Momentos Amargos

Para mi más querida –y nunca, hasta ahora deseada- dependencia
Por que habrá más bates y golpes, te quiero.
 
 
Margarite entró en el amplio salón de la elegante construcción que era la casa de su amigo Fred en la campiña Italiana.
Para ella, visitar a Fred siempre era como una escape, como jugar con el barro cuando era niña sin nadie que viniera a decirle que pronto se mancharía el vestido si no dejaba aquello.
Miró a los demás invitados que en su opinión sobraban y ellos la miraban a ella, las tontas mujeres con sonrisas como rayos de sol y pestañas batiéndose al ritmo de sus abanicos la miraban casi horrorizadas, pues contra sus vestidos de faldas ondulantes y mangas llenas de ondas y encajes con los escotes pronunciados, ella solo llevaba un vestido sencillo, casi recto que se pegaba a su cuerpo con pequeñas mangas y que para nada concordaba con la moda francesa de finales del siglo XVIII.
Su vestido era azul plateado al igual que sus guantes hasta el codo, el cabello le había sido recogido en un moño con mechones escapándose aquí y allá, jugando casi coquetamente con su cuello.
Sonrió, pensando que ni siquiera en aquella prenda se sentía normal, de ser por ella llevaría los pantalones de hombre que utilizaba al pintar, importándole un carajo los chismorreos de la siguiente temporada en Londres, a pesar de que no reconocía a muchas de las personas que se encontraban ahí.
Ella siguió caminando con la barbilla en alto pero no vislumbró a Fred, un caballero con casaca azul y chaleco plateado, le hizo una pequeña reverencia ofreciéndole un copa de champagne, podrían combinar, trató de convencerse, si el llegaba a interesarle, lo cual no había conseguido aun.
-Alguien tan bello necesita compañía-, le aseguró el mientras ella reprimía el impulso de rodear los ojos.
-Creía yo que alguien de belleza inmaculada podría brillar sin ningún falso adorno-, respondió ella dejándolo por un momento en un sorprendido silencio que cualquier caballero debería tomar como vergonzante.
Ella tomó un poco del liquido de su copa, buscando a Fred, decidiendo que en realidad no estaba tan necesitada para “combinar” esa noche, como todas las noche anteriores, pero mientras sus ojos deambulaban otra vez por el salón, miró aquella espalda ancha de hombros cuadrados y el cabello corto color miel dándole la espalda, hablando muy cerca de una sonrojada mujer con ojos enamorados, de grandes pechos y escote…aun mas grande
Por poco y el cristal se rompe en sus manos.
-¿Sucede algo?-, preguntó el hombre frente a ella, pero no podía contestar, no podía por que como lo hacia cada que miraba al Duque de Gloucester conquistar con un simple sonrisa a otra mujer fascinada, todo lo que recordaba era su propia estupidez.
-Margo-, llamó la voz de Fred a su lado, quitándole la copa de sus manos, ¡Que mal!, era eso o el cuello del duque
-Margo-, volvió a llamar Fred con voz suave, ella lo miró por fin, del brazo de su enamorada prometida, como bien esperaba de su amigo ni a el ni a su futura esposa les habían importado las habladurías, el era Conde y pronto su querida señorita norteamericana seria la mujer de su vida, así que haba organizado un viaje a Italia y una fiesta en su honor, dejando atrás los chismorreos de dos novios durmiendo bajo el mismo techo.
En los ojos de su amigo había un disculpa no dicha, pero sinceramente a ella no le sorprendía, nunca podría ganarle al “apoyo entre caballeros”
-Gracias por venir-, le dijo Fred con una sonrisa vacilante
Ella miró al caballero de le había ofrecido la primera copa, se había alejado paso a paso hasta dejarlos de forma poco visible.
Mucho mejor, no estaba de humor para nada.
-Me empezara un jaqueca-, le contestó ella a Fred mientras su amigo le tomaba la mano.
-Ustedes dos tenían que estar aquí, compartir nosotros nuestra felicidad-, le dijo su amigo mirando a Anne Anderson, la inteligente señorita que había logrado conquistarlo.
Margarite se tragó una respuesta mordaz, ¿Cuánto les duraría la felicidad?, ¿Cuan efímero era el amor?, ¿Existía la perfección?
-Fue mi petición, ustedes son los mejores amigos del hombre que amo-, explicó Anne
-Ya estoy aquí, y el vestido costo mucho más caro de lo que en realidad lo vale-, fue toda su respuesta, y Fred rió ante la contestación fuera de todos modales.
-Gracias-, sonrió mientras el y Anne tomaban una copa con ella, haciendo que no notara como Lucian Wright, Duque de Gloucester se dirigía a bailar con la señorita italiana
Pero Margarite lo sabia, y se giró por completo para observar como el se movía junto al cuerpo femenino, un  perfecto calavera, y se lo habían dejado todo tan fácil, sin explicaciones, sin restricciones.
-Ella no esta enamorada de…-, comenzó Fred pero Margo, como sus amigos la llamaban, no lo dejó continuar
-Ya han desperdiciado dos bailes en mi, se de buena fuente que desearían estar abrazados-, puso lo demás a su imaginación y su amigo la miró entre divertido y preocupado.
Anne difícilmente la miraba directo a los ojos, Fred le había comentado que  su prometida la consideraba demasiado dura y explosiva, Margo sabia que lo era, pero aun así añoraba una amiga a la cual decirle que no era dureza, era protección y no era explosiva era simplemente una reacción al dolor, sin embargo les sonrió y Fred fue con su hermosa novia a colocarse entre las otras parejas que bailaban a la par.
La opresión en su pecho no se iba y no saldría corriendo, ella gozaba de los mismos beneficios, sin explicaciones, ni restricciones, pasó su miraba por el salón, mirando al elegante caballero de la casaca azul, peor deducía que una seducción lenta no era algo que ni su mente ni su cuerpo apreciaran, quería que el querido Duque miraba también su primera adquisición.
Un hombre levantó su copa cuando ella clavó sus ojos marrones en los suyos, le sonrió devolviendo el gesto y solo esperó hasta que terminara su bebida para acercarse a ella.
-Me otorgaría el placer de un baile-, saludó el con una pequeña reverencia, su cabello oscuro al igual que sus ojos gritaban italiano por los poros de su piel bronceada, era al menos unos años mas joven que ella, pero que diablos iba importar en este momento.
-Solo si hay un placer igual a cambio-, contestó ella solo para el, ganándose una sonrisa sensual de parte del joven.
Pronto estuvo moviéndose entre los demás bailarines, con sus manos calientes en su cintura y envolviendo su mano, quemando a través del guante, su mirada buscó por encima de su hombro para encontrar a Lucian hablando al odio de la joven que lo escuchaba concentrada y apretada contra el, moviéndose casi de forma imperceptible
El joven del cual no concia ni siquiera su nombre, buscó sus ojos.
-¿Qué hace una bella inglesa siendo amiga de Fred?-, le preguntó el, su modo irrespetuoso de hablarle era refrescante casi, tanto como para hacerle olvidar la mano de Lucian recorriendo la espalda de la mujer con el, casi…
-Lo mismo que tu, no hay muchos caballeros como el-, le respondió Margo
-Claro que no los hay, su inversión en mis negocios ha dado muchas ganancias-, terminó el joven mientras la estrechaba mas cerca.
-Si utiliza el mismo ímpetu en sus negocios, Fred tiene un buen socio-, bromeó ella en voz baja mientras el los deslizaba por entre las otras parejas, incluso entre un Lucian mucho mas tenso de lo normal, haciendo que ella sonriera al joven italiano mucho mas cerca.
-¿Cómo te llamas?-, preguntó Margarite
-El es Diago Montesori-, contestó Fred interrumpiéndolos, con Lucian unos pasos atrás y una Anne sumamente nerviosa.
Margo fulminó con la mirada a su amigo, mas sin embargo debía admitir que aun cuando estuvieran en Italia y no en Londres, las chismes no serian nada bienvenidos y ella no los necesitaba, necesitaba la paz de no ser el centro de atención.
-Mucho gusto en conocerlo Señor Montesori-, saludó ella mientras el le besaba la mano enguantada.
-Fue un placer-, contestó, como recordándole que debía ya dos placeres, y el cuerpo de Margo lo sabia sin embargo dudaba que el fuego fuera de excitación y no de furia
¿Por qué Fred no había interrumpido a Lucian, por que el ser hombre siempre le daba un ventaja?, una de las cosas por las que mas lo odiaba
El insoportable Duque con ese porte innato se colocó a su lado, sin ningún vistazo de la italiana con al cual había estado coqueteando todo ese tiempo.
-Diago, te presento al Duque y la Duquesa de Gloucester
Lucian le sonrió extendiendo la mano hacia un hombre perplejo, para nadie había sido ajeno el hecho que ninguno de los dos se había dirigido la palabra, inclusive habían llegado por su cuenta.
Al vivir en casas diferentes era algo que podría explicarlo, sin embargo Margo se ahorraría el esfuerzo.
El socio de Fred estrechó por fin la mano y la miró a ella como buscando una respuesta que sinceramente ella no se había detenido a contestarse a si misma
Diago se disculpó como pudo y los dejo solos, Anne la miró con apoyo, como si no hubiera estado contenta con la forma en que al final, ser esposa de Lucian la había atado de pies y manos.
-Ahora si tengo jaqueca, si me disculpan, tendré que retirarme-, dijo ella en un teatral decoro.
Lucian se rió entre dientes burlándose y Fred carraspeó molesto.
-No es necesario que te vayas, será mejor que hagan esto por mi-, lo dijo mirando a su mejor amigo.
-Puedes quedarte en una de las habitaciones, he pedido que la preparen pata ti, exclusivamente-, le dijo Anne mientras Margo se tensaba
-No es necesario, me quedare en la ciudad-, aclaró ella.
-Seria una tontería regresar por el camino a esta hora, una verdadera insensatez-, replicó Lucian por primera vez.
-Es una de las virtudes de tu esposa, deberías recordarlo-, le aseguró Margarite, alejándose para buscar a otro sirviente con una copa, no salió corriendo como hubiera necesitado pues Fred y Anne no lo merecían, se quedo, aplaudió y brindó cuando Fred le declaró una vez mas el amor a su mujer americana.
Fue hasta ellos minutos después y pidió el favor de retirarse, ellos aceptaron siempre y cuando fuera a descansar a aquella habitación preparada para su visita, asintió sin mucho discutir, no era estupida, y sus ojos no podrían contener lagrimas que ansiaba derramar, pues Lucian había vuelto a hablar con su italiana, sin bailar al menos, guardando algo del decoro que le faltaba.
Sin embargo saber sobre las amantes de su esposo no le importaba, verlo y pisotear su dignidad, claro que si.
Una joven del servicio subió con ella las escaleras de la silenciosa casa y le mostró su habitación, Margo desistió de la ayuda con su vestido y la doncella la dejó sola cerrando la puerta
La cama de dosel era exquisita pues la gruesa y calida madera quitaba el elegantísmo ingles y dejaba el candor italiano.
Los muebles eran sencillos, pero era una habitación calida, Margarite fue hasta la ventana y miró hacia los jardines y el cielo oscuro iluminado solo por unas cuantas estrellas.
-¿Esperas que el suba por el balcón?, no eres tan romántica-, habló una voz que conocía muy bien, una voz que estaba en sus sueños y aun mas en sus pesadillas
-No deberías haber entrado aquí-, le dijo a Lucian, mirándolo con la barbilla en alto, la ultima vez que habían estado juntos, había sido en el entierro la madre de el, hacia medio año, Margo la estimaba y había estado ahí, sin embargo el estuvo completamente imperturbable, era la ultima vez que el Duque y su esposa habían sido vistos en publico, en la intimidad de una habitación…el tiempo era circunstancial, no pasaría.
-Eres mi esposa, será menos escandaloso que dormir en otro lado-, dijo el encogiéndose de hombros.
-No me interesa donde duermas, ni siquiera por el chismorreo, no dormirás aquí-, le dijo ella dándole de nuevo la espalda
-¿Te imaginaste acostándote con el?-, preguntó Lucian mientras Margo sonreía de forma irónica, los hombres eran insoportables con su espíritu machista y de competencia, pero sin embargo le contestaría con la verdad.
-Si, su piel era caliente aun a pesar de la tela-, murmuró mientras oía el sonido de la tela rozando antes de que Lucian la girara sin previo aviso, sujetando sus antebrazos.
Miró los ojos verdes repletos de un sentimientos que no supo como definir, miedo, deseo, odio.
Su casaca era negra con brocados dorados y su vestido fue a dar a aquella tela, mientras el la acercaba.
-Mi esposa no tendrá un amante-, le aseguró
Ella lo aventó alejándose de la temperatura que desprendía su cuerpo y el olor a madera de su loción que ella no había podido olvidar
Que hipócrita, que estupido
-Pero el gran duque si puede tenerlas, ¿no es lo que viniste a decir?-, le preguntó
El bajó la mirada como si estuviera avergonzado
-Ya no mas, desde hace meses, ya no mas-, le aseguró el
Margo se rió y le dio la espalda caminando hasta el tocador para ver como mas mechones rubios se escapaban de su moño.
-Lo comprendo, nada de amantes, solo compañeras de baile, me parece perfecto, buenas noches-, lo despidió ella mirando a la puerta
-Ella solo es una viuda que necesitaba un compañero de baile-, le explicó
-Por supuesto, nunca he dudado de tu generosidad Lucian-, le recordó ella
-Por si lo has olvidado la quitaste la virginidad a una chiquilla que quería vengarse de sus padres-, terminó Margo con la voz agitada
-Tu eres esa chiquilla y no me dijiste nada de la venganza-, habló el conteniendo el aire ante cada palabra
Se acercó a ella con pasos decididos, sosteniendo su rostro con ambas manos para que no pudiera hacer otra cosa más que mirarlo, mirarlo y recordar.
Sus padres habían sido siempre de la clase media alta, lo que significa que siempre aspiraron a más, sabiendo que algún día, su hija, su “hermosa hija” se los daría.
Para ello habían acordado un matrimonio, con la madre de Lucian, la Duquesa era viuda y la mujer mas amable que Margo hubiera conocido con tanto poder.
Toda persona inteligente habría visto que Margarite Green no tenia nada que ofrecer a un futuro duque, pero la Duquesa solo había sonreído cuando Margo había ido a pedirle que rompiera el compromiso, ella no quería casarse, ella no quería un hombre, ella quería pintar, como los grandes artistas de la época.
La madre de Lucian le había dicho que la decisión estaba tomada y que su hijo y ella se casarían dentro de un mes, así de sencillo.
Entonces ella había ido a la ciudad junto con una amiga a una de las pocas mansiones de Mayfair que conservaban aun su esplendor, una fiesta para nada buena en su reputación, gracias a que su compañera era la amante de uno de los asistentes podrían entrar sin problemas y así lo hicieron.
Luego ahí estaba el, un hombre apuesto, mirándola sin acercarse, sin reírse como tonto o metiéndole la mano a todo lo que se movieran, solo era un joven de cabellos color miel y los ojos mas verdes que ella se hubiera imaginado, caminó hasta el y no dijo nada, solo se quedaron frente a frente.
-No parece que sea un lugar para usted-, le había dicho entre divertido e intrigado, ella se encogió de hombros.
-Entonces escoja un lugar adecuado mi señor-, contestó mientras el la escoltaba hacia lo jardines y aun mas allá hasta llegar a un pequeño balcón escondido entre los arbustos.
-¿Por qué?-, le había preguntado el, sentado uno al lado del otro, con los dedos masculinos vagando por la línea de su cuello, como si supiera que era la primera vez con un hombre, en esa situación
-Por un beso de verdad, por que necesito recordarlo cuando…-, se interrumpió respirando fuertemente.
-¿Cuándo que?-, preguntó el.
-Cuando me case con un hombre que no conozco, pero juro que jamás tendrá nada de mi, yo no quiero casarme, no quiero-, se le quebró la voz y eso bastó para que el la besara, su primer beso, y no fue gentil, sin embargo mucho mas poderoso de lo que ella se podría imaginar y mucho mas pasional, su cuerpo se estremeció, el corsé le estorbaba y sus pezones le raspaban contra la ropa.
El se separo casi a regañadientes.
-Ya lo tienes-, le sonrió con tristeza
-No es suficiente-, aseguró ella y se sentó contra el a horcadas arremangándose las faldas mientras el contenía el aire.
-Tu marido espera tu virtud-, le dijo e en tono bajo
-Cuando se de cuenta que se ha casado con una mujer sin valor su vida será tan despreciable como la mía-, le aseguró besándolo de nuevo
Sus lenguas se encontraron si ton ni son, ni bailes ni danzas, el chupó su labio inferior antes de separase de nuevo
-Podría repudiarte-, le dijo el casi con voz agónica, ella se dio cuenta que el movimiento de sus caderas provocaba las reacciones de su cuerpo y se frotó una y otra vez, sus sexos separados solo por la muselina de su ropa interior y los pantalones de el.
-Entonces seria libre…y si no lo hace, cada vez que me toque pensare e ti-, susurró mientras el besaba su cuello.
-Y yo pensare en ti-, terminó mientras la tumbaba sobre el césped.
El agarre de las manos de Lucian en su rostro regresó a Margo a la realidad parpadeado contra las lagrimas.
El no fue delicado y después del dolor de la perdida de su virginidad la recompensó con caricias hasta que ella conoció lo que era un orgasmo, lo que era perderse en las manos de un hombre, pero ese hombre que ella en silencio le dio su alma y corazón al igual que su cuerpo, ese hombre, era el mismo que la esperaba en el saloncito de la mansión donde la Duquesa anunciaba el compromiso de su hijo.
-¿Como crees que me sentí cuando te vi?-, le preguntó Lucian en el presente, aun con las manos en su rostro
-Mi prometida había ido a perder su virginidad con un extraño, me odiaba sin siquiera conocerme-, terminó el.
-Aun te odio-, dijo ella en tono bajo.
¿De que servia ya no ser virgen?, el era el único hombre con el que había estado, que importaba que el pensara lo contrario
No hablaron hasta el día de la boda, cuando ella le dejo muy claro que no le dejaría tocarla.
Y el insistió durante semanas, hasta que un día se rindió.
-Pudo haber sido cualquiera-, le había dicho Margo, era un cruel juego del diablo que su prometido, -al que no conocía-, le hubiera arrebatado la virginidad.
Así que el le ofreció todo a cambio de nada, a cambio de vidas separas, sus pinturas por soportar sus amantes, mujeres que según el si lo aceptaban y que no era traicioneras.
-Suéltame-, rugió ella con la voz quebrada, dándole la espalda sujetando uno de los postes de la cama
¡No llores, no llores!
-No he dormido con nadie desde el entierro de mi madre, y no dejare que tu duermas con nadie mas-, susurró el
-Yo puedo planear mis encuentros íntimos-, le replicó ella
-No-, aseguró el detrás de ella, erizando la piel de su cuello.
-¿Por qué cambiarias, por que te has mantenido sin tus mujeres dispuestas?-, le preguntó ella irónica
-Por que me di cuenta que podría perder a la única persona que me importa ya, por que estaba demasiado enojado y molesto contigo durante dos años pensado que tu podrías haberte acostado con cualquier otro regalándole lo que me correspondía a mi-, habló contra su oído mientras Margarite se retorcía intentado salir de su cárcel
-Tu y mi madre eran las personas mas importantes en mi vida, y me cansé de no luchar, me cansé de que al final fuera como dijiste, quiero a mi esposa, y fui un idiota al traicionarte cuando me rechazaste por tanto tiempo, solo quiero una oportunidad, quiero ser tu amante, tu amigo, quiero verte pintar, Margo, te necesito, te a…
-¡Cállate!-, gritó ella retorciéndose peor el la empujo contra el poste manteniéndola encerrada.
-No, muchas veces tu me gritaste tu odio, la forma en que tus padres pisotearon tus sueños, pero yo te he permitido tenerlos, he visto tu trabajo, ahora, dame mis sueños, quiero a la chica de aquel jardín, quiero  a la mujer de la que me enamore-, terminó el mientras ella lloraba
-Ella ya no existe ni aquel hombre tampoco-, sollozó
-Puedo demostrarte que si, puedo hacerlo Margarite-, murmuró el besando su cuello y ella chilló retorciéndose, resistiendo
-Sabes que el dolor también es placer, ¿recuerdas?-, murmuró Lucian comenzando a levantar su vestido besado su cuello de nuevo
La lágrimas le quemaban, las piernas temblaban mientras su corazón latía como loco, odiaba a Lucian, se recordaba una y otra vez, pero su cuerpo lo recordaba, lo animaba, lo odiaba por que aun amaba  al extraño que la tomo sobre aquel césped húmedo con la brisa nocturna.
Ella entendía sus palabras, el dolor de aquella primera vez había dado paso a un clímax exquisito, la forma en que el había bebido de ella, ahí en el centro de su ser, sobre la humedad de la tierra mojada
El había ya levantado completamente su vestido hasta su cintura mientras ella trataba de alejarlo, sin embargo el poste frotaba delicadamente contra su vientre y entre sus piernas, su ropa interior estaba húmeda y eso solo la hizo morderse el labio hasta sangrar.
¡No!, no quería ser presa de el, no quería ser una esposa para el dispuesta como todas las demás, como la chiquilla tonta que busco un extraño para vengarse de su matrimonio arreglado.
-¿Por qué estabas ahí esa noche?-, le preguntó entre dientes buscando distraerlo, pero Lucina ya frotaba sus pechos suavemente empujando sus caderas contras las suyas, trasmitiéndole un calor mucho mayor que el del joven italiano.
-Por que me casaría y me convencieron de asistir, yo tampoco quería casarme Margo, no hasta que te vi en casa, hasta que la misma mujer de mis sueños sería mi mujer-, respondió lamiendo el pulso en su cuello, besando su oreja mientras ella sollozaba pero su cuerpo ya hace mucho se había rendido sosteniendo el poste solo para no caer ante las débiles rodillas.
-Pero eso no te impido engañarla-, susurró con los celos de todos aquellos meses a punto de escapar.
-No me querías, me lo dejaste claro, no querías que te tocara, también lo dejaste claro, pero seguía insistiendo, seguía buscándote hasta que me dijiste que yo solo había sido un fallo, debías haberte acostado con un extraño, y que volverías hacerlo, …lo hiciste-, terminó deteniéndose un momento sujetando sus caderas sin otro movimiento.
-No, no lo hice-, rió ella sin humor
-Solo te hice creer lo contrario, y funciono, me dejaste en paz-, terminó ella
Cuando pensó que aquella muestra de sus mentiras lo haría alejarse, solo la besó en el cuello casi con devoción
-Perdóname-, susurró contra su piel
¿Le había creído?, tan fácil, ¿Qué pretendía?
-Pero tú no puedes decir lo mismo, tú si llevaste a otras extrañas a tu cama-, terminó ella deseando aun que se alejara.
-Si…pero no tantas como piensas, solo dos mujeres y en cada ocasión…PENSE EN TI-, terminó mientras tiraba de la tela de su escote desgarrándola, tomando sus pechos con ambas manos, sintiendo las puntas erguidas, mientras abría su piernas completamente, apoyando su espalda contra el duro pecho.
El corazón de Margarite podría pararse en cualquier momento descarrilando su ritmo, al sentir su cuerpo abriéndose hacia su extraño, aquel que había amado desde el primer beso y a su esposo que deseaba incluso aunque odiara la idea, aunque eso doblegara por primera vez su carácter, una deliciosa sumisión gritaba su sexo húmedo.
El gimió al acariciar por sobre la tela mojada mientras besaba su barbilla
-Bésame Margarite-, pidió a su oído mientras solo una mano la sujetaba, la otra trabajaba en su espalda baja librándolo de los pantalones y bajando la ropa interior de ella, dejando que el húmedo y calido aire de la habitaciones se deslizara por su piel.
-No-, gimió ella al sentir la tensión de la piel de su miembro sobre sus caderas y más abajo en esa cuna vibrante.
-Por favor Margarite, solo un beso de verdad, por que necesito recordarlo cuando no te tenga…-, terminó el con las mismas palabras que ella había pronunciado la noche que se conocieron, la misma necesidad y el mismo anhelo, echó su cabeza hacia un lado, recargándola sobre su hombre dejando que capturara sus labios, su lengua apenas rozó húmeda sus labios secos por la expectación y rugió haciendo que el sonido se quedara en la garganta femenina, el peor beso y el mejor.
Ella sujetó el poste aun mas fuerte inclinándose mientras el acariciaba sus pezones con ambas manos y entraba en ella de un solo y duro golpe, el sonido de sus pieles chocando era mejor que la melodía de cualquier pianista, era decante y oscuro y maravilloso.
-¡Si!-, exclamó ella sin voz mientras el besaba sus hombros y su espalda, sus manos retorciendo hasta un punto casi doloroso sus pezones, aventándola hacia la cima, y amarrándola en le borde, un perverso y maldito juego.
-No juegues conmigo Lucian-, gimió entre dientes y el se rió besando su cuello, lamiendo su oreja y relatizando el ritmo de sus embestidas.
-Dilo-, pidió el jadeante
-Hazme estallar Lucian…por favor-, la suplica que ningún otro hombre había tenido, la suplica que ninguna persona mas oiría de Margarite, era demasiado orgullosa para dejar en las manos de otra persona segundos de su vida…hasta ahora.
-Te amo-, besó el su oído al decirlo y la inclinó por completo mientras entraba y salía, una y otra vez sujetando con una mano su cadera y con la otra alcanzó el punto perfecto para hacer justamente lo que ella le había pedido.
Mientras su orgasmo la atacaba, Margo sintió su torso vibrar y su miembro estallar dentro de ella.
El silencio de la noche calida solo era cortada por sus ásperas respiraciones, poco a poco el la liberó y la brisa en comparación al cuerpo de Lucian la hizo estremecer, dejo que sus ropas rasgadas cayeran, su vestido y las demás inútiles capas, se sentó en la cama sin mirarlo, tratando de alejarlo, pero ahora que el se había sincerado ella podría hacer lo mismo.
Lucian le había dicho que la amaba, ella necesitaba muchísimo tiempo mas, pero lo intentaría.
-Tenía miedo, era más fácil aborrecer a un esposo sin cara, era más fácil culparlo de la avaricia de mis padres-, susurró
El la miraba de pie frente a la cama, la única parte visible de su cuerpo era su pene y la extensión del vientre que permitían los pantalones desabrochados, una parte que acrecentaba la virilidad y porte del traje
-Y tu encontraste una amante, ¿Para que necesitarías una esposa?-, recordó ella, sin ánimos de pelear.
-No la quería, pero no podía sacarte de mi cabeza-, aseguró el
Ella miró como Lucian se acercaba y su cuerpo reaccionó ante tal cercanía, casi había olvidado que estaba desnuda, pero sus ojos verdes viajaron desde la curva de su cuello hasta el valle entre sus piernas, ella las abrió, en un acto reflejo del cual no hubo culpa, y el avanzó otro paso quedado entre sus piernas.
Margo por primera vez comenzó a desnudar por completo a su esposo.
Desabrochando el chaleco y la camisa, mientras el terminaba de quitarlos, bajó los pantalones y acarició la erección creciente haciéndolo expirar con fuerza.
Ella besó fugazmente la punta de su miembro mientras el apartaba el cabello rubio de su rostro.
-¿Sabes por que mamá te eligió a ti?-, preguntó Lucian mientras Margarite negaba mirándolo a los ojos.
-Por que yo no quería una debutante quejumbrosa, una chiquilla lista para tener hijos de los cuales se olvidaría, yo quería a una mujer…y eso fue lo que encontré-, terminó mientras Margarite bajaba la mirada evitando que viera su sonrisa y tomándolo de nuevo en su boca.
Horas después, buscando sentir el calor de aquel cuerpo calido contra el suyo, Lucian parpadeó ante la luz de la mañana colándose por la ventana de la habitación, sin embargo ella ya no estaba ahí, ni siquiera tendría que buscarla, ni llamarla como un chiquillo enamorado, se había ido
Giró para mirar el costado de la cama vacío y encontró un papel doblado en su almohada
El corazón comenzó a latirle rápidamente mientras lo tomaba
 
Espero verlo de nuevo mi estimado Duque.
Necesitare un nuevo modelo para mi próximo cuadro, un bello extraño desnudo
Margarite
 
Lucian sonrió sujetando con fuerza la nota, un paso a la vez, se recordó, conquistaría a la única mujer que quería en su cama de ese día en adelante y el camino olía a una gloria exquisita, mientras las palabras de su madre volvían a el, las ultimas palabras antes de que muriera e paz.
-¿Para que crees que existen los amargos momentos Lucian?, como distinguirías los instantes felices sin ellos…
 
 
Cel

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7 Comentarios

  1. MUY BELLA HISTORIA WOOOOOW!!!!! QUISIERA SABER MAS DE ELLOS WOOOOOOOW!!!!!!!!!!!! ESTOY EMOCIONADA ME ENCANTO LA PAREJA DE MARGARITE Y LUCIAN... HAY NO SE QUE MAS ESCRIBIR.... CEL ERES SENCILLAMENTE Y SIMPLEMENTE MARAVILLOSA....

    BESOS DESDE HONDURAS.

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  2. hola Cel que buena historiaa!! me encantoo la historia de ellos dos y la nota que le dejo ella estuvo espectacularr!!! je! y esta frase me fascino: -¿Para que crees que existen los amargos momentos Lucian?, como distinguirías los instantes felices sin ellos… estuvo magnificaaa...bueno besoss!!!!

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  3. _angie_Ѽ_cullen_17:44:00

    WoOo!!!
    Sin palabra...
    Simplemente perfecto...
    ME ENCANTO!!! :D

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  4. ooh quiero mas... no habra continuación? me fascino la historia

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  5. ohhh me gusto mucho, ademas me encantan las historias de apoca, las encuentro geniales...

    saludos

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  6. Genial, simplemente genial
    Toda la historia, la impotencia de ella por un matrimonio arreglado, como el destino se encargo de que su acto de venganza y rebelion, la llevara a su amor...
    Y el hecho de sentir tanto dolor, por el amor que sentia, y saber que al final de todo, era totalmente correspondido...
    Magnifico!!!
    Me encantan las historias así!!
    Bravo!!

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  7. Anónimo22:01:00

    Wooo!
    muy buena historia, me encantó :D

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Deja que fluya...