La guerra del amor VII

Bando uno

Mare

Cuando giré el auto hacia la calle de Anton, me miré en el retrovisor, hice una mueca ante las tenues ojeras, producto de mi maratón de la serie “Doctor sexy” de la noche anterior.

Estiré mi mano por inercia hacia mi bolso buscando el maquillaje, parándome en seco ante lo absurdo del pensamiento.

Sonreí, negando con la cabeza, Anton debía estar en las mismas condiciones y señales del desvelo.

Además para mi plan, tapar los poros de mi piel seria una tontería, quería una tarde haciendo lo que se nos antojara, solo el y yo.

Anton había cuidado a Jaime, el idiota hasta había conseguido que “Sasha y Honey” bailaran con mi hermano, ¡Al mismo tiempo!, según el.

Aparqué sonriendo mientras miraba hacia el recinto sagrado de mi socio.

Una mujer recorría el último tramo hacia la acera, iba con ropa del día anterior, no era muy difícil deducirlo

Se hecho el cabello corto hacia atrás acomodándolo con una facilidad que me hizo rechinar los dientes

Sus mechones rubios brillaban ante el sol de la mañana sabatina como dándole la bienvenida, o quizás despidiéndola después de una “gran noche”

Ella me notó mientras empezaba a cruzar, de pronto fui conciente del auto aparcado en la acera de enfrente, tuve que bajar forzando cada músculo a moverse, no seria yo la que me congelaría ante el apetitoso helado de vainilla.

No debía sorprenderme, a Anton parecían gustarle todos los sabores posibles.

-Hola-, saludó ella con una sonrisa, casi cómplice

Me obligué a sonreír de vuelta, a pesar de que parecía no haberme quitando la última mascarilla facial.

Esta acostumbrada a saber que el no era un santo, pero no a ver una mujer hermosa salir de su casa, era extraño, difícil y…muy molesto.

-Hola-, respondí mirando hacia la casa, ¿Se habría quedado a dormir?, ¿Toda la noche?

-Déjame adivinar, tu debes ser Mare-, dijo con la voz dulce, amable, aunque me sentí como si ella fuera una maestra tratando de explicarme algo bastante complicado para mi entendimiento

Enarqué una ceja, recordándome que no tenia por que tener ningún sentimiento hacia ella, no era yo la que llevaba ropa de noche aun, sin embargo de pronto mis jeans y tenis me parecían simples.

-¿Te conozco?-, le pregunté y ella negó sonriendo.

El no podía haberle hablado de mí, me estaban entrando ganas de subirme al coche y salir de ahí.

-Digamos que he “odio” sobre ti-, aceptó misteriosamente

-¿Visitas a Anton a menudo?-, le pregunté, algo en ella me hacia sentir estupida como si supiera algo que yo ignoraba

-No, fue una visita excepcional-, me contestó

-Me sorprende…-, especté dejando al aire su nombre, ella me miró casi como si fuera su chiste privado, jamás había sentido el acido quemando mi estomago como en estos momentos, no quería nombrarlo, no podía

-Aby-, se presentó aun sonriendo.

-Regularmente todas las mujeres desean visitarlo más veces-, seguí, ella no dejaba de sonreír, por primera vez en mucho tiempo quería estar en mi cama, debajo de la almohada

Solo me imaginaba a Anton junto a ella, con aquella sabiduría acerca de los juegos del amor, esa que el me había explicado, la misma que había hecho que yo pudiera recuperarme en la Universidad

-Anton tiene la capacidad de dejarte un poquito enamorada de el-, admitió casi con nostalgia.

-No eres la única-, le sonreí pensando aun en el boicot de la cafetería

-Claro que no, el problema será cuando el este "algo enamorado" de una de esas mujeres Mare, ¿No lo has pensado?-, terminó subiendo a su auto tan sonriente como la brisa que azotaba mi coleta.

La miré alejarse en aquel auto mientras miraba el mío propio, podría irme, de hecho estaba muy enojada, y en realidad no alcanzaba a racionalizar el por que, di un paso hacia la puerta del conductor tintineando las llaves.

No lo admitiría jamás, jamás, no estaba celosa, no lo estaba.

-¿Mare?-, la voz de Anton rompió el típico silencio de una calle residencial

Apreté los dientes, al levantar la vista el sonreía de lado, llevaba una cubeta roja en la mano, una botella de algún líquido para auto y una esponja.

Me giré saludándolo sin ganas, avancé hacia la entrada, el lleva un short de cargo y una camiseta que se amoldaba a su cuerpo, aquel juego de imágenes no era bueno, la rubia quedaba perfecta a su lado, en realidad todas quedaban, siempre había sabido que Anton era el tipo de hombre que te haría ser la única mujer del mundo y la mas poderosa.

Dejó las cosas en el suelo y acortó lo que restaba de nuestra distancia.

-¿Qué haces aquí cariño?, preguntó mirando mis deportivas con una ceja divertida

-Me perdí-, murmuré sin humor

El frunció el ceño, pero recompuse el semblante antes de cualquier pregunta, debía olvidarme de estupidos sentimientos, solo era Anton, siempre había sido así, el que mirara lo que ya sabia solo era la constatación de una hecho, solo…

-¿Mare?-, pasó una mano frente a mi cara.

-Es el calor me hace mal-, admití mientras el sonreía, entramos a la casa y me sirvió un enorme vaso de agua.

-Agradezco que te hayas perdido, pero ¿tienes algún plan aparte de extraviarte?-, preguntó haciéndome reír.

-No, pero creo que tu si, principalmente apoyo los auto lavados, iré a mirar algún especial de Discovery-, le dije terminándome el agua, el sonrió algo confuso.

-Lavar el auto puedes ser divertido-, me espectó

-Para los amantes de Car and Driver quizá-, le contesté, el se acercó, casi podía sentir su respiración en mi oreja, me tensé por completo, un reflejo que el notó y que no pude reprimir, había dormido con ella, no podía sacármelo de la cabeza, y dormiría con muchas mas, algún día, Aby tenia razón, alguien se quedaría mas de una noche.

Se alejó solo un poco pero tomó mi mano

-Vamos te mostrare que es divertido-, salimos de nuevo hacia fuera, Anton entró de otra vez para traer otra cubeta, lleno ambas y poniéndole un liquido que pronto hizo bastante espuma.

-¿Me pagaras por esto?-, le pregunté, sonó mucho mas hosco de lo que recordaba, por primera vez el se olvidó de las bromas y me miró contrariado.

-¿Pasa algo?-, preguntó

-No-, le contesté sosteniendo la esponja húmeda en mis manos.

No hagas esto Mare, no lo hagas, me recordé a mi misma

Me agaché de nuevo y mojé aun mas la esponja

-Aun me pagaras-, le dije sonriendo, el se relajó solo un poco y se fue al otro extremo del auto

Pronto comencé a sudar, y el también, cuando me abaniqué un poco, el sonrió y sin mas se quito al camiseta, le hice una mueca, mostrar el sujetador no esta en mis planes, nunca.

Aparté la vista de su cuerpo, el era atractivo, demasiado, definitivamente debía haberme quedado frente al televisor, ¿que no se daba cuenta?, ¿que no recordaba que era una mujer?, algo en mi cuerpo no estaba bien, me cansé de sentir como si Anton pudiera ser el mismo junto a mi, pero yo ya no podía.

Me ocultaba cosas y no me explicaba por que dejaba a mujeres dormir en su casa, se quitaba la ropa frente a mí como si fuera el hombre más horrendo del mundo.

Apreté con más fuerza la esponja, la espuma resbaló hasta mi codo antes de sentir el mismo frío líquido deslizarse por mi espalda.

-Te dije que seria divertido-, me recordó, mojándome por completo la blusa, gemí por la sensación, y lo fulminé con la miraba echándole la esponja contra la espalda cuando se alejaba.

-Vamos cariño, admítelo-, pidió mientras yo tomaba la cubeta entre mis manos, lo perseguí alrededor mientras el corría un poco antes de detenerse.

-Solo por que te quiero-, levantó las manos en señal de rendición, era la misma mirada de la primera vez, cuando estaba echa un mar de lagrimas, como cuando me enseñó a no mirar a ningún hombre mientras masticaba una fruta, cuando nos quedamos viendo películas hasta que amanecía, la misma que recordaría siempre, bajé la cubeta sonriendo mientra algo dentro se quebraba.

No hagas esto Mare, seguía gritándome mi mente

El se acercó y me devolvió la esponja.

-Aburrida-, susurró

-Bribon-, le especté

Terminamos de lavar el auto y pronto intercambió las cubetas con agua sin espuma, le miré terminar de secar el auto mientras yo barría el tiradero de agua en la acera, el se agachó para poner un liquido a la llantas mientras entraba a la casa para tomar mis llaves.

-Luego te paso la factura chico listo-, le anuncié mientras me miraba desde el suelo.

-¿Te vas?-, preguntó

-Tengo clase de Macramé-, le bromeé mientras el se reía entre dientes.

-Te invito una pizza-, me ofreció

-No es pago suficiente-, le recordé mientras miraba sus ojos

No me pasa nada, solo olvídalo, le pedí internamente

-Tengo que preparar algunos detalles del curso, este grupo pagó una semana mas, son algo…entusiastas-, le expliqué mientras el asentía, se levantó y se acercó, estirando su mano hasta posarla en mi nuca, en un solo movimiento deshizo mi coleta.

-Ahora si, estás lista para dejar infartadas a tus compañeras del Macramé-, siguió mientras rodeaba los ojos.

Cuando subí al auto aun tenia la piel de gallina, y me odié por ello.

El resto del día pasé haciendo todo lo posible por no notarlo, me acosté temprano y dormir abrazando fuertemente la almohada escapando de la realidad.

Dos días después, cuando llegué a la oficina, Ava tenia la energía típica de los lunes pero sinceramente me sentía como una mezcla agridulce de el Grinch y una señora con resaca, le sonreír subiendo a mi oficina antes de iniciar el curso.

Miré con algo de sorna los expedientes de las integrantes del curso que se suponía miraría el fin de semana, los cursos casi siempre eran un tanto motivacionales, pero muy externos, todas habían estado de acuerdo en pagar otra semana, pero en elegir los temas, las amigas witch, como las llamaba Anton habían sido las incitadoras.

Carmen y Esther tenían 40 y 38 respectivamente, mientras la primera había sido engañada por su esposo y por consiguiente era una recién divorciada, la segunda se consideraba a si misma solterona

Todas las demás mujeres habían estado de acuerdo, era el grupo más memorable que recordara en varios meses, abrí el primer expediente alejándome de todos mis propios pensamientos.

Había llegado a la conclusión que todo eran simples tonterías, algo provocado por SPM.

No tenia nada que ver con el, y no arruinaría nada de nuestra relación con pensamientos absurdos.

Dejé el tercer expediente, sonriendo al leer el nombre de Wen en la pestaña siguiente.

Traté de imaginarme como seria su principie azul, quizás alguien que ya la habría notado, o solo un idiota.

Pasé sus datos casi automáticamente como los demás, solo un poco más y jamás hubiera leído el nombre de la empresa en la que trabajaba.

Pero lo hice, una y otra vez, hasta que todo comenzó a encajar.

Ella había trabajado mas de un año en la empresa de lencería que acabada de convertirse en nuestro principal patrocinador, era la recepcionista principal, ella…

Había tomado sus semanas de vacaciones después de conocerlo…

Pasé la hoja de datos, las fotografías y el test de personalidad hasta la hoja que buscaba, era una hoja libre en la que se describía al hombre de los sueños de Wen, no me encargaba de ellas personalmente, la hoja así como el test se pedían por si ellas aceptaba entrar en los chats o las citas programadas.

Pero cada línea era como una fotografía, una maldita fotografía de mi mejor amigo.

Sus ojos juegan contigo, tú eliges si es un juego limpio o no, es un caballero con aire de pirata.

Me gusta mas cuando no parece estar pensando en nada en particular y cuando esta impaciente, cuando se da cuenta que me pone incomoda pero no trata de alardear.

Me gusta su cuerpo, sus manos, me gusta que el es atractivo pero por alguna razón aun mas en el interior.

El hombre de mis sueños parece inalcanzable y después en un momento fortuito esta frente a mí, en un día cualquiera y me sonríe, me hace creer que algo en esa mirada es para mí, exclusivamente para mí.

Tuve deseos de destruir la hoja, de gritar, de convencerme que no era cierto, pero lo era, solo faltaba su nombre en letras rosas.

Quise odiarla, pero ahora solo podía aborrecerme a mi misma, yo lo tenia, cada cosa que ella había descrito, yo lo había tenido por años, Anton era mi mejor amigo, pero también mi súper héroe, mi príncipe.

Estaba tan pendiente de ser mejor que el estupido que me rompió el corazón que jamás lo miré, jamás comprendí que no necesitaba luchar, no con el, nunca con el.

Sentí las lágrimas surcando mi mejilla, la línea que limpié casi de inmediato.

Cerré la carpeta en un lento movimiento, sintiendo mi cuerpo estremecerse, tenia miedo, pánico, no seria ella, ni alguien como Aby, Anton no estaría con nadie mas.

-Lo siento Wen, el es mío-, murmuré con los dientes apretados, intentando sin éxito reprimir de nuevo las lágrimas que surcaban mis ojos.

Cel.

Publicar un comentario

5 Comentarios

  1. Wow! es... rápido... se dio cuenta que lo ama...
    esta genial... sólo espero que Anton no sea tan "ingenuo" para no notarlo....
    me encanta la historia.

    ResponderEliminar
  2. por fin!!! esta Mare solo necesitaba un par de sartenazos para despertar!!!
    a todo por anton!

    ResponderEliminar
  3. wauw!!!! por finn!!!! ya era hora que se diera cuenta1!! pobre anton tanto tiempo esperando y disfrazando sus sentimientos!! igual ahora seguro que se manda un par de moco!! jajajaj naahh, me encanta!!!!

    ResponderEliminar
  4. al fin se da cuenta la mujerrrr!!
    awww pobre wen, parecia una chica linda XD
    esperemos que anton no se haga el dificil....

    ResponderEliminar
  5. Anónimo12:48:00

    Oh mi dios! me dolio la panza jajajaja

    ResponderEliminar

Deja que fluya...