Prologo

-Déjalos princesa, se quieren, ¿puedes entender el concepto?-, preguntó mientras ella trataba de abrir la puerta, el tipo puso los seguros.
-Déjame salir-, exigió con la voz horrible, medio chillido, medio sollozo. 
Respiró hondo y se giró para mirar hacia la ventana.
-Le gusto a Leo, lo sé-, dijo tercamente, tratando de calmarse invocando su sonrisa coqueta, mirándolo con altanería.
Raúl rió pero aquel sonido sonó hueco.
-Le gustarías a cualquiera con sangre en las venas-, dijo y si ella no estuviera tan enojada se hubiera dado cuenta de lo que esa frase conllevaba.
-¿Vas a abrir o qué?-, preguntó un poco nerviosa, no del modo “corre por tu vida”, sino del modo “arréglate el cabello y calma (las mariposas en) tu estómago”.
-Ríndete-, terminó Raúl antes de quitar los seguros.