Capítulo 1

    Un secreto compartido es una complicidad enlazante.

Miranda Bleder masculló una maldición entre dientes cuando la grapadora se atoró en una de las pólizas, buscó entre las montañas de papeles de su escritorio la pinza quita grapas sin éxito, seguro Irma lo había tomado prestado de nuevo.
Suspiró y se concentró en quitar ella misma la póliza de la pagina, al verse los dedos anotó mentalmente que necesitaba un manicure y lo guardó en el mismo cajón en su cabeza donde estaban la nota de hacer ejercicio, visitar un spa, tomar vacaciones, etc.
Volvió a maldecir cuando la hoja le hizo una diminuta cortada en la piel, ardía como el demonio, se chupó el dedo índice solo un segundo antes de escuchar la voz agria de su jefa, un poquito más alta de lo habitual.
-Vienes un momento-, llamó mientras Miranda tomaba su libreta de anotaciones y entraba a la oficina de la Jefa de Contabilidad del despacho, su jefa, “Cruella De Vil”, “Medusa” y otros alias.
Debra Lison era una mujer ejecutiva de cuarenta y tantos, divorciada y un poquito amargada. A pesar de ser una no tan buena persona siempre lucía impecable, alta, delgada, estética, peinado perfecto, maquillaje perfecto. Tan injusto.
Miranda esperó de pie frente al escritorio de Debra pensando en que tenía que aguatar un poco más, solo un poco más y podría tener las ahorros suficientes para postular un mejor puesto.
-Los reportes que me mandates están mal-, aseguró sin mirarla
Miranda miró al cielo, eso le pasaba por tener iniciativa.
-Los reportes están bien, simplemente cambié las columnas para que se entendieran mejor, eliminé solo una de ellas, la que indicaba las formulas-, se calló al observar que Debra sonreía, diabólicamente.
-¿Cual es tu puesto de trabajo?-, preguntó después de un momento, ella frunció el ceño sin saber a donde quería llegar.
-Auxiliar contable-, respondió Miranda confusa
-¿Me quieres indicar en donde dice que una simple auxiliar piense por si sola?-, preguntó en un tono casi cariñoso.
La “simple auxiliar” evitó contestar.
-Envíame los reportes correctamente-, pidió su jefa antes de despedirla con un gesto de la mano, Mirada apretó los labios y se giró saliendo de la oficina.

Media hora después había cambiado los archivos, se los había enviado a Cruella y ahora estaba en el cuarto de café preparándose un americano con Irma a su lado.
Su amiga murmuraba una palabrota tras otra mientras cerraba la puerta y se quitaba el saco de su traje ejecutivo, se había manchado la blusa beige de café cuando ella había llamado como la villana de los 101 dálmatas  a su jefa por tercera vez.
Se quito la blusa y se puso nuevamente el saco, lo que formaba un amplio, amplio escote.
-No está mal-, aseguró su amiga juguetonamente
Miranda solo rodeó los ojos
Irma Terán era bella y con curvas, de esas mujeres con ascendencia latina que a los hombres tanto les gustaban, al menos al jefe de ella y a su novio, por contar algunos.
Miró su propia ropa, su falda por debajo de la rodilla, sus zapatos de tacón bajo y su blusa de manga corta, no estaba tan mal pero no era una morena de fuego.
Mirada estaba resignada a vivir con su piel clara y su cabello pelirrojo, el cual había prometido no volver a insultar.
-¿Salimos hoy?-, preguntó Irma mientras ella se llevaba la taza a los labios.
Negó con la cabeza
-No puedo-, le dijo un momento después a modo de disculpa.
Irma bufó mirándola con los ojos entrecerrados
-Debes salir, distraerte, ¡encontrar un hombre y llevarlo a la cama!-, exclamó exasperada
Miranda hizo una mueca como respuesta.
-No creo que sea el mejor lugar para discutir mi vida sexual-, le aseguró
-Querrás decir la falta de ella-, rebatió su amiga
Miranda no quería comenzar otra discusión pero parecía inevitable, ya que no estaba dispuesta en realidad a hablar de sus relaciones sexuales.
-Estoy feliz así, no me interesa ir un bar y echar un polvo solo porque no tengo nada mejor que hacer-, dijo sin pensar, el silencio que siguió a su respuesta la puso nerviosa.
-Irma yo…-, comenzó pero su amiga solo levantó las manos
-Se que has tenido un mal día con la víbora esa así que dejaremos el tema por la paz, ¿ok?-, murmuró antes de tomar su taza de café y salir del cuarto.
Miranda cerró los ojos y deseó por enésima vez decirle a Irma todo, pero era difícil, no quería explicarlo y no podía,

Regresó a su escritorio y terminó con su montón de pólizas por grapar antes de comenzar a registrar los gastos acumulados de la semana, Debra salió de su oficina para ir a comer recordándole que no volviera a cambiar los reportes, Miranda aprovechó un momento para entrar a internet y revisar su correo, para tristeza de su vida social solo tenía un mail de la dueña de su departamento, lo abrió mientras oía el sonido del mensaje en su móvil.
Rebuscó en su bolso y sacó el aparato antes de mirar la pantalla de la computadora.
Su renta había subido un 15 %
Sencillamente era su día favorito en el mundo.
Después de unos segundos de cerrar los ojos y tratar de recordar que probablemente ella no era la única en el mundo con mala suerte y pésimo karma, miró el móvil en sus manos.
Su hermana quería (exigía) que le marcara para organizar una fiesta de cumpleaños para su mamá.
-La bonita familia feliz reunida-, murmuró Miranda entre dientes mientras posaba sus ojos en el calendario justo al lado del monitor.
Gracias a Dios era viernes, esta vez lo necesitaba, demasiado.
Apagó el móvil para no tener que desviar la segura llamada de su hermanita y lo echo a su bolso, contestó el correo electrónico lo más educadamente posible, dejando claro a la señora Nigel que tenía que revisar su contrato y se reuniría con ella.
Se concentró en terminar los pendientes del día, convenciéndose que en unas horas podría relajarse, al menos un momento.
Irma pasó a despedirse antes de salir de la oficina, no mencionó nada acerca de salir ese día, sabía que mas que enojada estaba sentida con ella y Miranda se disculpó pues no tenía mucha gente que le importara, pero Irma Terán era una de ellas.
Salió del edifico casi una hora después, ya no había nadie en las oficinas del despacho, como siempre la última sin horas extra.
Tomó un taxi en la esquina y le indicó la dirección memorizada cuidando de no mirar al taxista y observar si él se daba cuenta de que lugar era al que se dirigía.
Mientras comenzaban a adentrarse al tráfico trató de pensar en algunos pretextos por los cuales no podría asistir a la fiesta de cumpleaños de su madre que de seguro Amber propondría para organizar aunque ella fuera a realizar todo el trabajo pesado.
Quizá podrá decir que tenía mucho trabajo, que se había roto la pierna, que estaba por encontrar al hombre de su vida o que sencillamente no soportaba la escenita familiar.
No, debía pensar en algo mejor.

Después de estar embotellada en el tráfico por varios metros, se rindió justo a dos calles de su destino, pagó al conductor y se bajó mientras la tarde caía y ella avanzaba hacia el edificio.

El Ruasen era un hotel de cuatro estrellas, a Miranda le encantaba su decoración, nada ostentosa o llamativa, simples paredes blancas, muebles negros con piezas metálicas y una gran recepción. Entró sin siquiera mirar hacia ahí o cualquier otro lugar que no fuera el elevador.
Caminó al pequeño espacio y agradeció que esta vez subiera los pisos en soledad, se miró en el espejo frente a ella mientras espera llegar al nivel indicado.
Se pasó las manos por el cabello que le rozaba los hombros y sujetó su bolso cuando las puertas se abrieron, por fin, el día había terminado, al menos la parte horrible, esta era su vía de escape, su pasadizo hacia sus fantasías

Avanzó hacia el mismo número de siempre y metió su propia tarjeta para abrir la puerta.
La habitación estaba a oscuras, era sencilla, en la entrada había solo un pasillo en el que se encontraba el closet y la puerta del cuarto de baño, avanzó para encontrarse frente a la cama matrimonial, mas allá había un sofá y un pequeño comedor de dos sillas, pero simplemente se quedo de pie justo al lado del televisor que permanecía encendido.
Él estaba en la cama, sentado en la orilla, pasando los canales sin mucha atención, con la poca iluminación del lugar su cabello parecía casi negro, pero ella sabía bien que era de un castaño rojizo, su cuerpo era de los que hacían que el traje se le viera perfecto, ya se había quitado la corbata y desabrochado el saco, apagó el televisor, y sus ojos azules y profundos se enfocaron en ella, Miranda sintió su corazón latir mas rápidamente, su respiración se aceleró, sus pezones se irguieron contra el sujetador y su vientre comenzó a palpitar, la misma reacción, incluso más poderosa que la primera vez.
Sí, eso lo que  necesitaba después de un día horrible, así que no pensó cuando alzó su falda y se sacó las bragas ante la mirada de él, lo miró arquear una ceja sin sonrisa, solo su mirada estaba un poco divertida, las pocas, poquísimas veces que lo había visto sonreír eran sus favoritas, se le formaban pequeñas arruguitas en los ojos y lo hacían parecer casi de la edad que tenia, nueve años mayor que ella.
Avanzó hacia el desabrochándose la blusa y a su favor el permaneció estático con las manos a ambos lados de su cuerpo, con un poco de ayuda Miranda se sentó a horcadas sobre él y lo miró a los ojos.
-Eric-, pronunció su nombre como todas las veces.
-Miranda-, murmuró él en voz baja, seria y sensual
Ella le besó sin poder contener todos los sentimientos, sin poder soportar más esa realidad en la que vivía, necesitaba que él la hiciera olvidar por un momento.
Sin mirar, aun acariciando su lengua con la propia, ella comenzó a desabrochar su pantalón, Eric le quito la blusa por completo y sus manos delinearon el contorno de sus pechos antes de que bajara las copas del sujetador, Miranda sonrió, el parecía tan ansioso como ella, a veces ambos solo necesitaban escapar, ella sabía que esto era para él solo un momento para dejar todo el mundo fuera de su habitación.
Terminó de desabrocharle el pantalón y bajó lo mas que pudo su ropa interior para encontrar su miembro caliente y erecto, él siseó cuando ella comenzó acariciarlo, sus manos dejaron de acariciara sus pezones y Eric los cambió por su boca.
Miranda adoraba como jugaba con ellos, como hacía que le doliera la piel de tanto atomantarlos, con él, había aprendió la línea delgada que jugaba el placer con el dolor.
Mordió ligeramente con sus labios más que con su dientes mientas ella apoyaba las manos en sus hombros y lo miraba a los ojos cuando el levantó su rostro, con su pene aun sujeto en su mano, comenzó a frotar la punta contra su entrada húmeda, evitado su clítoris, sabía que faltaba muy poco para que ella llegara solo así, con una simple presión en ese botón sensible.
El gimió por lo bajo y colocó sus manos sobre las caderas de ella, ayudándola a mecerse sobre él, llevándolos a ambos al borde.
Ella hecho la cabeza hacia atrás y Eric besó desde el canal entre sus pechos hasta su estomago, sus manos sujetaron las orillas de su falda, para que ambos pudiera observar sus sexos incitarse, Miranda apretó la erección aun en su mano y el no espero palabras, la ayudó a penetrarla lentamente hasta que su piel estuvo pegada a la suya y la punta de su pene se sentía enterrada muy adentro, Miranda se meció solo un poco haciéndolos gemir a ambos, Eric enmarcó su rostro entre las manos y buscó su boca de nuevo, ella abrió la boca para recibirlo, comenzó a subir y bajar sobre él, apoyándose en sus hombros mientras seguían besándose.
Miranda gimió cuando la abrazo por completo, ella siguió su ejemplo aferrándose a él, el sudor se pegaba a su piel y la hacía sentirse malvada.
Ella siguió moviendo sus caderas y contrayendo sus músculos internos mientras el colocaba sus manos contra su trasero y movía su cuerpo, provocando una fricción deliciosa, Miranda necesitaba solo un toque y él se lo dio.
Volvió a alejar la tela de su falda para que ambos pudieran ver cuando su mano se metía entre ellos y sus dedos alcanzaban su clítoris, ella estalló, su orgasmo la golpeó intensamente, el se alzó de la cama solo un poco y también se corrió en su interior, Miranda siguió moviéndose hasta que ya no soportaba mas palpitaciones, sus dedos se enroscaron y sintió perder sus zapatos.

Cuando pudo volver a respirar un poco mejor dejo de aferrarse a él, se alejó solo un poco mientras Eric, con cuidado alejaba su mano de la entrepierna.
Como siempre pasaba cuando todo terminaba por un momento solo se miraron a los ojos, una fracción de segundo que después los hacía alejarse, ella se bajó de su regazo y él se levantó.
Mirando se  sentó en la cama, se acomodo el sostén y lo miró mientras él se quitaba la camisa pero se acomodaba los pantalones, miró su reloj y luego a ella.
-Tienes que irte-, dijo en voz baja antes de que él pudiera hablar, Eric juntó la camisa y el saco del suelo y después se acercó.
-Tú eres mil veces mejor compañía, créeme-, besó su cabeza antes de darse la vuelta para dirigirse al cuarto de baño.
Miranda sabía que el saldría de la habitación impecable, tal y como había llegado.
-Eric-, llamó antes de que se alejara más.
El solo se volvió ligeramente.
-Perdón por saltarte en cima, tuve un pésimo día-, admitió mientras él sonriera tenuemente, haciendo que su vientre se estremeciera, hacia semanas que no lograba hacerlo sonreír cuando estaban juntos.
-No eres la única, pero ha mejorado, ¿no crees?-, preguntó el mientras Miranda asentía.
El asintió también y desapareció por el pasillo.
Si tuviera aun un corazón que entregar o creyera aun en el amor, sabía que se hubiera enamorado de él hace mucho, pero así como a ella se lo habían hecho pedacitos hace años, Eric había enterrado el suyo con su esposa, ninguno de los dos podría dar nada más que solo unas horas y a veces incluso menos, cada viernes por la tarde.



Cel.