A nadie le importa lo que haces, hasta que cometes un error.

Supe quién me había invocado incluso antes de aparecer frente a su puerta. Apenas había saciado un diez porciento de mi apetito, pero supongo que algunas cosas no pueden esperar.
—¿Se puede saber dónde demonios has estado?
¿Qué había pasado con el «Siento haberme ido»? Quiero decir, no era habitual pedir disculpas entre demonios, pero estaba bastante segura que Eb y yo compartíamos algo.
Evadí su rostro, lo que no fue difícil gracias a las diferencias de altura, no era baja, pero difícilmente estaría a su nivel. Su metro noventa se erguía arrogante bajo esa gabardina que solía ocupar de una forma que rayaba en lo religioso, irónico.
Era negra al igual que sus ojos y pelo. Solía burlarme de ella, hasta que me dio una. En la actualidad no me la quitaba ni para dormir, muy estaba exagerando.
—Estaba alimentándome —. Era en parte cierto...
Él dejó escapar algo que, en cualquier lugar del mundo, podría ser comparado con el rugido de un felino, aquí en cambio, no era más que un susurro. Cuando Eb se enojaba, las paredes temblaban.
Que suerte que estaba de buen humor.
Su cara pasó de la ira a la cólera—. Adiós buen humor—. Me sostuvo la mirada furioso, sus ojos iguales a los de un lobo, salvo que eran peores. Yo tenía la impresión de que, a diferencia de mí, sus garras se encontraban en perfecto estado…
Mordí mi boca.
—No se nota, luces horrible.
Agradecí que las luces del apartamento estuvieran apagadas. Contrario a mí, Eb odiaba la luz, nunca encendía las lamparillas a no ser que se tratase de emergencias… O sea, nunca. Tampoco ayudaba mucho que tuviéramos una vista excepcional, pero de vez en cuando mi rebeldía hacía de las suyas en Halloween e iluminaba hasta las ventanas.
—Tú sí que sabes cómo hablarle a una dama —, respondí, mirando hacia arriba y cerrando por fin la puerta de entrada a mis espaldas y ¡Demonios!, manchándola con sangre.
—Sé hablarle a una dama, pero ahora estoy hablando contigo —. Nada mejor para subirme el ánimo— Cali, no voy a andarme con rodeos. Dime dónde mierda estuviste todo este tiempo —, lo hacía sonar como si el tiempo en cuestión hubiera sido mucho, lo que me hizo pensar en… Jodida mierda, no otra vez—. Y más te vale decirme la verdad.
—A ningún lado —respondí ahora insegura, temiéndome lo peor—, apenas desperté hoy.
Varias emociones pasaron por su cara, cada una peor que la anterior: irritación, escepticismo, hastío y finalmente resignación.
—Cali, llevas un mes sin reportarte —su voz brotó fría como las noches del cielo, me llevó poco más de un segundo componer mi expresión— ¿En dónde se supone que despertaste?
—En el claro del oeste, cerca del límite de nuestro distrito.
—Maldición.
—¿Estoy viva, no? —me apresuré a señalar, intentando mejorar su ánimo, pese a sentirme más muerta que viva. Rara vez encontraba a Eb enojado, vale, se enojaba seguido, pero nunca era yo la responsable.
—Por un pelo.
—Eso es algo.
—¿Cali, te das cuenta de que si te atrapan no podré hacer nada para ayudarte?
Lo sabía, Eb era de los pocos demonios que se había enfrentado a un ángel y había sobrevivido.
Había otros como Eb, pero ninguno que yo conociera en persona. Él solía decir que había sido afortunado porque se trataba de un alado de rango menor. Aunque yo sospechaba que él sabía más y por eso salvó ileso, un punto débil o algo así… Para ser honesta, no tengo idea, pero pretendo averiguarlo. No es como si tuviéramos poco tiempo o algo así; somos, después de todo, seres inmortales.
—Nunca he esperado nada de ti —dije, mientras intentaba esconder mis manos destrozadas en los bolsillos de pantalón, pero éstas pasaron de largo. Eché un vistazo a mi cuerpo notando lo que antes había pasado por alto, estaba prácticamente desnuda, lo poco que quedaba de mi vaquero se había desgarrado como si se tratase de papel crepé—. Mucho menos voy a esperar tu ayuda.
Lo malo es que había hecho justamente eso.
—Hoy cuando desperté, estaba sola, grité tu nombre —sonreí negando y me di cuenta de lo absurdo de mi actuar en ese entonces—. Fue una idiotez.
Él frunció el ceño, su barbilla aguda lucía tensa y peligrosa. Me taladró con su mirada, como incitándome a pelear, algo injusto para quien está con la carne al descubierto. Naturalmente, ¿Cómo podría Eb actuar con justicia? Si al igual que yo, era un demonio hambriento de ira y dolor.  
Eb estaba tan enojado que miré el sofá en busca de distracción, lucía sucio y arrugado. Él no había estado perdiendo el tiempo, por descontado, tampoco había estado solo. Deseé haber buscado la distracción en otra parte, la ventana no hubiera sido mala idea, salvo que no había más que una pared de ladrillo, esa era toda la panorámica que podíamos pagar.
No éramos pobres, sólo estábamos muy endeudados, cortesía de Eb, quien además de ser un demonio irascible y sarcástico, era un ludópata.
Avancé hacia ese lecho improvisado y me recosté sobre él, olía a sexo y cerillas. Lo primero no me molestaba, lo segundo tampoco, pero me pareció extraño. Ninguno de los dos fumaba.
—¿Qué es lo último que recuerdas? —Su voz llegó cercana, casi como una caricia sobre mi cuello. Odiaba las caricias.
Giré mi rostro hacia él, lo cierto es que casi choco contra su cuerpo, sus rodillas para ser exacta, se había movido. Bufé y él se puso en cuclillas, Eb se había acercado lo suficiente para que yo pudiera notar el largo de sus pestañas. Sus ojos habían pasado de mi rostro a mi cuerpo, sabía que a Eb le gustaba, con piel o sin ella, yo seguía siendo irresistible para nuestra clase. La humildad no era mi punto fuerte, pero en este caso estaba siendo objetiva, fue mi belleza lo que me salvó en el pasado.
—Tú y yo persiguiendo un par de adolescentes góticas por los pasillos de una escuela —una sonrisa tiró de su boca.
—¿Qué más?
Cerré los ojos, intentando recordar, pero todo lo que veía eran manchas verdes difusas y sangre por doquier. Luego lo oí, un grito, superior al de cualquier humano pudiendo ayuda, era yo mientras me quitaban la carne.
Me llevé una mano a la boca.
—Fueron ellos ¿No? —Él dudó, no parecía muy seguro de que mis palabras tuvieran sentido, que no lo tenían. En primer lugar, ¿Cómo fui a parar al bosque?, y en segundo… Si fueron ángeles, ¿Cómo demonios continuaba en pie?
—Creo, aunque no estoy del todo seguro. Te perdí esa noche, en el subterráneo de esa escuela. Pensé que te habías escabullido a las salas del piso superior —rodó los ojos—. Eres mejor actuando sola que en equipo, nunca ha sido un secreto.
—No fue el caso —, me defendí, aunque mi esfuerzo sobraba, saltaba a la vista que no venía de una caza en solitario, por el contrario, parecía la presa afortunada que huyó del matadero.
—Eso es lo que estoy viendo.
—¿Crees que volverán por mí?
—Creo que si te hubieran querido matar, no les hubiera tomado un respiro.
—¿Dónde me deja eso?
—Me encantaría saberlo.
Hubo un silencio incómodo, generalmente lo eran, pero este superaba los anteriores y entonces sucedió lo impensable… Eb encendió el interruptor.
—Dame tu mano —me exigió. Había apoyado su cuerpo contra la pared y mantenía ambos brazos cruzados sobre su pecho— Ahora.
Era un bastardo por hacer que me ponga en pie, no estaba tan débil como para no caminar, pero lo cierto era que hubiera sido cien veces más fácil que Eb volviese a su posición inicial. Reclinado junto al sofá.
Gruñí molesta y extendí mi brazo, sabiendo perfectamente lo que él quería ver.
—¡Infiernos! —protestó furioso, viendo como mi aro permanecía quito en la palma de mi mano con la mitad del lóbulo de mi oreja enganchada a él— ¿Y dices que te alimentaste?
Hice una mueca.
—Dos almas.
—Deben haber sido baratas —murmuró, tomando con torpeza la muñeca de mi mano, estuve a punto de quejarme, pero en lugar de eso mordí mi labios. No soy tan débil.
—Almas son almas.
Eb enarcó una ceja.
—No cuando hueles a carne chamuscada.
Sin responderle, deshice su agarre sobre mi muñeca y me volví hacia el sofá, mentiría si dijera que no moría por una siesta, desde que desperté la tentativa del descanso parecía volverse más y más seductora. Lo que era francamente estúpido, ya que corría riesgos de no despertar en sabrá Dios cuanto tiempo. Bastaba con ver mi estado actual, y eso que apenas habían pasado treinta días.
Vaaale, puede que el hecho de haber sido deshollejada viva tuviera un poco que ver.
—Estoy mejorando ¿Ves? —. Estiré mis pies, juntándolos y moviendo torpemente los dedos— No está tan mal ese par.
—Felicitaciones —, sonó tan alegre como cuando decía “púdrete”.
—Gracias.
—Cuando quieras —, giró y se dirigió a su habitación, pero se detuvo y me miró por encima de su hombro—. El que estés viva es pura suerte, ve a darte un baño y quítate toda esa carne suelta.
Típico de él, siempre viendo la excusa en lugar del propósito. Sonreí.
—Siempre que quieras puedes ayudarme…
—Confía en mí. Tú no quieres tentarme —. Él estaba en lo cierto.
Al final resultó que me di un baño sola. El agua tibia quemaba, sobre todo en la zona de mis hombros, pero no era ni por asomo tan dolorosa como la lluvia. Moví mi cuello lentamente, de un lado hacia el otro, trozos de carne comenzaron a desprenderse de mí y pronto se amontonaron bajo mis pies. 
Durante el tiempo que empleé en lavar mi cabello, la rejilla de la regadera fue succionando mis restos con rapidez, para cuando lo enjuagué, la sangre y piel muerta que se había agrupado en la rejilla se había marchado por la cañería, mientras mi piel, aunque todavía sensible, lucía pálida y radiante. Perfecta.


HOLA LOQUILLAS!
Ya, vamos por parte, es obvio que hoy no edité ningun cap. Pido perdón por ello, pero actualicé 3 historias en un día.
Tocará editar mañana... chalalala.
Les aviso, estoy con todas mis piulas cargadas, ¿Ya notaron el nuevo look?
Muy bien, yo me porté bien, ahora les toca portarse bien y nada soñar con mis personajes. ¿Entendido?
ajjaa, broma. Ya nos vemos, espero como siempre  ¡¡SUS TEORÍAS!!
Si tiran tomates, no me quejo, saben ricos con sal.