La guerra del amor VIII

Bando dos

Anton

Después de la noche de “iniciación” de Jaime, me desperté con la sensación de ser observado, sin duda de una forma paranoica, sin embargo al parpadear, una chica con una gran sonrisa y el cabello corto casi cual adolescente juvenil alborotado en todo su esplendor me miraba como si fuera un raro espécimen extraterrestre.

Me demoré solo un segundo en saber todo de ella, incluso recordaba la forma en que se había aferrado a mi cuando llegó al orgasmo, “Genial, Anton, un polvo de una noche en tu casa”

-Buenos días-, le murmuré recolocándome la mascara que en esos momentos odiaba mas que nada, quería estar solo.

-Aun es demasiado temprano para que sean días-, me replicó ella con una sonrisa, me miraba desde mi pecho y medio sonreí al girar hacia el despertador y verificar que no pasaban de las 4 a.m.

-Genial-, resoplé y ella se separó, llevándose consigo parte de la sabana, pero sin ocultar pequeños vistazos de su cuerpo, un cuerpo bonito y grácil, sin despertar en ni siquiera una sonrisa…u otra cosa.

Estaba harto, tal vez aquellos mitos sobre la edad y pensar mejor en el futuro empezaba a joderme la vida, o quizás solo era el hecho de que tarde o temprano todo volvía.

-Lo siento, no acostumbro hacer esto-, me dijo ella sin perder su cordialidad, entrecerré los ojos y le sonreí igual

-¿Acostarte con un extraño?-, le pregunté y ella movió la cabeza divertida.

-Se tu nombre Anton, ya no eres un extraño, me refiero al hecho de que no acostumbro quedarme-, me dijo acostándose a mi lado, debatiendo si salir de la cama antes de que ¿estallara?

-No voy a morderte Aby-, sonrió casi con sorpresa cuando la llamé por su nombre, era una mujer interesante y sin embargo aun no podía entender por que me había acostado con ella, o tal vez si, pero el infierno primero se enfriaría antes de admitir cualquier cosa.

-¿Lo prometes?, he tenido suficientes mordiscos de tu parte-, bromeó mientras recargaba su cabeza contra la mano y seguía mirándome como a la rana en el laboratorio escolar.

-¿Qué?-, le pregunté un tanto incomodo, aun me sentía fuera de mi zona de confort, era mi habitación, mi casa, era el lugar de…

Negué con la cabeza pasando una mano por mi rostro mientras ella suspiraba.

-Puedo preguntarte algo-, inquirió

Me encogí de hombros.

-Siempre y cuando no sea la combinación de la caja fuerte en la otra habitación-, le repliqué haciéndola reír.

-¿Por qué me llamaste si no querías esto?-, susurró tan bajo que apenas le escuche.

Y era la misma maldita pregunta que tenia una respuesta aun peor.

Por que hay veces como anoche Aby, que duele demasiado no tener lo que deseas…

-Creo recordar que demostré lo que quería al igual que tu-, contesté mirándola, ella recorrió con un dedo la almohada.

-Cielito, provocar el orgasmo en una mujer no significa nada si murmuras el nombre de otra persona después-, replicó, sin el menor atisbo de coraje, enojo o posesión, casi me sentía tan sorprendido como incrédulo, aunque enteramente mas tranquilo.

-Yo no hago eso-, traté de salirme por la tangente y capturé su mano con la mía, las dejo descansar juntas pero levantó una ceja burlona.

-Claro y tampoco roncas, un sexy ronquido-, término mientras me miraba sin parpadear.

Deshice el agarre de nuestras manos al instante como si aquello quemara, que diablos me estaba pasando.

-Cálmate Anton, no te pediré que te cases conmigo, además me han contado que romancear con un hombre enamorado de otra mujer, regularmente, no acaba bien, solo rumores, tu sabes…-, llevó la sabana casi hasta su barbilla.

-¿Amor?-, le pregunté retándola a continuar, que iba a saber ella de mis sentimientos, que iba a saber nadie de mi.

Volvió a recargar su rostro contra la palma de su mano, ignorando mi pregunta y golpeándome con otra.

-¿Quién es Mare?-, murmuró.

Me levanté instintivamente sentándome en el colchón, ella también se levantó con nuestros brazos rozándose.

Podría no contestarle, en serio, podría sacarla a pesar de la hora, pero no fue así por que por un instante desee soltarlo todo y lo hice…

Dos días después, en el presente, estaba en la oficina aun sin creer cada palabra que Aby había escuchado con atención, incluso la forma en que Wen me había dejado el día del Supermercado, como un idiota chico de escuela mirando a la chica nueva del instituto.

Parecía que había entrado a una licuadora y no podía parar de girar, incluso ni en mis más locas alucinaciones hubiera creído que Mare estaría justo al salir Aby.

No me había dado cuenta que ella pudo haber visto a mi querida reportera de madrugada.

¿Sabría que había una mujer durmiendo en mi casa la noche anterior?

De hecho no me había dado cuenta de nada, salvo de la forma en que sus ojos me miraban, aquél movimiento de quitarme la playera había sido lo peor de todo, que diablos intentaba, el aspecto físico entre Mare y yo siempre había sido por decir lo menos, distante, no había forma de convencerla que un leve roce solo seria eso, un roce.

Y era cierto, un hombre y una mujer tenia las malditas hormonas de por medio.

Ella es estupida, había concluido Aby a mitad de la sarta de tonterías que había estado hablando.

Instintivamente alejé la vista de la pantalla de mi computadora y sujeté con ella la fotografía de mi mejor amiga.

Aquella que Mare tanto odiaba por según ella recordarle una época que había sido por decir lo menos un poco agobiante.

Una época en la que Mare tornaba sus mejillas de un color deliciosamente carmesí, como Wen lo había hecho la primera vez que llegué a su recepción.

¡Demonios!

-No soportaras otra amistad, idiota-, me dije a mi mismo mientras sonreía sin humor, mirando la fotografía.

Después de varios meses de conocernos en la Universidad, todos perseguían a Mare en busca de una cita o algo mas, las fraternidades se disputaban su asistencia a las fiestas, pero ella aun se negaba a estar ahí.

Hasta que Fred Howard consiguió ser su primera cita después de lo de Jefferson, el tipo ni siquiera había quedado en la memoria de Mare, lo sabia perfectamente, sin embargo yo jamás olvidaría su nombre.

Era un chico alto y medianamente apuesto siendo totalmente objetivos, ni siquiera se aun después de tantos años lo que le llevo a decirle que si a el, solo supe que cuando la miré desfilar con la falda negra y la blusa de tirantes color esmeralda, mostrando a la nueva Mare, algo había dejado de tener sentido.

Quería que ella misma le demostrara a Jefferson que no era otra tonta virgen que lloraría durante meses por haberse acostado con un idiota.

Quería tener a alguien con quien bromear sobre los ojos de cordero o los noviazgos de pura ficción.

Quería un amigo, una amiga, y el caso era que la tenia.

Tenia a una mujer sexy y segura de si misma que saldría con uno de los presidentes de facultad.

La miré irse mientras me comentaba que pronto me llamaría para que no fuera estar ocupado con alguna chica con cereal en la cabeza.

Justo cuando miraba fuera del edificio de dormitorios donde ella vivía, Fred salía de su auto y ella besaba su mejilla, en ese momento todo se partió por la mitad destrozando mis ideas sobre lo idiota de enamorase antes de cumplir los 30, amaba a Mare Santos, la amaba como nunca imaginé y las entrañas se me retorcían en una sensación que no conocía, unos celos agobiantes y a punto de conducir a la locura.

Aun así me dirigí a mi dormitorio y espera por horas a que ella marcara sin escuchar un solo sonido, a la mañana siguiente los ojos me parecían apunto de estallar, y cuando tocaron a la puerta solo quería arrancarme el corazón, ¿Quién podría culpar a un escéptico de no querer clavarse un puñal?

-Anton-, Mare había llamado desde fuera, con el corazón latiéndome como loco la miré abriendo la puerta.

Esta radiante y tan diferente a la fotografía en la biblioteca.

-¿Larga noche?-, me esforcé por preguntar y ella sonrió.

-Me dijo que podría morirse por lo duro que estaba-, admitió algo apenada, el aire contenido en mi pecho salió conciente de que al menos no había estado con “Freddy”.

-Muy sutil el idiota-, susurré y ella se rió.

-Fue divertido, sabes que si me gustaba, cuando bailamos por un momento pensé que podría acostarme con el-, admitió mientras me demoraba sirviendo la taza de café, solo quería que se fuera, que se callara o mejor aun besarla hasta que solo quisiera acostarse conmigo.

-¿Qué fue lo que cambió cariño, comía con la boca llena?-, a pesar de la broma, el tono fue mucho peor de lo que espere, ella se quedo callada por un momento.

-No estoy lista para eso-, susurró haciéndome que me girara para observarla y comprendí lo que me decía, su barbilla alzada a pesar de sus ojos contenían lagrimas aun por haber sido engañada por Jefferson, por haber jugado con su corazón, si cometía la estupidez de decir si quiera la maldita palabra de corazones rojos, la perdería, lo sabía, la perdiera y sin ella, sonando cursi y todo, no podía vivir.

-Pero lo estarás, ¿o quieres a mas de un hombre con sobre excitación en emergencias?-, le pregunté y ella sonrió tomando la tasa de café que el tendía.

-Eres un idiota-, susurró

Y lo era, había preferido mil veces su amistad a luchar por un sentimiento que en la mayoría de las veces te dejaba solo y lastimado, la tendría por siempre a mi lado y eso seria suficiente, hasta ahora.

Ahora que comenzaba a hartarme de tener a otra mujer y no a ella bajo de mi cuerpo, ahora que ella aun seguirá acostándose con hombres solo una vez, sin mostrar su corazón, ahora que cada vez que recordaba a Wen una parte de mi anhelaba correr a un lugar mas seguro.

-Solo olvídalo-, susurré cerrando los ojos y alguien se rió.

-¿Olvidar que?, que hablas solo, no te preocupes tu locura ha sido diagnosticada mucho antes-, susurró Mare tensándome por completo, un segundo antes de que decidiera de la misma forma.

Solo una amiga

-Muy amable de tu parte recordarlo-, le dije mientras ella sonreía resplandeciente, había algo diferente en su mirada, solo un momento, después se desvaneció.

-¿Veremos el partido en tu casa?, preguntó mientras yo asentía.

-Pero tú llevaras la comida-, le repliqué y ella asintió saliendo de la oficina.

Ni siquiera recordaba al maldito béisbol, en palabras de Mare el juego perfecto para ver durante una época del año partidos entre semana, incluso un lunes en la noche, el excelente pretexto para pizza y cervezas.

Con el curso que se había extendido salí de la oficina mucho antes que ella.

Al llegar a la casa, me fui quitando la ropa por el camino para meterme a la ducha fría, despejar la mente y mantenerme en la raya de los últimos años, podría hacerlo.

Ella agua fría contra mi espalda me devolvió la serenidad necesaria para pedir la pizza y ponerme el pantalón deportivo y la camiseta blanca antes de que sonara el timbre.

-¿Y la comida?-, le pregunté mientras ella rodeaba los ojos.

-Yo pagaré al pizzero-, entró dejando su bolso y quitándose los tacones, el hecho de que bajara unos centímetros su estatura siempre era algo gracioso, se acomodó en el sillón y prendió el televisor, me senté junto a ella tomando el mando y cambio de las estadísticas hacia una película.

-¿Y el juego?-, preguntó

-Aun no se empieza cariño, ¿recuerdas que los monitos en la TV deben moverse cuando inicia?-, le pregunté y ella trató de alcanzar en mando.

-Me gusta mirar el previo-, murmuró estirando se mano pero aun así sin alcanzar la mía.

-Yo tengo el control-, le aseguré mientras ella se mordía el labio y en un movimiento se sentaba a horcadas sobre mí, la sensación fue tan sorpresiva que rápidamente quito el aparato de mi mano, sin embargo se quedo así un momento mientras yo parpadeaba solo un segundo, después se bajó y bailó el control en mis narices.

-Yo tengo el control-, susurró cambio hacia la voz del aburrido comentarista en la televisión

Fruncí el ceño y me moví con la sangre latiéndome en mis sienes, demasiado despierto a lo que fuera que ocurrió en su mirada para detenerme, la apreté contra el sofá y con un movimiento de mano quite el control de su poder, pero yo ya no tenia el mando, de la TV o de mi propio cuerpo, un vistazo a su mirada lo había confirmado, ella solo se quedo así, mirándome con su respiración desigual y una sonrisa del tamaño de la copa mundial.

Sus exhalaciones llamaban a mis ojos justo a sus pechos, de tamaño perfecto, algo que había tratado de no mirar por años, de no imaginar su textura, su forma contra mi mano, el color de sus tiernas puntas

-¿Quién tiene el control ahora?-, susurró, apenas un sonido a lo lejos mientras podía sentir su peso bajo del mió y después el sonido del timbre rompiendo la tensionante paz.

¡Idiota!, aunque no sabia a quien iba dirigido a mi o al maldito pizzero

Ella miró a la puerta al instante en que yo me levantaba.

-El sonido de una deuda-, bromeó ella y yo traté de sonreír.

-Ya agradece que no te haga cocinar-, le contesté

-Algún día Anton-, sonrió antes de salir de la estancia dejándome completamente aturdido.

Preferí escuchar los previos, la voz apática del comentarista sonaba a gloria.

Cel.

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4 Comentarios

  1. oooh este es el capitulo que mas me ha gustado!!
    que pena saber que Anton la ama de la universidad! y más pena aún el saber que Mare tambien, pero no se haya dado cuenta.

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  2. Esto comienza a ponerse cada vez mejor!

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  3. comienza todo! jajaja que bueno!! ella que se da cuenta y el que no aguanta mas!!! igual no creo que todo sea tan facil!!!

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  4. Anónimo22:18:00

    awwww que lindo *-*
    esta todo romantico, pff los dos se aman desde hace tiempo y ninguno hacia nada....pff

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Deja que fluya...