La guerra del amor XXI (Final)

Bando Uno

Mare

-¿Quieres saber lo que pienso al respecto?-, sonreí a su pregunta retorica, sabía que no esperaba mi respuesta.

-¿Mare?-, insistió mientras yo rodeaba los ojos y cogía mi bolso del respaldo de la silla, alistándome para salir de la oficina

-Por supuesto, mama, ¿Cuál es tu opinión?-, pregunté mientras cambiaba de mano el móvil.

-Anton quiere un hijo-, afirmó contundente mientras yo reprimía una carcajada

-Estas últimas semanas prácticamente no he visto a Jaime, pasa todo el tiempo “trabajado” a su lado, creo que Anton lo ve como el hijo que desea tener-, siguió ella mientras bajaba las escaleras.

-Es un trabajo de verano mamá, viajar con Anton le servirá a Jaime para su carrera-, repliqué mientras ella suspiraba sonoramente a través de la línea telefónica

-Eso es solo pretexto, hazme caso, ya fueron muchos años que ustedes han desperdiciado, Anton quiere casarse y formar una familia-, aseguró ella

-Pues tendrás que prestarle a tu hijo por lo pronto-, le dije mientras reía ante su regañina, Anton quería a Jaime como a un hermano y aunque mamá tenía algo de razón y ambos habíamos hablado de familia, -aunque nada de matrimonio-,  nadie había puesto fecha, simplemente disfrutaríamos lo que viniera.

-Mare estoy hablando en serio-, terminó ella mientras yo llegaba a la planta baja.

-Lo sé mamá, te juro que comprare una mascota para que Antón le de todo su cariño-, bromeé

-Olvídalo ¿Cuándo regresan?-, preguntó mientras yo sonreía contenta porque ella se hubiera rendido por el momento.

-Hoy por la tarde-, respondí, sintiendo la misma alegría que ella expreso antes de despedirse y colgar.

Me despedí de Mónica y salí hacia el aparcamiento, aun después de ya varios meses se sentía extraño no escuchar la larga despedida de Ava, pero sin dudarlo cada uno de los cambios que habían sucedido en este tiempo era para mejorar.

Después de ese día en la oficina, cuando Anton me enfrentó y me amó justo frente al espejo comprendí que necesitaba avanzar, necesitaba sincerarme conmigo misma.

Yo no podía seguir dando los cursos, no cuando había cometido errores, no cuando en su mayoría me había costado comprender en igual o mayor medida que a las mujeres que los tomaban, todo lo que en ellos se decían.

Después de casi un mes de pensar y buscar alterativas IDEAL sufrió varios cambios.

La empresa seguía ofreciendo cursos, pero ahora John se encargaba de buscar a los ponentes y los temas de interés, promocionarlos y haciendo que cada uno contara con un auditorio lleno.

Mientras Jonathan seguía mostrando haber encontrado el puesto perfecto, Ava había pedido un financiamiento becario y abierto una cafetería en la cual su principal atractivo era encontrarte una pareja.

IDEAL ahora contaba con un psicólogo, especializado en  terapia de pareja y una sexóloga.

Había tomado la dirección de la empresa a mi cargo, podía tomar decisiones, ser “agresiva” en las negociaciones y planear nuevas estrategias, hacía mi trabajo y era yo misma con virtudes y defectos, con mi mejor amigo y el hombre al que amo al final del día para mí… cuando no estaba frente a un escenario maravillando a todos con su filosofía sobre las relaciones entre hombres y mujeres.

Anton había tenido algunas dudas al principio pero yo sabía que no había nadie mejor para exponer sus ideas.

Mirarlo hablar al frente de un auditorio era completamente fascinante.

Ambos estábamos sorprendidos por el éxito y la extensión de sus conferencias, había llegado a la necesidad de contar con un asistente en sus viajes y de ahí que ahora Jaime pasara gran parte de su tiempo fuera de la universidad acompañando a Anton.

A pesar de que Jaime seguía siendo en muchos sentidos un adolescente despreocupado y con la errónea sensación de ser el dueño del mundo, el trabajo lo había ayudado a ganar experiencia para el futuro.

Subí al auto con una sonrisa mientras recordaba el rostro de mi hermano al cobrar su primer cheque de salario.

Miré mi reloj de pulsera fugazmente mientras salía el aparcamiento, tenía el tiempo justo para tomar un baño antes de que Anton llegara a casa y quizás recibirlo solo envuelta en una toalla.

***

Me quite los tacones al traspasar la puerta y mirar la escena familiar de la estancia, amaba esa casa, nuestra casa y ahora con algunos de mis muebles en ella solo faltaba el para tener el cuadro perfecto

Fui hasta nuestra habitación y me quite el vestido mientras sujetaba mi cabello en un moño flojo y me dirigí al cuarto de baño, terminé de desnudarme mirando la tina de mármol blanco.

Sonreí al recordar los problemas que causo el moverla de mi departamento a la casa, la realidad es que Anton mas de una vez había exclamado que me podría comprar dos y sería más barato y fácil.

Solo pareció dejar de mirarla con recelo cuando comprobamos que ambos podíamos bañarnos en ella perfectamente…

***

-¿Sabes que cuando compraste esa tina te imaginé con una gorra de baño con estampado de flores?-, la voz de Anton llegó a mis oídos en voz baja, giré un poco la cabeza para mirarlo en el marco de la puerta del cuarto de baño.

Sonreí mientras volvía a recostar la nuca sobre la orilla de la bañera, por fin, lo había extrañado demasiado.

-Debió ser muy sexy esa imagen-, le aseguré mientras recordaba mi propio recuerdo privado sobre esa tina, había gritado el nombre de él mientras yo misma me llevaba al orgasmo, quizás debería decírselo y decidiríamos quien tenía mejor imaginación.

Levanté una pierna y tomé la esponja mientras lavaba el agua en mi piel, sentía sus ojos sobre mí, a pesar de saber que no había cruzado el umbral de la puerta.

-Dime que tienes la gorra y será todo demasiado erótico-, siguió bromeando el en voz baja

Rodeé los ojos y levanté la otra pierna deteniéndome en acariciar mi pantorrilla

-No sé si sentirme insultada o halagada porque me hayas imaginado tomando un baño con el vestuario de tu abuela-, cuestioné en voz baja, Anton por fin avanzo hacia mí, bajando hasta quedar a la altura de la tina, de cuclillas a mi lado.

-Imaginaba a mi amiga, no debía pensarte sin nada de ropa, por eso el gorro con el no te imaginaba totalmente desnuda, ahora puedo mirarte deberías sentirte satisfecha-, murmuró mientras un largo dedo hacia pequeños círculos en el agua.

-¿Ahora ya no soy tu amiga?-, pregunté mirándolo fugazmente antes de sentarme derecha en la tina, mis pechos quedaron expuestos apenas, le sonrió solo un poco y sus ojos se encontraron con los míos, cálidos, seductores y conocidos.

-Claro que sí, mi mejor amiga, de hecho te hare el amor antes de ir con mi novia y hacerle la pregunta-, respondió con voz suave, antes de que siquiera pudiera entender todas sus palabras, sus manos enmarcaron mi rostro y me beso, lenta y seductoramente

Sabía que tenía que pedirle que me explicara aquello, pero sinceramente habían sido semanas sin él, la pregunta y su obvia respuesta podían esperar, junto con todo lo demás, me levante de la tina mientras él me alzaba en brazos, mojándole la ropa y riéndonos ambos en el proceso.

Mientras el agua en mi cuerpo se adhería a su traje oscuro, Anton delineaba mi cuello con sus labios.

Sus manos delinearon mi espalda hasta llegar más abajo y aferrarme, instándome a envolver mis piernas en torno a sus caderas.

-Arruinaras mi traje, cariño-, murmuró el contra mis labios mientras caminaba hacia la habitación

-Yo lo valgo-, susurré divertida a su oído

Me recostó contra nuestra cama y me miro a los ojos con una sonrisa cálida

-Siempre-, dijo en voz baja mientras lentamente bajó sus labios al valle entre mis pechos, lamió la humedad restante de mi piel, de toda ella, dejándola irónicamente mas... húmeda.

Mis pezones dolían de necesidad, uno envidiaba al otro mientras su lengua jugaba con ambos.

Se  levantó quedándose a horcadas sobre mi cuerpo haciéndome apretar los labios al sentir su erección contra mi vientre, solo un roce ligero, insuficiente e incitador.

Se quito la corbata por completo y desabrochó la camisa mientras yo hacía lo propio con su pantalón, sonreí al oírlo respirar de forma irregular y sisear cuando mi mano recorrió su longitud por sobre la tela negra de su ropa interior.

Anton no pudo evitar resquebrajar su expresión, se levantó desnudándose finalmente con movimientos rápidos mientras permanecía viéndolo apoyada en mis codos.

Se volvió hacia mí de nuevo, perfectamente preparara do y sin ropa de por medio, le sonreí antes de que tomara mis tobillos firmemente y me jalara hasta que mis piernas colgaran en la orilla del colchón. Lentamente se arrodilló frente a mí y mi respiración se aceleró mientras sus labios rozaban mis muslos.

-Te extrañe,-, admití mientras el respiraba contra mi piel sensible, enrojecida y húmeda.

-Ya estoy en casa cariño-, murmuró con una sonrisa y besó justo donde más ansiaba.

***

Llevábamos varios minutos en un silencio cómodo, mi respiración aun era algo irregular, no sentía los dedos de mis pies y mi vientre aun temblaba un poco.

Anton giró su rostro para mirarme, acostados lado a lado, me sonrió ligeramente y se levantó.

-Tengo algo que darte

Disfrute de la vista de su trasero desnudo al caminar, cuando salió de la cama y busco sus pantalones en el suelo, admiré, solo un poco.

Me levanté para quedar de rodillas en el centro de la cama, el volvió con una pequeña cajita de joyería entre sus manos, mientras se arrodillaba frente a mí pude mirarlo por completo, comenzaba a estar excitado de nuevo y aun así sus ojos siguieron fijos en los míos.

Se coloco frete a mi sobre la cama y tomó mis manos entre las suyas depositando la cajita entre nuestras palmas.

-Estos últimos meses han sido los mejores de mi vida, estar contigo es todo lo que quiero y necesite siempre-, sonrió solo un poco mientras yo parpadeaba para alejar las lagrimas de mis ojos.

-Pero soy un simple hombre, deseo reclamarte como mía ante los demás y que tú me hagas tuyo, deseo que todos sepan que tú me elegiste, ¿te casas conmigo?-, terminó mientras yo lo miraba y no pude evitar una sonrisa al ver su perfecto cuerpo desnudo, sus ojos con miles de sentimientos profundos y el hermoso anillo con un único diamante en nuestras manos.

Asentí sin poder encontrar las palabras mientras me inclinaba buscando sus brazos, el dejó el anillo sobre las sabanas y me estrechó contra su cuerpo, piel con piel.

-Te amo-, murmuré contra sus labios mientras el sujetaba mi nuca y nos inclinaba para sentir el peso de su cuerpo recostada contra el colchón.

Me besó de forma lenta y sensual, su lengua jugó con mi boca, haciéndola suya mientras su erección encontraba el punto exacto entre mis muslos. A pesar de alzar mis caderas solo se quedo ahí y me miró a los ojos.

-También te amo-, aseguró el acariciando mi mejilla con sus dedos.

Anton deseaba casarse y yo también, lo deseaba profundamente. Sonreí al recodar fugazmente la conversación con mi madre.

-¿Qué?-, preguntó el arqueando una ceja.

-Mi mamá gritara: ¡Te lo dije!-, murmuré entre dientes

-Te lo dijo, acéptalo-, sonrió

-Se supone que debes apoyarme, estaremos casados recuerdas-, inquirí mientras el negaba acercando sus labios a los míos.

-No cariño, a veces será una guerra… la única por la que vale la pena luchar

FIN