentalmente como si se tratara de un mantra.
Había estado coreándolo las últimas cuarenta y ocho horas, pero no parecía
ayudar.
Alcé los ojos
que permanecían mirando el buró. El portarretratos de madera finamente tallada
me mostraba una imagen de mi hermano sonriendo, conmigo a su lado, su eterna
cómplice. Así era, así es cómo debía ser.
En ese entonces
ambos parecíamos felices.
Estiré el brazo y tomé el marco,
abrazándolo contra mi pecho. La imagen mostraba a dos pequeños idénticos llenos
de barro, sonrientes después de haber dado su merecido al primo Tony y a sus
amigos.
El «primo Tony», esperaba solo abajo,
los gemelos hoy no se parecían en absoluto. Nada era como antes y aún así,
parecía ser lo mismo.
Sangre, todo lo determinaba tu sangre.
Alguien golpeó la puerta de mi habitación y el retrato
que tenía en mis manos resbaló por la sorpresa.
—¿Quién es?
—Soy Tony ¿Podemos hablar?
Tragué, nunca en los años que tengo de vida he logrado
mantener una conversación amistosa con Tony.
—Estoy cansada, voy a dormir… Tal vez mañana.
—Nos iremos hoy —dijo haciendo sonar la puerta.
—De todos modos, quiero dormir.
—¿A las cuatro de la tarde?
Tragué, no podía ser tan obvia, así que me armé de
valor y traté de formular una respuesta que me hiciera lucir menos cobarde.
—Está bien, pero me pondré algo más cómodo,
espérame abajo.
—Bueno, date prisa.
Rápidamente me deshice del vestido de seda rojo que
mamá me había obligado utilizar, porque según ella contrastaba con mi piel e
iluminaba mis ojos, y me calcé un pantalón de mezclilla y un peto azul
claro. Anudé mi pelo en una coleta y recé porque Giovanni estuviera en algún
lugar cercano.
Tal y como me temía, Antonio me estaba esperando al
pie de la escalera. Los adultos seguían platicando en el comedor y Gio no
parecía estar en ningún lado. Maldito, mil veces maldito.
¿En serio se había dejado embaucar por Giulia? ¡Era su
prima!
—¿No te parece ridículo esto? —soltó Antonio de
repente, habíamos caminado alrededor de la hacienda en un silencio incómodo
durante minutos.
—¿Qué?
—Todo, tú y yo odiándonos sin razón aparente, tú
hermano y la mía perdidos en quizás dónde, haciendo Dios sabrá qué aberración y
luego nuestros padres teniendo esta plática de "Adultos" apartados
del resto. Quiero decir ¡Tengo veintiséis!
Asentí lentamente, porque no podía hacer otra cosa, sus palabras me habían dejado descolocada. Apenas empezaba a comprender una frase cuando él remataba con otra.
—Además, el tío no está loco, tiene gustos raros, debo
decirlo, pero entonces ¿quién no? Esta mierda viene de familia, por
generaciones se ha repetido y no podemos hacer nada. ¿No te parece un poco
hipócrita de su parte?
Tomé una bocanada de aire, estaba fresco y caliente
igual que la piel de mi nuca.
—No te entiendo —me detuve dándome cuenta que estábamos
en la esquina que colindaba al norte, en dirección hacia la hacienda de los Berardi, incluso se podía ver el granero. Estábamos demasiado lejos de casa — ¿Gustos raros? Qué
quieres decir con eso.
Tony enarcó una ceja y una sonrisa perversa tomó lugar
en sus boca, sus ojos verdes se tornaron vidriosos y una oleada de pánico me
sacudió cuando el dio un paso en mi dirección.
—¿A ver, Cassandra? —apoyó la mano izquierda en la
pared de la casa, apenas unos centímetros por encima de mi hombro— ¿Estás jugando conmigo?
—¿Qué ha… ces? —balbuceé sin poder evitarlo. Su mano
derecha había comenzado a trazar un camino invisible por mi cuello y clavícula, sin llegar a
tocarlo.
—Me lavo los dientes —ironizó mientras se llevaba una
mano a la bragueta — ¿Qué te parece? —agregó enarcando una ceja mientras se
quitaba el palón y lo arrojaba lejos.
Comencé a temblar mientras mi cuerpo se empapaba de
sudor frío.
—Vamos, sabes que quieres.
Ipso facto, mis dientes empezaron a castañear y cuando llevó una
mano hasta mi cabeza y agarró mi cabello en su puño para olerlo, no pude más y empecé a llorar, lo que sólo sirvió para alimentar su repulsiva fantasía, ya que soltó un suspiro que me puso los pelos de punta, pero no grité.
Estaba siendo tocada, observada y humillada por mi primo ¿Y qué hacía?
Lloraba, claro, pero era un llanto mudo, sin sonido. No podía gritar, ni moverme, nada excepto ver como él se reía a mi costa, igual que años atrás. Siempre riéndose de mí, igual a aquella vez…
Estaba siendo tocada, observada y humillada por mi primo ¿Y qué hacía?
Lloraba, claro, pero era un llanto mudo, sin sonido. No podía gritar, ni moverme, nada excepto ver como él se reía a mi costa, igual que años atrás. Siempre riéndose de mí, igual a aquella vez…
El viento fresco de la tarde echaba hacia delante los mechones de pelo de mi coleta. Gio me sujetaba de la mano mientras corría hacia Tony y sus amigos. Él era dos años mayor que nosotros.
Llegamos junto a ellos, al final de la calle
en la que vivíamos, para acompañarlos hacia el parque, donde se encontraban
esos árboles gigantes que permitían escalar sólo a los más valientes. Nuestro
primo me miró con una mueca.
—
¿Por qué ha venido ella? — espetó, mirando a mi hermano.
Gio
parecía confundido y me miró tratando de encontrar qué andaba mal.
—Es
Cassie. — se encogió de hombros mirando a Tony.
—Es
una niña. —contestó él.
—Dijiste
que viniéramos. — volvió a insistir Gio. Estuve a punto de echarme a reír, se
estaba poniendo muy rojo, comenzaba a desesperarse y se rascaba detrás de la
oreja, como cuando algo le impacientaba.
—Dije
que tú podías venir, Giovanni. Ella es una niña, que se vaya a jugar con sus
muñecas. — ordenó Tony con un grito y me miró con mala cara. Sinceramente,
aquello me asustó. Instintivamente me acerqué a mi hermano y él miró a Tony
sorprendido.
—Yo
no juego con muñecas. — le susurré enfadada, escudándome en Gio.
—No
puedes venir. — me dijo mientras los otros niños se reían. Jamás me había
sentido apartada; Gio y Tony siempre habían jugado conmigo, no podía entender
por qué ahora no quería que les acompañara. Sentí que mis labios formaban un
puchero mientras Giovanni me miraba.
—¡Se
lo voy a decir a tu madre, Tony! — grité y ellos se rieron aún más.
—¡No se lo voy a
decir a tu madre, Tony! —lloré, apartando los recuerdos de mi cabeza mientras
trataba de encontrar una salida y evitar lo que parecía inevitable—. Te lo
juro, guardaré el secreto, pero por favor no me hagas daño.
—¿Daño? —murmuró
contra mi oído antes de besarlo y suspirar— Esto va a encantarte, primita.
—Por favor —sollocé,
mientras él levantaba mi peto azul y tomaba uno de mis pechos en sus manos.
Los primeros
espasmos de las náuseas comenzaron a llegar, quería vomitar, vomitar encima del
bastardo.
¿Por qué mierda
no podía gritar, por qué no podía darle un puñetazo y salir corriendo?
«Estúpida,
estúpida, estúpida. Mereces que te pase esto. Eres cobarde, no eres nadie»
—Te lo ruego —jadeé
cuando él comenzó a desabotonar mi pantalón, la vergüenza y la culpa
demoliendo todo atisbo de lucidez en mi cuerpo—, detente.
—La señorita
dijo que te detuvieras —escuché que decía un voz grave, molesta y agresiva. En
medio de las lágrimas reconocí a su dueño. Estaba de pie, sus manos sucias
igual que su cara, todo él olía a uvas y sudor. Paolo traía el cabello negro
adherido a su sien por el calor de la tarde y sus ojos grises parecían listos
para matar.
Tony se giró
hacia él, dispuesto a ordenar que se marchara, pero Paolo no estaba de humor
para esperar, mucho menos escuchar. Él levantó el brazo y recién ahí vi una
botella de cerveza vacía. Sus ojos me pidieron perdón antes de que la rompiera
en el cráneo de mi primo, inmediatamente éste cayó desvanecido en el suelo.
Pasó una eternidad antes de que recuperara la voz y sobre todo, las fuerzas para hablar.
Pasó una eternidad antes de que recuperara la voz y sobre todo, las fuerzas para hablar.
—¿Qué…? —llevé
ambas manos a mi cara en un intento por encontrar un ápice de razón, sentido,
necesitaba serenarme, necesitaba… pensar— ¿Por qué… por qué lo hiciste?
Paolo dio un
paso trémulo hacia mí y automáticamente me encogí, quise retroceder, pero sólo
tenía la pared a mi espalda, no tenía salida. Sus ojos claros me dieron una
mirada cargada de arrepentimiento antes de girarse hacia el cuerpo y poner las
manos en su cuello.
—Tiene pulso,
está vivo.
—Paolo…
Ambos saltamos
cuando apareció Giovanni en la escena, su pantalón estaba cubierto de
pintura y su rostro tenía pizcas de algo entre verde y amarillo.
—¿Dónde has
estado? —la rabia que creía olvidada, regresó a mí.
Él abrió sus
ojos de una forma que no creí posible, entonces reparé en mi apariencia, mi coleta deshecha, el
peto subido, uno de mis pechos al descubierto, el pantalón de mezclilla a medio
abrochar.
Giovanni dio un vistazo a mi cuerpo a medio vestir y se llevó una mano a la boca mientras cerraba sus ojos con fuerza, le costaba mirarme, lo entendía, yo misma sentía asco hacia mi persona.
Giovanni dio un vistazo a mi cuerpo a medio vestir y se llevó una mano a la boca mientras cerraba sus ojos con fuerza, le costaba mirarme, lo entendía, yo misma sentía asco hacia mi persona.
Paolo tragó
nervioso cuando los ojos de mi hermano se desviaron hasta el cuerpo inerte de
Tony.
—Sal de aquí.
—Lo siento… —empezó
a decir Paolo, pero Gio lo interrumpió levantando su palma, para que se
detuviera.
—Sal de aquí,
rápido, antes de que alguien te vea.
—¡Pero si él no
hizo nada! —empecé a hablar en medio del llanto, sin poder creer lo que mi
hermano hacía—. Él sólo trató de defenderme.
Mi hermano se acercó hasta Paolo y le dio un abrazo, susurró algo a su oído y él se fue corriendo.
Mi hermano se acercó hasta Paolo y le dio un abrazo, susurró algo a su oído y él se fue corriendo.
—Vístete —me
ordenó sin mirar y se inclinó junto al cuerpo de Tony, comenzó a sacudirlo con
una furia asesina, pero éste no respondía.
—Paolo no hizo
nada, por si estás pensando…
—¿Crees que no
lo sé? —preguntó con la voz rota, sin mirarme, toda su atención puesta en Tony, le dio un golpe
con su puño en la boca y de ésta comenzó a brotar sangre igual que su cabeza.
—Despierta, hijo
de puta.
—¿Gio, qué estás
haciendo?
—Primero,
necesito saber hasta dónde llegó.
El temblor de
mis manos y dientes había disminuido, pero en cuanto oí su pregunta, regresó.
Como no respondí, Giovanni se giró
hacia mí, sin pararse, pero sus ojos verdes, tan similares a los del abuelo,
tan diferentes a los de Tony, me lo dijeron todo.
Él era mi
hermano, haría lo que fuera mejor para mí.
—¿Te tocó?
Lágrimas,
horrendas, gordas y saladas lágrimas se agolparon en mis ojos, nariz, boca, mi
cara entera se lleno de ellas. Rápidamente lo tuve sobre mí, junto a mí, en mí,
todo su cuerpo escondiéndome de Tony.
—Necesito
saberlo Cass, tengo que hacerlo.
—Él iba… —cerré los ojos esperando que el
pánico pasara.
—Respira, Cass —sus manos eran excesivamente tiernas mientras acariciaban mi cabeza—, con calma, estoy aquí.
Me dejé caer en
el suelo, mi cabeza en la pared, mis manos rodeando mis rodillas y Gio… Siempre
Gio, siempre cuidándome, más tarde que temprano, pero de igual modo haciéndolo.
—¿Alcanzó a…?
—¡No! —negué con
la cabeza mientras los brazos de Giovanni me envolvían entera— Paolo llegó
justo cuando él…
—¡Gracias Dios! —lo
escuché murmurar contra mi pelo, mientras su cuerpo emitía una vibración
desconocida al soltar un suspiro enorme cargado de angustia e incertidumbre.
Escondió su
rostro en mi cabeza mientras mi nariz se perdía en el calor de su cuello, pasé
mis manos por sus hombros como si no hubiera un mañana y lo escuché llorar.
—¿Por qué le
pediste que se fuera, Gio?
Él me apretó más
fuerte.
—Gio, por qué…
—Voy
a asumir la responsabilidad, si Paolo declara los abogados de la familia lo
harán trizas.
—Pero
él me salvó…
—Lo
sé, y estoy jodidamente agradecido de que detuviera a ese bastardo, pero
alguien necesita tomar la culpa.
—¿Culpa?
Traté
de separarme unos centímetros de su cuerpo, intentando ver su rostro, pero él
me atrajo a su pecho otra vez y me apretó como no lo hacían los hermanos, me
apretó como lo hacía Paolo.
Pero daba igual, yo lo sabía, Paolo me había mentido, no había pulso...
Pero daba igual, yo lo sabía, Paolo me había mentido, no había pulso...
—Tony è morto, mia cara.
Les deseo una muy feliz navidad y espero que este capítulo les guste y cuente como regalito.
Tengo a mis abuelos en casa, así que subí este capítulo a la velocidad de la luz (me están gritando que baje a comer).
Tengo a mis abuelos en casa, así que subí este capítulo a la velocidad de la luz (me están gritando que baje a comer).
Besos y Bendiciones!
Liss
P.s: NO OLVIDEN DEJAR SUS OPINIONES, DUDAS, TEORÍAS.
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16 Comentarios
sadfasdfsadfsdafsdfasdfdasf
ResponderEliminarMaldito Tony D: y maldita Cassie porque no se defendió D: y asdfsadfdasfsadfsadfsadfsdafdasfdf aaahhhh lo ame *--*
Es que quedó paralizada po, nada que ver, debió agarrar una piedra y reventarle un ojo!
ResponderEliminarenserio... millón gracias Liss por este regalito!!..y ojala allá otro capítulo como regalito de año nuevo porfiss! ;) jajajajaja
ResponderEliminary lo sabía...ese Tony causaría problemas!
bendiciones para ti y tu familia!! felices fiestas!! :)
Jajajja trataré, en lo posible, de actualizar para año nuevo.
ResponderEliminarJoder!!!! Con el bastardo de Tony!!!
ResponderEliminarQue susto hasta yo me quede paralizada.....
Y sigo sin confiar el Paolo....
Y ahora lo vas a separar de nuevo?????!!!! Nooooooo por favor.....
Lindo regalo de Navidad!!!!
continua con la historia de los dos ,esta buenisima,
ResponderEliminardios entre mas leo esta historia mas me consume,,!! por favor síguela,, me dejas con la incertidumbre :D
ResponderEliminarGracias x el capi!!!! esto se esta poniendo cada vez mas bueno!!
ResponderEliminarq hacia paolo con una botella de cerveza ? :o ii porq andaba desaparecido? quiero saber mas!!!!!! me muero de las ansias, adoro tus historias :D
lasdñjasñdasñdasñkl yo empiezo a leer ahora recién esta historia y justo queda así!! Por quéee??!! XD. Dios, voy a morir. Quiero saber qué es lo que pasará XD
ResponderEliminarHolaa ohhh diossss como puedes dejarlo asii me volvere locaa eseee tony causariia problemas yy ahora que pasara esperemos que gio no termine en la carcel ahhhhhhhh ...hay algo que me quedo una frase que es la siguiente: Traté
ResponderEliminarde separarme unos centímetros de su cuerpo, intentando ver su rostro, pero él
me atrajo a su pecho otra vez y me apretó como no lo hacían los hermanos, me
apretó como lo hacía Paolo. ... mmm interesante eso me quedo grabado! me encanto el capituloo!! mmm com oseguira ahora ahhhhh necesitoo saber yoo amo gio me encataaaa je! Liss FELIZ AÑO NUEVO QUE LO PASES MUY BIEN U QUE EMPIECES EL 2013 MUY BIEN...!! MUCHAS BENDICIONES Y ABRAZOS PARA TII!!!! BESOS!!
Nooooooooooooooooo!! D: Tony è morto, mia cara. O .O
ResponderEliminar¡MI-ER-CO-LES! Ohh me quede petrificada Liss, me quedo justo aquí ¡aquí!. Bueno y como consecuencia a eso, y que hasta ahora empece con la historia te digo: ¡ACTUALIZA PRONTO! ¡Carajo! esto tiene una esencia fantástica
ResponderEliminarHola soy nueva leyendo esto y mierda es demasiado geniaaaaaaal, tony es un bastardo...ojala no le pase nada a Paolo ni a Gio :( ...escribes demasiado genial...actualiza pronto!
ResponderEliminarLiss pq siempre me "hechizas" con tus historias?! Esto es magnifico,, nunca imagine un capítulo asi!!! Actualiza pronto POR FAVOR!
ResponderEliminarOHDIOSMIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! O.o Espero que no le pase nada a Gio!!!
ResponderEliminarY por cierto que hizo con su prima? Espero que nada si no vaya HP!
ResponderEliminarDeja que fluya...