One Shot #3 Más allá de la razón
Como ya saben, no se revela el autor hasta el final del concurso (para evitar que se dejen llevar por el nombre del autor). Si tienen dudas, pueden releer las bases del concurso Aquí.
Pido por favor sean mesurados a la hora de comentar. Recuerden que la gran mayoría de los concursantes es primerizo en lo que respecta a "originales". No soy de la idea de "si no tienes nada bueno que decir no lo digas, pero en esta ocasión agradecería un mínimo de comprensión.
Ahora les invito a disfrutar de «Más allá de la razón».
Más allá de la razón…
“Como desearía ser más valiente…”, pensó Sophia mientras observaba la fachada blanca, recta y vanguardista del University of Chicago Medical Center; la artista en ella la rechazó inmediatamente, era demasiado estructurada, demasiado rígida… frígida. Quizás tuviera más que ver con que se sentía aterrorizada por estar en ese sitio que con su diseño; sin embargo eran pocas las cosas en las que se podría concentrar en ese momento y pensar en la arquitectura del edificio era una buena opción.
Se pasó la mano derecha por el brazo izquierdo desnudo y sintió un pequeño estremecimiento; deseó culpar al clima pero el frío era casi inexistente a mediados de agosto en Chicago, y sabía a ciencia cierta que los estremecimientos que la recorrían eran producto del terror que le imponía lo que iba a hacer allí.
—Puedes hacerlo — se repitió en silencio y caminó un poco más lento de lo normal hacia su destino. Mientras se acercaba a las puertas vidriadas su imagen se reflejó en ellas; su cabello negro, normalmente brillante y suelto estaba amarrado a una coleta y se veía opaco, como todo su ser; su piel blanca estaba sin exageración un poco gris, estaba más flaca que antes y sus ojos oscuros carecían también de vida.
Entró al edificio y se acercó a la recepcionista que estaba detrás de un gran mueble fabricado de madera y vidrio, daba la sensación de más frialdad de antes, una gran separación entre los que trabajaban allí y los que buscaban el servicio.
—Buenos días… — dijo con voz un poco más baja de lo normal.
—Buenos días. — Saludó la mujer pelirroja de casi cuarenta años de edad, vestida de blanco, típico uniforme de enfermera, y una plaquita dorada arriba de su seno derecho que llevaba el nombre “Mary”.
Sophia parpadeó varias veces y volvió a enfocar su atención en Mary, respirando hondo y tratando con ello de hundir el miedo por las palabras que pronunciaría.
—Quisiera hacerme una prueba de VIH, ¿hacia dónde debo dirigirme? — Apretó sus manos en puños y escuchó a la mujer recitar las instrucciones de modo impersonal, como quien lee en voz alta una cartilla. No pudo dejar de pensar que le vendría bien tener un poco más de empatía, ya que era humana, una cinta grabada hubiera cumplido perfectamente su tarea con los mismos resultados.
Un minuto después se dirigía hacia los ascensores que se encontraban en la izquierda y sintió sus hombros hundirse un poco más.
Su historia sexual había empezado desde muy temprana edad y de la forma más cliché que existía, tanto que una parte de su ser aún se burlaba de ella por eso. Diez años atrás, cuando ella tenía quince años, había perdido su virginidad en su propia cama, medio borracha, con su padrastro, Eric.
Ahora podría decir que fue una perfecta idiota al haber aceptado el alcohol que le ofreció, o por sentarse a ver televisión con él después de la fiesta, pero confiaba en él, se había casado con su madre un año atrás y se veía un buen sujeto. Un par de horas después de la primera bebida, se había despertado desorientada con sus propias manos envolviendo su velluda espalda, mientras él jadeaba encima de ella penetrándola con dureza.
Durante seis meses se encontró acosada hasta el punto que ceder era la única opción posible. Eric utilizó sus terrores para inmovilizarla, para acallar cualquier denuncia en su contra y cuando finalmente tomó fuerzas y habló con su madre ella simplemente no le creyó.
Esa fue la primera vez que entendió que el amor era una mierda, volvía ciegas y estúpidas a las personas; había idiotizado a su madre, primero con su propio padre, quien huyó despavorido cuando ella se embarazó como medida extrema para retenerlo; con cada uno de sus parejas de turno a quienes mantuvo o entregó sus ahorros, y finalmente con Eric.
Sophia comprendió que enamorarse era asumir un riesgo demasiado grande, te dejaba a merced del otro, te cegaba y te volvía completamente vulnerable. Ella no se enamoraría jamás, porque al final eso hacía daño y todo se acababa, nada era eterno, el amor no existía y si había una ilusión en algún momento se apagaría dejándote vacío… aunque después de todo había roto su principal regla sin tomar en cuenta ninguna de sus advertencias.
Subió en el ascensor y marcó el quinto piso, como se lo había indicado Mary, apoyándose en el frío metal de la cabina.
Se pasó una mano por su cara mientras recordaba cómo Esther se había negado a admitir lo que le había confesado, torció sus palabras, llegó a plantearle que se lo había imaginado todo, Sophia la había mirado con incredulidad y le había preguntado; “¿cómo diablos se podría imaginar ser penetrada por ese bastardo durante seis meses?”, esas pocas palabras fueron suficientes para que su madre estallara, la golpeara y para que ella huyera. Se refugió en la casa de su abuela, trabajó para ayudarla durante la preparatoria, pero igual pronto se quedó sola, el corazón de su abuela estaba demasiado deteriorado como para resistir el ataque. Poco después se presentó para una beca en el Instituto de Arte de Chicago y cuando se la concedieron se trasladó sin dudarlo.
Sin embargo, no permitió nunca que el recuerdo de las manos de Eric o su pene la sujetaran, todo lo contrario, como bien se lo había hecho notar su mejor amiga más de una vez. Sophia no iba a tener amor, no se dejaría encadenar o idiotizar, pero tendría sexo, mucho, mucho sexo con todas las personas que pudiera. Le hacía sentir relajada, olvidar su pasado y ser feliz.
Solo que al final de cuenta también la arruinaba, la volvía cínica y ahora… la tenía en el hospital.
Prácticamente después de abandonar la casa de su madre, se acostó con un compañero cualquiera de su clase, deseando eliminar las marcas que Eric había dejado en su cuerpo, y después con otro y otro… Pero siempre había dejado bien claras las reglas del juego; solo sexo, sin emociones, sin amor.
En los años siguientes cuando uno de sus amantes empezaba a tratar de forjar un nexo o a profundizar la intimidad, lo alejaba sin mirar atrás. No lo quería ni necesitaba.
Aunque en ese momento cuestionaba varias cosas, varias decisiones y muchas de esas sobre su vida supuestamente feliz. ¿De verdad no lo deseaba? ¿Realmente no lo necesitaba? ¿Habría sido más feliz si no hubiese actuado así? Su mejor amiga había estado solo con un hombre y lo había arruinado todo con el sujeto. Ahora estaba en otro continente tratando de recuperarlo y aunque no se veía feliz, se veía en paz y era valiente. Ella le envidiaba esa fortaleza y su resolución para correr el riesgo, aunque tuviera mucho para perder, esa característica le hubiese podido ayudar mucho.
El ascensor sonó indicándole que había llegado a su piso y salió de él cruzando a la izquierda hacia el laboratorio clínico. Llegó con la nueva recepcionista, en este caso morena, cortada con la misma tijera que la anterior, distante e impersonal. Después de hacerla llenar unas planillas con sus datos y los del número de seguro social, le ordenó sentarse en uno de los pequeños cubículos que estaban en uno de los laterales del área de espera y Sophia lo hizo enredando sus manos sobre su regazo y respirando profundamente para calmarse.
—¿Señorita Stephen? — Ella alzó la mirada y encontró una doctora rubia con cara amable que llevaba en sus manos la tabla de metal con los datos que había escrito anteriormente. La mujer se sentó frente a ella del otro lado de un pequeño escritorio y le sonrió ligeramente —. Soy la doctora Mathews, quería hacerle varias preguntas de rutina antes de tomarle la muestra de sangre. — Sophia asintió y tomando una respiración profunda miró fijamente a la doctora —. ¿Es la primera vez que se hace este examen?
—Sí. — Se sintió más estúpida que antes, su vida había sido alocada y al extremo, sin embargo siempre había pensado que se las sabía todas y que se cuidaba en todos los sentidos.
—¿Es un examen de rutina porque la envió su ginecólogo tratante o presenta algún tipo de síntoma?
—Hace un año tuve relaciones con un amigo, Tom, el condón se rompió, pero yo utilizo pastillas anticonceptivas así que no pensamos que debíamos preocuparnos. Hace casi una semana me llamó y me dijo que tenía la enfermedad, que le dieron el diagnostico pocos días atrás y que llevaba el virus desde más de un año atrás asintomático… — Con cada última palabra sus manos temblaron con más insistencia y las apretó con fuerza. La expectativa de haber sido infectada, de no poder hacer todo lo que deseaba… ¿había siquiera vivido? ¡Y todo por un polvo que ni siquiera le había gustado con un hombre cualquiera!, la tenía aterrorizada. Se detuvo y tragó grueso controlándose a duras penas.
—Así que quiere prevenir…
—Tengo más de dos semanas con malestar; vómitos, cansancio, incluso puedo sentir mis glándulas ligeramente inflamadas… Pensé que era una gripe o algún virus, pero después que él… busqué en internet… dicen que son dos años, pero que si se sienten síntomas… yo… conozco mi cuerpo y sé que algo va mal… — comenzó a balbucear y miró a la doctora con miedo.
—Entiendo… — la doctora asintió y miró la información de la tablilla frunciendo el ceño por el contenido de alguna respuesta.
Sophia se burló en silencio imaginando lo que vería, la respuesta sobre cuántos amantes había tenido; ¿había escrito más de cincuenta?, cuando pasó de ese número simplemente había dejado de contar… no le interesaba.
—Le haremos todos los exámenes de rutina y el día de mañana puede venir a retirarlos… y podremos tener una conversación ambas… — le advirtió y Sophia se mordió el labio para no sacar una sonrisa socarrona sobre su tono, era su cuerpo y su derecho, nunca le había importado antes. Pero ahora lo hacía y por varios motivos.
La siguió al laboratorio y observó como preparaban todo para hacerle el examen de sangre; siempre le había gustado ver como la pinchaban y salía el líquido rojo, era algo morboso pero le hacía sentir que realmente existía, que su cuerpo era más que piel y curvas, que debajo de todo había algo importante, algo con significado. Vio como llenaban cuatro frascos de muestras y lo rotulaban con el número “22”. Ahora era solo eso, un número. Y quizás… mañana todo eso solo habría sido un mal sueño o peor que ello, se volvería otra cifra de dentro de las estadísticas buscando asustar a los adolescentes y llevarlos a la abstinencia o al sexo seguro.
—Los resultados estarán listos para mañana a las diez en punto — le informó la laboratorista que le tomó la muestra y ella asintió mientras doblaba su brazo y salía camino a casa, a su trabajo, a continuar su vida normal por otro día… y teniendo la esperanza que el siguiente también pudiera hacerlo.
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Entró al Museo de Arte de Chicago una hora después, llevaba trabajando allí por tres años. Había tenido la suerte de poder adquirir un lugar en la especialización de curadora después de culminar su carrera y obtener un puesto en ese sitio tan respetado mientras estaba estudiando. Su trabajo era como un sueño para ella, le gustaba pintar aunque sabía que no tenía tanto talento como su mejor amiga, que podría crear y hacer sentir lo que deseara con unas pinceladas; pero le encantaba restaurar, ver una obra y saber que podría haberla arruinado el polvo, el aire o el pasar del tiempo pero sus manos la recuperaban y los amantes del arte podían seguir disfrutando de ella. Era una labor pequeña pero sentía que de forma anónima contribuía a que en el mundo hubiera belleza y a preservar parte del alma de un creador. Quizás así se sintieran los ángeles al cuidar la obra de Dios, aunque tal vez solo estaría desvariando…
Dejó su cartera dentro del locker asignado para ella y caminó hasta su escritorio y en el trayecto lo vio. Desaceleró sus pasos y obligó a su corazón a calmarse, a sus piernas a volver a endurecerse ya que por un momento las sintió como de gelatina y a su respiración a apaciguarse. Era injusto, completamente injusto. No quería enamorarse, nunca, todos sus esfuerzos habían sido para ello, sin embargo al conocerlo seis meses atrás se encontró con que ella, que nunca se había sentido tímida con un hombre, balbuceaba cuando le hablaba, se sentía atraída como nunca y ansiando cada una de sus palabras. “Idiota”, era igual a su madre.
Theodore Moore era un hombre alto, de cabello castaño ligeramente alborotado que le había hecho ver que existía en él un alma más interesante que la académica que mostraba como director del departamento de restauración; era más alto que ella, que pasaba el metro setenta y cinco de estatura, apenas le llegaba a la barbilla, sus ojos castaños miel y labios finos la habían hecho estremecer más de una vez. Le parecía el hombre más sexy que había conocido, la forma en cómo se movía alrededor y su tono ligeramente ronco cuando hablaba y gemía... la había atormentado desde que lo vio por primera vez.
Por supuesto, había pensado desde que lo conoció que significaba problemas, que no podría actuar como siempre si él causaba esa revolución en su interior; pero no había escuchado sus propias advertencias. Tampoco ayudaba que la tensión entre ambos se pudiera cortar con un cuchillo, ni que él fuera tan condenadamente quisquilloso que la hubiese atormentado con cada asunto hasta que un mes atrás se había rendido. Se merecía un premio por haber resistido tanto.
Él la miró con los ojos entrecerrados y Sophie sintió que un estremecimiento comenzaba a formarse desde su columna vertebral y se forzó a caminar hacia su escritorio. Theodore era un excelente amante, un hombre complejo y la había vuelto loca desde el principio, tanto que cuando dos semanas atrás había estado saciada sobre su cama después de varias horas de sexo y él le había acariciado el cuello en una muestra de intimidad manifiesta, no había huido. Debió haberlo hecho. Aunque tampoco lo hizo cuando le tomó la mano de camino a un restaurante un par de días después o cuando, fuera de todo precedente, ella misma le había acariciado su cabello después de hacer un chiste en medio de la calle. Se sentía cómoda con él, eso debió disparar todas sus alarmas. Y ahora… Dios… sintió que el terror volvía a invadirla y cerró los ojos para evitar que la angustia fuera evidente o dejara caer alguna lágrima.
Trabajó ese día como una autómata, incluso equivocándose un par de veces, lo cual nunca sucedía ya que siempre actuaba muy controlada y pendiente de todo. Aunque su revuelo emocional era suficiente para justificarla. A media tarde se encontró contando los minutos para irse de allí, sabiendo que había fracasado completamente en su objetivo de “vivir normalmente”.
“Falta media hora”, se dijo dándose fuerza mientras se preguntaba qué haría al salir de allí. En momentos como este maldecía a su amiga por irse a Londres, necesitaba su apoyo, aunque como era una idiota completa, cuando cinco días atrás, le había ofrecido quedarse, ella había rechazado el ofrecimiento sin siquiera contarle que era lo que le estaba sucediendo.
—Señorita Stephen — Se estremeció al escuchar el tono ronco de Theodore y levantó la mirada saliendo de sus pensamientos para encontrarlo frente a ella. En su mirada se podía adivinar un dejo frustración, pero las ansias también estaban allí.
—Señor Moore — respondió con tono medio tembloroso.
—Quería saber si podría quedarse hasta más tarde el día de hoy a ayudarme con un… proyecto.
Claro que sabía cuál era el proyecto y cómo habrían terminado, tirados sobre su escritorio estilo Luis XV, completamente desnudos y sudorosos. Había sucedido anteriormente y aunque las ganas estaban allí, el temor de infectarlo era superior. Por supuesto, sabía que si utilizaban protección la posibilidad era mínima, salvo que hubiese alguna cortada sangrante, por lo menos esa parte si la había escuchado en las clases de educación sexual. Pero también sabía que ellos lo habían hecho sin protección la primera vez que estuvieron juntos, arrasados por el deseo.
“¿Y si te hice daño?”, le preguntó en silencio mientras solo lo miraba como si estuviese analizando su proposición. Nada más lejos de la verdad. Desde que recibió la llamada de Tom había huido de Theodore, ignorado sus llamadas, sus invitaciones, su mirada. Incluso podría ignorarlo completamente si no fuera su jefe y malditamente atrayente para ella.
—Lo siento, señor Moore — respondió con todo el aplomo que le había dado la idea de haberlo condenado —, hoy tengo que hacer unas diligencias después del trabajo, así que no podré estar dispuesta a… adelantar trabajo.
Él la miró con expresión confundida y ladeó la cabeza.
—¿No podría cancelarla? De verdad es urgente…
Ella apretó la mandíbula y aplastó la parte de su ser que quería gritarle que sí, en vez negó enérgicamente con su cabeza.
—Imposible, Señor Moore…
Theodore entrecerró los ojos y se acercó unos centímetros más, transgrediendo con ello la norma acordada, ocultar su relación personal en el ámbito laboral, al fin y al cabo eran jefe y empleada. Sophia lo miró con un poco de pánico y aunque pensó en alejarse, se quedó estática sobre su asiento sintiendo que su corazón se aceleraba.
—Necesito verte, Sophia, por lo menos hablar, ya han pasado cinco días… — le susurró y ella tragó grueso ante el gesto de dolor que vio en sus ojos.
—Realmente no puedo —le respondió distanciándose física y emocionalmente del momento. Él la miró con una mezcla de irritación y dolor, finalmente asintió y se alejó rumbo a su oficina.
Por supuesto, imaginaba el porqué de esa mirada, Sophia le había leído la cartilla antes de acostarse por primera vez “nada de sentimientos, nada de intimidad, solo sexo”. ¿Por qué entonces ella fue la primera en violar su propia norma?
Lo miró alejarse mientras contaba en silencio, “veinticinco minutos…”.
Abrió la puerta de su apartamento casi cuatro horas después de haber salido de su trabajo. Había caminado por la ciudad tratando de distraerse, intentado comer algo aunque solo había podido dar un par de mordiscos antes de sentirse mareada, suponía que por la mezcla del nerviosismo y de… no quería pensar en ello.
Tiró su cartera encima de la mesa envejecida y se dejó caer sobre el mueble vino tinto maldiciéndose porque no podía dejar de pensar, arrancar las condenadas preguntas filosóficas existenciales de su mente; “¿he vivido como debería haberlo hecho? ¿He hecho suficiente? ¿He tenido algo?”. Sabía que con esa enfermedad podrías vivir por muchos años, que incluso podrías portar el virus y no sentir dolor o morir… solo contagiar, pero eso era suficiente para afectar cada parte de su ser, hasta la posibilidad remota de tener hijos que jamás había considerado estaba allí, atormentándola. Nunca había querido tenerlos pero ahora que la posibilidad se cercenaba de alguna manera se preguntaba si podría haber sido una mejor madre que la suya. Pero cualquiera de estos pensamientos se quedaban atrás frente a la angustia de la culpa, “Dios, ¿y si lo contagié? ¿A él y a cuántos más?”. Tragó grueso y se tapó su cara ansiando respirar y dejar de pensar.
Un par de segundos después escuchó sonar el timbre y agradeció a cualquier persona que viniera a llamar y a interrumpirla, necesitaba despejarse.
Caminó hacia la puerta y la abrió con una sonrisa fingida que palideció cuando se encontró frente a Theodore, apoyado contra el marco con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones de lana.
—¿Theo? — Preguntó sintiendo que su corazón volvía a acelerarse y que la sensación de anhelo volvía a llenarla.
—¿Puedo pasar? — Le inquirió mirándola fijamente, de esa forma que la hacía sentir pequeña y sin tanta experiencia como la que tenía. Solo él la hacía sentir casi… diminuta.
Se apartó ya que sabía que aunque podría haberlo evitado en su trabajo allí sería completamente imposible.
—¿Puedo ayudarte en algo? — Interrogó y lo vio rodar los ojos en respuesta. Ella lo hizo mentalmente, esa no era una pregunta adecuada, pero tampoco sabía bien cómo actuar, su máscara de seguridad se había resquebrajado desde cinco días atrás, no era ella misma, y eso definitivamente no era una sensación positiva.
—Quiero saber lo que está sucediendo… — anunció sin rodeo. Actuando como el Theo que había aprendido a conocer, ese que la hizo ceder en cada una de sus creencias y que le hizo entregar más de lo que había dado alguna vez… más de lo que hubiese querido dar.
Sophia cerró la puerta detrás de ellos y se apartó hasta el medio de la sala, mirándolo fijamente, buscando por cualquier cambio externo. ¿Era idiota hacerlo? Ver algún lunar tipo el que había observado en la película Philadelphia, ¿era demasiado pronto?, ¿se estaba volviendo loca?
—Nada está sucediendo, punto — respondió encogiéndose de hombros, llenándose de nuevo de frivolidad, aunque esa vez completamente fingida —. Dijimos que era solo sexo sin compromisos, que…
—Tú dijiste… — le intentó interrumpir.
—Y tú estuviste de acuerdo — le cortó rápidamente.
—¿Qué sucedió, Sophie? — Le preguntó con tono burlón —, ¿demasiada intimidad para ti? ¿Dónde pasé el límite… al acariciarte o al verte lavar los dientes? ¿O fue en decirte que me gustas y creerte lo suficiente madura para simplemente aceptarlo?
Ella tragó grueso y desvió su mirada al cuello de su camisa, pensando en ese momento que sucedió una semana atrás, ¿apenas había pasado una semana? Ellos habían estado acostados en su cama, él le estaba acariciando su espalda, de nuevo, un acto idiota y reprochable pero que permitió como tantas otras cosas, y se había acercado a su oído, lo había besado y sonreído sobre él, incluso sintió sus dientes rozando la piel sensible cuando le susurró: “Me gustas, Sophie, eres hermosa, sensual y un completo reto… me encantas, incluso podría...”, se había detenido y besado su cuello por un par de segundos.
Ella había sonreído como una ingenua ilusionada pero no había respondido nada, las palabras simplemente no quisieron salir de sus labios. En cualquier situación normal habría huido, gritado y actuado como tal perra que el hombre nunca se hubiese acercado a ella de nuevo. Ese día solo se había volteado y lo había besado, antes de hacer que la poseyera mucho más dulce que las veces anteriores.
Se había sentido emocionada por algo en su vida, algo profundo. Ahora todo eso estaba arruinado. Alzó la mirada y se encogió de hombros.
—Puedes escoger cualquiera de ellas, da lo mismo — respondió sonriéndole ligeramente —. Fue divertido mientras duró…
—¿Tú decides el principio y el final también? — Preguntó y se acercó unos pasos, ella quería moverse, huir. “¡Enfréntalo, dile la verdad!” se gritó, pero no lo hizo, en vez levantó su barbilla y lo miró con indiferencia.
—Era solo algo físico…, nunca nada más, te lo dejé claro, tú fuiste quien quisiste incumplir las reglas, no me culpes — le dijo y sintió su mano en la nuca jalándola un poco hacia él.
—No me gusta que jueguen conmigo… — le informó y Sophie apartó la mirada, si tan solo él hubiese tenido un poco más de paciencia ella sabría la respuesta que le atormentaba. Si fuera inconsciente hubiese actuado como nada, pero su cuerpo le estaba diciendo que algo iba mal, el malestar no se iba… y no podía hacerle eso.
—Creo que estás exagerando un poco — le respondió y colocó las manos sobre su pecho encima de la ropa. Era delgado, aunque estaba formado, su piel dura donde sus dedos habían acariciado y rozado.
—¿Crees que lo hago? — Preguntó de nuevo acercándose más a ella, pasando una mano por su cintura baja. Sophie tiró su cabeza hacia atrás para observar sus ojos color marrón claro, casi miel, viéndola fijamente —. Porque hasta hace menos de una semana todo estaba bien, te tenía en mi cama, incluso parecía que tú cedías por fin… — la miró como si quisiera saber cada uno de sus sentimientos, como si ansiara traspasar su cabeza y conocer cada uno de sus pensamientos —. Pensé que habíamos avanzado pero de repente te retrotrajiste, me ignoras y no permites siquiera que me acerque, ni que te tome. ¿Por qué?
Ella se mordió el labio y apartó su mirada entendiendo que había bajado tanto sus barreras que incluso él se había dado cuenta. ¿Dónde estaba la mujer segura que iba por el mundo sin importarle el amor y esas idioteces? Un segundo después se preguntó por qué se había dejado volver esa mujer y emitió una especie de suspiro lastimero, anhelándolo aún más. Él acarició su espalda baja y en respuesta se estremeció, la corriente eléctrica serpenteando entre ambos como ondas y dejándola sin fuerza ni voluntad.
—Esto no está terminado — le dijo Theodore antes de bajar la cabeza y juntar sus labios.
Ella sintió que su corazón se paraba justo en ese momento, siempre había sucedido así, desde el primer toque. Esa había sido otra advertencia, que había dejado correr… “Idiota”.
Lo tomó por las solapas de su chaqueta de cuero marrón y respondió haciéndolos explotar a ambos, besándolo con ansias, deseo, cariño, anhelo y frustración.
Theodore bajó sus manos hasta su espalda baja y la apretó a su ser, a la vez que le abría su boca e introducía su lengua para delinear los contornos de sus labios y más adentro. Acariciándola, rodeándola, quemándola hasta los cimientos más ocultos de su ser.
Por un par de minutos Sophie se dejó ir, lo besó apasionadamente a la vez que lo tocaba e incluso comenzaba a jugar con las solapas de su chaqueta para arrancársela de su cuerpo. ¿Qué le importaba el después? Tenía el ahora, tenía al hombre que deseaba ansioso por poseerla, eso era lo importante…
No había ninguna razón para no rendirse a eso, a esas caricias, anhelos y ferocidad con que se tocaban… nadie iba a salir dañado…
A la vez que su mente procesaba esas palabras se apartó del agarre de su amante y se alejó varios pasos, hasta llegar a golpearse con la pared del otro extremo de la habitación.
Theodore quedó desorientado por un par de segundos, viéndose como si no entendiera a dónde ella se había ido y sobre todo porqué se había separado.
—Quiero que te vayas — le pidió ella con la respiración forzada y la voz ronca.
—¿Qué…?
—Se acabó, no quiero volver a verte. — dijo y se quedó viéndolo por un par de segundos mientras él comprendía el significado completo de sus palabras.
Cuando lo vio dar un paso hacia adelante hacia donde ella se encontraba, una angustia que tenía muchos años sin experimentar llenó su pecho, tan distinta y familiar que por un par de segundos la hizo quedar sin aliento.
—¡No te me acerques! — Le gritó acercándose a la pared, mientras estiraba su mano tratando de tomar un jarrón ubicado sobre una mesa de arrime ubicada a su derecha. Theodore se detuvo mirándola un poco consternado —. ¡Lárgate de aquí, maldito bastardo! ¡He dicho que no! — Escupió sintiendo la necesidad de correr, pero a un sitio donde pudiera encontrar un arma mejor que un maldito florero…
—¿Sophie? — Escuchó que le preguntaba cortando su línea de pensamiento y vio que lo tenía más cerca. Ella se apartó hasta pegarse más a la pared.
—¡Vete! — Le exigió y lo observó fruncir el ceño —. Si das un paso más te juro que te mato… ¡Lo haré!— Gritó y cerró los ojos por un par de segundos, recordando otro momento donde dijo unas palabras parecidas.
Cuando los abrió él se había alejado hasta el otro extremo de la habitación, se veía alterado, como si no se explicara ese arranque. La verdad era que ella tampoco lo comprendía muy bien.
Se quedaron en silencio por un par de minutos, solo observándose y Sophie sintió que su corazón se calmaba poco a poco. Que la realidad volvía a imperar y empezó a sentirse horrorizada por cómo había explotado. ¿Acaso ya eso no había sido superado? “¿Qué demonios…?”
—Nunca he estado con mujeres que no deseen estar conmigo, ni jamás he forzado a nadie, tú deberías saberlo, ya has estado en mi cama. Tampoco estoy donde no me quieren así que, sí… he tenido mi respuesta. — Dio un paso hacia ella pero después titubeó, como si lo hubiese pensado bien y se dirigió hacia la puerta —. Realmente no te entiendo, con tu cuerpo dices algo y después tu boca… no lo comprendo. Pero se hará como tú quieres, como siempre. Adiós, Sophie…
Ella lo vio salir de la puerta y se fue dejando caer al suelo, sintiendo que el alma se le quebraba y sin entender cómo había pasado todo eso. Un par de minutos después por fin pudo empezar a llorar.
Lo cual no dejó de hacer en toda la noche.
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De nuevo ver la entrada del University of Chicago Medical Center le hizo sentir frío y rechazo aunque ahora estaba un poco desconectada de todo, no había descansado bien, tenía dolor de cabeza y esa mañana se había levantado de la cama con incluso más malestar que los días anteriores. Las nauseas no mermaban y estaba mareada porque no podía comer nada… era una especie de círculo vicioso.
Pasó la puerta de vidrio sin siquiera mirarse, no deseaba ver sus ojeras y su semblante cada vez más gris. Subió al ascensor llenándose de valor, por lo menos lo poco que podía recabar en su cuerpo.
“Que no me envíen a ningún cuarto”, rogó recordando como en un capitulo de Sex and the City a Samantha la habían hecho ir a un consultorio después de ese tipo de prueba y cómo se había reído cuando la había visto desmayarse. Ahora no era nada gracioso.
Llegó al quinto piso y cruzó a la izquierda, al igual que el día anterior pero de alguna forma parecía que había transcurrido una vida entera en lugar que unas pocas horas.
Se detuvo en el escritorio de la recepcionista y le dio sus datos preguntando si sus resultados estaban listos. Vio salir caminando a la enfermera y tragó grueso empezando a negociar con Dios.
“Iré a misa… no tendré más sexo en toda mi vida… o un año… No, seis meses… Lo que sea, lo que sea…”
En ese momento pensó en las etapas del duelo y le dio risa cuando se dio cuenta que ya había pasado por dos; negación y negociación.
“Por favor no permitas que llegué a la aceptación…”, le rogó a cualquier ser divino que estuviese escuchando y tembló cuando observó a la misma doctora rubia que la atendió el día anterior.
—Señorita Stephen, por favor, acompáñeme — le pidió la doctora.
“Oh, el consultorio…”
Se abrazó a sí misma caminando con más lentitud, era peor que si fuera caminando al paredón, el terror la estaba llenando a cada paso.
“No viví, no lo hice… de verdad que no…”, pensaba mientras daba cada paso.
“Debí hacer más, no debí rendirme… yo también quería que me amaran”, ese pensamiento le horrorizó aún más ya que iba en contra de todo lo que supuestamente había deseado en su vida. Quería ser idiota…
“Pude ser mejor madre que la mía… lo pude ser… Pude ser tantas cosas…”. Se ahogó sintiendo que se clavaba las uñas en sus manos y entró en el consultorio amplio, frío y rígido de la doctora.
—Tome asiento, por favor… — le pidió la doctora y ella obedeció sin poder respirar.
“Por favor que él no esté enfermo… por favor, no permitas que yo haya hecho eso…”, rogó preguntándose cómo viviría consigo misma si eso era exactamente lo que hubiese hecho. Aunque tal vez sería solo una persona infectada, siempre tenía cuidado con el uso del condón, solo que esa primera noche con Theodore todo fue tan místico que se les había olvidado… “¿Pero, por qué justamente él? ¿Por qué la única de quien me enamoré?”
—Sus resultados están listos… — comentó la doctora y ella la escuchaba llena en una bruma de terror absoluto.
“¿Podría vivir una vida normal así? Debería investigarlo… ¡soy tan ignorante!”
—La prueba de VIH salió negativa, sus cuentas blancas están un poco altas, pero al parecer es solo una pequeña infección y… — escuchó que la mujer decía y se quedó paralizada.
Su estómago estaba tan revuelto que temió devolver la bilis y la miró asombrada.
—Sin embargo la traje aquí para hablarle sobre educación sexual… y sobre sus opciones…
¿Opciones? No estaba enferma, su única opción sería vivir y estar sana. “Estoy sana”.
—… Y decidir si quiere mantenerlo o interrumpirlo…
—¿De qué habla? — Preguntó saliendo ligeramente de su estupor.
—¿No me ha escuchado? — Inquirió la doctora con el ceño fruncido —. Tendrá que hacerse otra prueba cada seis meses por un año pero por los síntomas, la cuenta de glóbulos blancos y rojos lo seguro es que sea solo por su estado de gestación — Sophie la miró aturdida —. Está embarazada — le reafirmó — Por los exámenes de sangre calculamos que de dos a cuatro semanas, debe hacerse un ultrasonido con el tocólogo quien le informará cuánto tiempo exacto tiene de gestación. Además de sus opciones…
La mujer siguió hablando pero Sophie solo puro tocarse su vientre y parpadear asombrada.
“¿Estoy embarazada? ¿De Theo?”. Se llevó una mano para la boca y se sintió aliviada y asustada en igual medida.
Aliviada porque no estaba enferma y porque no lo había enfermado.
Asustada porque había una vida creciendo dentro de ella, una vida del único hombre que la había hecho sentir algo más, algo profundo. Un hombre que había rechazado el día anterior y los anteriores a ello.
“No quiero abortar”, pensó haciendo que botara todo el aire de su pecho, ¡cielo santo, iba a seguir adelante! Eso la hizo sentir aterrorizada, su vida iba a cambiar si no lo hacía, pero deseaba a ese bebé. Quizás incluso podría hablar con Theodore, sabía que no habían tenido nada serio y que ella lo había alejado, pero quizás él…
—¿Me está escuchando, señora Stephen? — Le preguntó la doctora de nuevo y ella asintió y balbuceó algo sobre que sabía exactamente quién era el padre y que no era la persona infectada. Eso fue lo único que pudo medio oír de todo lo que dijo.
“Yo seré una mejor madre”, se dijo a sí misma con más certeza de la que sentía, percibiendo como sus manos temblaban y algo asombroso a su vez, la sensación de certeza de que podría formar una pequeña familia, solo suya; pero tenía que decírselo a Theodore, sin importar si él aceptaba o no tener alguna responsabilidad. No cometería el mismo error de su madre, no dependería de él ni de nadie. Sería valiente.
“Por ti seré valiente”, le dijo a su estómago y se dejó llevar hacia la ginecóloga de guardia para revisar que todo estuviera bien con su bebé y sintiendo que al decir esas palabras el miedo menguó un poco… solo un poco.
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26 Comentarios
Noooo.. No puede ser os! Kiero leer más xfiii!
ResponderEliminarJooo siempre iguallll¡¡¡ me dejais en ascuas¡¡¡
ResponderEliminarGracias me encanto¡¡
Noooooo, porque lo dejó ahi???? Muy buena historia!!!! Pero igual que las chicas yo tambien quiero leer más. Mucha suerte a la autora o autor!
ResponderEliminarDefinitivamente esta es la que más me ha gustado hasta el momento.
ResponderEliminarWOW!! que historia más buena, me llamo la atención desde las primeras líneas! y el final abierto? que mejor que dejarlo a la imaginación?? no, definitivamente este es mi favorito hasta el momento!!!
ooooh
ResponderEliminarquiero saber que pasa con theo!!
me encanta...
quiero leer maaas..
MUY MUY BUENO, EXCELENTE DIRÍA YO.
ResponderEliminarMe enganché desde las primeras líneas... amé a Theo :) me encantó, me encantó...
Leves fallitas de redacción, pero créeme no son nada. Me gustó mucho lo del final abierto, espero que este precioso OS continúe para saber el desenlace final de esta historia. Muchísima suerte a ti autora :)
Anne.
ohhh mee fascinooo ahh peroo quedoo ahi y me dejoo picandoo quieroo saber que pasa con theo me quedee una intrigaa barbaroo te quedoo espectacular y escribess muy bien!! es un final abierto pero me gustariaa saber que pasaria nooo que haria theo cuando ella le diga que esta embarazadaa...!!!!! te deseoo mucha suerteeeee yyy te quedoo maravillosaaa!!!!!!!!
ResponderEliminarNena!!! Theo ame a este hombre en serio...
ResponderEliminarLas peores 24 horas que una persona puede vivir, ese tipo de examen puede acabar con la mente de cualquiera, lo peor para ella saber de antemano que alguien con el que estuvo relacionada la padece es peor.
Excelente Os
Suerte!
LaFlacu
O.O.. .o por Dios!!! enserio este one merece una parte 2 para ver como termina todo, que fuerte ese miedo es asqueroso, de verdad felicidades
ResponderEliminarEsto merece una segunda parte, no puede dejarnos así... quien sea el autor(a) favor de continuarla, excelente historia y hasta ahorita es de las mejores que he leído... felicidades.
ResponderEliminarDespués de los tweets de Liss ya sabemos de quien es este, y creo que varias saben. Muy buena historia esperamos continuación luego del contest.
ResponderEliminarP.O.
Yo quiera la continuación!!! a quien le pido otro capitulo!!!
ResponderEliminarhasta ahora la mejor de todas, quiero saber como reacciono theo como nos deja la historia hasta ahí necesito saber mas.
ResponderEliminarFelicitaciones el autor de esta.
Buenisimo!
ResponderEliminarme tuvo al borde, pensando q tenia el VIH.
El concepto del miedo se entiendo perfecto, miedo a la enfermedad, pero mas el miedo a conectar con alguien a enamorarse, miedo a vivir realmente.. Buenísimo!
eeeeee me quede sin palabras ......... necesito saber q va a pasar por favor ...por favor .....por favor....... estupenda historia tiene todo lo que me gusta .....!!!!!
ResponderEliminarSin palabras...
ResponderEliminarXD Estuvo genial tu OS muy bueno de verdad XD me encanto XP SUerte! XD
wooow, sin lugar a dudas esta es la que más me gusto hasta el momento. Elegiste un tema muy muy fuerte... Como desarrollaste toda la historia, los pros y las contras siempre presentes, los temores... LOS TEMORES... no solo de "no hice.." sino también que ella continuamente pensaba en los demas... "si lo contagie"? es cierto, es terriblemente dificil el VIH, fue la historia que más me gusto. Me dejaste deseando muchisimo más. No tengo idea de quien sos, pero una vez que termine el concurso y den los nombres, definitivamente voy a poner principal atención en el tuyo y si alguna vez escribiste algo y no es tu primera vez, quiero leerte más. Espero que sigas la historia... (se sobreentiende que es un OS) pero por lo menos dandonos el final de este... que no quede solo ahí, queremos saber que pasa con Theo... aunque me llamó mucho la atención , porque al final le diste el final justo... ella no se va a preocupar ni va a dejar que su mundo gire alrededor de su hombre, sino de su bebe... y en eso termino, creo que fue genial.
ResponderEliminarLa verdad, te aplaudo!!!!
GENIAL, increible, me encanto.
+10
E.
mi favorito hasta el momento, me saco las lágrimas!!!(=
ResponderEliminarOMG !!! yo quiero mas, realmente me gusto tu historia y mucho.si decides continuarla avisa, ten por seguro que te seguiré !!
ResponderEliminarOh no yo kiero ya saber que va a hacer x Dios quiero saberlo, no NECESITO saberlo. ME ha encantado este OS. Muy bueno y muy actual. Suerte a la autora o autor.
ResponderEliminarME gusto mucho el tema y la forma como lo abordaste... felicitaciones y espero que ganes es uno de mis favoritos...
ResponderEliminarDe verdad que estuvo increible!! Me encanto!!Espero que ganes!!!1
ResponderEliminarPana que va a pasar con Theo??? No lo dejes asi.... jejeje estuvo bueno.
ResponderEliminarEs el mejor!!! Gana este, debe ganar este... Como voto? o ya acabaron las votaciones?
ResponderEliminarOMG!!! yaa see de quiiiien ess!!y me encantooo el regalooo!quiero continuacion!quiero continuacion! poooodrfaaaaaaa!!!muy muy increibleeee!
ResponderEliminarNos estamos leyendo
Un abrazo
Bella Luna
me encanto.//
ResponderEliminarDeja que fluya...