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Había pertenecido al periódico escolar por dos años, todas las fotografías en el eran mías, al verlo impreso sentía una clase de pertenencia con la escuela que no lograba con nada mas.
Había quedado con Adam de buscarlo después de acabar de entregar el trabajo sobre el concurso de química que se haba llevado a cabo hace unos días.
-Gracias por traerlas hoy, Nina-, me dijo Peter con una sonrisa.
Era el encargado del periódico, un chico alto de cabello negro y ojos enmarcados en gafas de montura gruesa sobre una nariz perfecta, dándole un aire intelectual y ,misterioso, la mayoría podrían considerarlo intelectual, pero sabía que había al menos unas cuantas chicas muertas por el.
Aunque el solo tenía ojos para una.
-No es problema, la fecha de entrega era mañana así que no me pediste un imposible-, le aseguré mientras tomaba mi mochila y comenzaba a caminar hacia la puerta.
-Nina-, llamó removiendo varios papeles de espaldas a mí.
Sabía que me preguntaría.
-¿Cómo esta Lara?-, preguntó apresuradamente, con una flor delicada hecha de papel tornasol en su mano.
Peter Smith estaba colgado por mi amiga, lastima que ella lo considerara un aburrido come libros.
-Bien, ella esta bien, estoy segura que lo comprobaste hoy tu mismo-, le dije con una sonrisa y el sonrió también, sus ojos negros brillaron y negó con la cabeza.
-Soy un caso ¿verdad?-, preguntó mientras yo me encogía de hombros.
-Todos lo somos a veces-, le contesté.
El me miró un momento tomando mi mano y colocándome la flor en ella.
-¿Para Lara?-, pregunté incrédula, hasta Peter tenía que saber que eso no seria del agrado de nuestra querida demonio.
-Es para ti, feliz cumpleaños...atrasado-, contestó haciéndome sonreír y sí, sonrojarme un poco, me sorprendía que aun después de una semana el se hubiera preocupado por el detalle.
-Gracias, es hermosa-, le aseguré y por fin me despedí saliendo hacia el pasillo.
Caminé hacia la cancha de futbol mirando la flor, me detuve en una de las esquinas de las gradas, noté como el entrenamiento acababa y Adam era rodeado por Daisy y otras dos chicas más, de las que no estaba muy segura cual era su nombre.
Otro chico llegó y abrazó a una de las chicas desconocidas dándole un beso antes de ir hacia los vestidores.
Daisy jugaba con su larga coleta rubia mientras se acercaba a Adam, le dijo algo al oído y el solo se sonrió mientras tocaba casi imperceptiblemente el cabello de ella.
Un nudo se me atascó en la garganta y de no ser por que el se despidió con la mano y caminó hacia los vestidores, no se que hubiera hecho, lo mas probable, salir de ahí llorando sin poder evitarlo.

Espere sentada en las gradas mirando la flor aun en mis manos, la cual había sido ligeramente arrugada, por suerte no había perdido su forma.
Trataba de dejarlo pasar, pero solo una imagen de ellos dos juntos me llenaba de incertidumbre, si el me viera como la miraba a ella tal vez no habría problema, pero no era así, a mi me seguía viendo como a su hermana molestosa o su amiga extraña, a ella, como la chica de diecisiete con largas piernas y sonrisa coqueta que ofrecía mucho mas de lo que yo quizás podría ofrecer.
-¿Que traes en la mano?-, preguntó Adam a mi espalda, me sobresalté y guardé la flor en la mochila.
-Nada-, le dije mirando hacia el frente, el se sentó a mi lado y trató de tomar mi mochila.
Lo miré sintiéndome extraña, solo necesitaba irme a mi casa.
El señaló la mochila de nuevo.
-Es solo un regalo de cumpleaños de Peter-, sonreí mientras el fruncía el ceño.
Pero al final solo se masajeó su nuca un momento y se levantó.
-Vamos-, murmuró mientras yo sonreía sin humor, ¿Qué había esperado?, que hirviera de celos como yo solo un momento antes.
Adam no era así, al menos no conmigo.

De camino a nuestra calle, traté de disfrutar de nuestros momentos juntos, pero el estaba mas callado de lo usual y ya había agotado la conversación básica así que saque mi cámara y bajé el cristal esperando alguna imagen interesante que captura.
-Nina, por favor-, murmuró entre dientes mientras yo tomaba una fotografía de dos niños esperando pasar en un alto del semáforo.
Me giré con una sonrisa y la cámara en mano.
-Tenía que tener esa imagen-, le aseguré mientras el rodeaba los ojos.
-Adam-, llamé y el se giró para ser captado por mi lente.
Me reí de su cara de sorpresa justo antes de que el arrancara el auto apretando la mandíbula.
-Ya basta-, dijo molesto y yo fruncí el ceño mirando la cámara en mi regazo.
-No es la primera vez que lo hago-, argumenté
-Pues quizás es la primera vez que admito que no me gusta, ¿nunca lo has pensado?, vas con tu camarita sin pedir permiso a nadie, que te da derecho a tenernos-, terminó mientras yo parpadeaba para alejar las lagrimas que se agolpaban en mis ojos.

Los siguientes minutos antes de llegar al frente de mi casa, se hicieron interminables e incómodos, por fin cuando aparcó fuera yo guardé la cámara que aun permanecía entre mis manos y acomodé la mochila en mi costado mientras ponía una mano en la manija de la puerta.
-Lo siento-, murmuró casi sin voz y yo cerré los ojos, esta vez no solo había sido indiferencia, esta vez, se había comportado como todos sus “amigos”, criticando lo que yo amaba.
-Siempre he tomando fotos Adam, pero no te preocupes no volveré a tomarte ninguna, soy capaz de entender las cosas, ¿sabes?-, le murmuré mientras el se pasaba una mano por el cabello.
-Nin-, me llamó pero yo solo abrí la puerta y bajé.
-No te preocupes, nos vemos mañana-, le aseguré cerrando el auto y me giré dándome cuenta que era la primera vez que me despedía sin un tibio beso en la mejilla.

Hice mi tarea después de cenar, ya había oscurecido cuando terminaba el reporte de la clase de literatura inglesa.
Me cambié la pijama y me puse a mirar las últimas fotografías que había revelado en la escuela, casi siempre juntaba cuatro rollos, uno por semana y miraba las tomas.
Había sacado dos el mes pasado de mi novio, al menos oficialmente eso era, mi novio, aunque ya no estaba muy segura, Adam ni siquiera se comportaba como uno, no del modo en que yo deseaba, no del modo en el que un chico enamorado se comportaba
Una de las fotografías era de el terminando un entrenamiento, otra, mi favorita, era una de la que no se había dado cuenta, la había tomado desde lejos, el estaba en el frente de su casa casi perdido en sus pensamientos.
El teléfono sonó distrayéndome, algunas fotografías cayeron al suelo mientras me levantaba de la cama para contestar.

-Mi papá es un imbecil-, murmuró Adam molesto al otro lado de la línea.
Todo dentro de mí se revolvió, enojo, alegría, amor, frustración y tristeza. Para Adam seguía siendo la mayor confidente, pero quizás no la mejor novia, me daba miedo que el lo notara y que se diera cuenta que le funcionaba mejor como amiga solamente, quizás su cariño y el mió no eran iguales.
-¿Por qué?-, le pregunté sentándome en la cama mirando las imágenes en el colchón.
-Esta saliendo con Ana Straford-, contestó entre dientes.
-¿La bibliotecaria?-, pregunté por reflejo, entendía la reacción de Adam, el y su papá había sufrido mucho cuando su madre murió, justo una semana después de que el cumpliera nueve.
Y aunque comprendía la reacción de el, no podía negar que su padre merecía otra oportunidad de rehacer su vida.
Esperaba que Adam lo entendiera poco a poco.
-¿Te lo dijo el?-, pregunté ante su silencio
-Si, salió con ella a una cita, dice que es su primera cita, pero en realidad no creo que el no se la haya jodido-, murmuro con tono hosco.
-Adam-, le regañé cerrando los ojos.
-Lo siento, es solo que estoy molesto-, aseguró mientras yo miraba de nuevo las fotografías, particularmente la de el sentado en su porche.
-Voy a tu casa-, le informé antes de colgar.
Me puse unos pants y una sudadera antes de bajar hacia la sala.
Mamá me permitió salir con la condición de que no tardara mas de media hora, obvio omití el hecho que solo estaría mi novio en su casa, aunque a quien le debería importar, hace mucho tiempo yo sabía que la relación de los dos, no era de esas de los libros en que los enamorados no pueden despagar sus manos uno del otro.
Suspiré ante mis pensamientos, caminando por la calle, el viento ligero despeinó un poco mi cabello mientras lo miraba sentado en el porche.
-¿Cómo estas?-, pregunté de pie frente a el a unos pasos.
El se encogió de hombros sin mirarme.
Sonreí con tristeza, aun estaba dolida con el, pero lo quería demasiado para mantener la distancia, me senté a su lado.
-Jamás pensé en que el pudiera conocer a otra mujer-, susurró
-Lo se-, contesté sin saber muy bien que decir.
-¿Por qué?-, preguntó, aunque parecía que no eran para mí sus interrogantes, así que elegí no contestar, solo me quede a su lado.
Nos quedamos muchos mas minutos de los que me habían permitido, en un silencio nocturno, la brisa movía nuestros cabellos pero no importaba, yo sabía que el necesitaba sacarlo, pues tampoco sería justo para el señor Spencer encontrar a su hijo aun demasiado molesto para entablar una conversación honesta.
Ellos necesitaban hablar.
Adam suspiró giró su rostro mirándome con una pequeña sonrisa.
Levantó su mano y enredó un dedo en mi cabello castaño, un juego de la mente cruel me hizo recordar la forma en que el había hecho casi lo mismo a Daisy.
-¿Y tu mochila?, son inseparables-, dijo un poco divertido, su dedo siguió rozando mi cabello haciendo la situación insoportable, me levanté zafándome de su tenue agarre.
-Es tarde, nos vemos mañana-, me despedí girándome.
Su mano tomó la mía haciendo que me detuviera, me giré lentamente para encontrarlo muy cerca de mi, Adam se veía confuso y un tanto molesto.
Por un segundo, uno casi imperceptible, sus ojos se desviaron a mis labios, podría jurarlo, después regresaron para encontrarse con mis ojos.
-Adiós, Nin, es bueno tener una amiga como tu-, murmuró y ambos nos tensamos justo cuando las palabras salieron de sus labios.
Hubieran sido las palabras perfectas para una noche en el porche, de no ser por que era su novia y no solo su vieja amiga de la infancia.