Under Breath - Capítulo 9



No me atreví a levantar la cabeza, si iba a morir no quería ver los ojos de mi verdugo.
—¿Cali?—, alcanzó decir antes de que mi garganta destrozada se llenara de algo caliente y yo empezara a toser ensuciando su pantalón beige con mi propia sangre.
La fuerza de mi propia toz me envió de regreso a donde pertenecía: de cara al piso.
Rápidamente el sabor metálico comenzó a inundar mis entrañas, lengua, labios y toda mi garganta sabían a sal y herida. Con todo y eso, nada ocupaba mis pensamientos a excepción del ángel que estaba a pocos pasos de mí.
Tres cosas ocurrieron a la vez, estaba muerta, lo sabía, necesitaría más fuerzas de las que poseía para enfrentarme a alguien como él. Incluso en mi mejor momento no hubiera sido rival para uno de su clase, sólo Eb era capaz de hacerles frente y para mí seguía siendo un misterio cómo rayos lo conseguía. Lo siguiente que pensé fue que tendría que huir, más me valía comenzar a inventar algo rápido ya que el tiempo era un recurso que nunca había estado a mí favor y tercero, odié más que nunca a la lluvia y su creador, habían destrozado mi piel un sinfín de veces, me había roto el orgullo de todas las maneras posible, pero justo hoy, de todas las tardes posibles, tenía que llover.
Necesitaba mis ojos, necesitaba ver bien, porque sólo conocía a una persona dueña de una voz así de aterciopelada.
Así como estaba, con mis rodillas flectadas contra la arena y ambos brazos tratando de sostenerme mientras controlaba mis arcadas, me preocupó la opresión que comenzaba a asfixiarme en el pecho.
¿Por qué hoy? ¿Por qué ahora?
De todas las torturas posibles, esta era la peor. La única de la que no quería ser libre.
—¿Cali? —lo volví a escuchar, su voz otra vez con el matiz incierto. No estaba segura de qué me molestaba más, que me encontrara él o que no me reconociese.
Claramente no estaba en mi mejor momento, mi look al estilo zombi no atraía demasiados fans, pero él debía saberlo, Miguel tenía que saber que era yo.
Y si no fuera así, era aún mejor para mí.
Si no sabía que era yo, podría incluso salir ilesa. Aunque, técnicamente era imposible, tanto ángeles como demonios podían reconocerse en cuestión de segundos. Sin mencionar que ningún humano podría mantenerse vivo con la piel abierta, exhibiendo sus huesos al aire libre.
Los granos de arena fueron abriéndole paso a medida que avanzaba, la forma en que saltaban lejos de sus pies provocaba picor en mi piel, un picor doloroso ya que las piedrecillas se metían en mi piel enterrándose en mi carne.
Qué ironía, mientras la naturaleza entera me escupía en la cara donde sea que yo fuera, a él le hacían camino. Ja, menudo premio para un verdugo.
—¿Tengo que preguntarlo otra vez?
Tragué, no estaba preparada para lidiar con esto, ni su ternura ni su misericordia, sobre todo no estaba lista para que me hablase de este modo. Amor, paciencia y una asquerosa cantidad de empatía brotando de su boca. Todo salvo odio fluyendo de sus labios.
Me encogí cuando lo escuché suspirar a mi lado y comenzó a moverse, él iba a sentarse. Realmente iba a quedarse acá. Probablemente era más fácil decapitarme de ese modo, en realidad no. Era jodidamente estúpido ponerse a mi nivel… Y aún así lo hizo.
Yo no podía verlo, todavía estaba demasiado débil mientras intentaba mantener mi respiración de cara al suelo. Pasé una mano por mis labios desgarrados tratando de sacar la arena de ahí, debía verme horrible, horrible… La vanidad que residía en mí se acrecentó a un nivel incitado provocándome un dolor físico.
¿Cómo es que Miguel despertaba lo peor en mí?
Toda yo me encontraba reducida a una masa de carne, nervios y vergüenza. Un momento atrás, cuando aterrizó, todo lo que conseguí divisar fue una mancha difusa de color beige que atribuí a sus pantalones y las monstruosas alas que ostentaba con una humildad impropia en un ser tan poderoso.
Ahora, en cambio era un asunto muy diferente, quería verlo, quería mirar cada ápice de su piel, apreciar sus cambios. 
Estaba muerta de curiosidad y miedo, porque él podía matarme, lo había hecho una vez y podía hacerlo de nuevo. De hecho, estaba segura de que lo haría ahora.
Mis mejores momentos siempre fueron los peores para él, mi mayor dicha su vergüenza. Él tomó mis alas… yo la culpa. Y aquí estábamos de nuevo, como siempre, como antes.  Juntos, sin nadie alrededor, pero nunca solos. Siempre estaría Dios de por medio y no necesitabas ser un genio para conocer al perdedor.
—No hace falta —no fue un milagro que mi voz sonase bien, todo lo contrario, una maldición llamada inmortalidad, es buena cuando la necesitas, pero la mayor parte del tiempo es una soberana mierda. Te atropellan, disparan y sigues vivo, lo único malo es que salvo en Halloween, no es nada seguro ir por la vía pública. Pastores, Sacerdotes y un montón de otros dementes tienden a perseguirnos, sin mencionar que tienen ayuda de lo alto, como David por ejemplo. A estas alturas estaba más que convencida de que el crío estaba coludido con esos alados, sino bastaba con darme una mirada al espejo—. Te escuché, estoy deforme no sorda.
Con el corazón bullendo en mi interior, mi cabello adherido a la cara debido a la sangre y las manos enterradas en puños bien hondo en la arena, alcé el rostro. Y me quedé sin aliento.
Pese a que la lluvia había desgarrado sólo la parte exterior de mis ojos, los párpados, seguía sin ser capaz de ver bien, en parte porque el agua del mar los había irritado, también porque un trocito de párpado colgante me obstaculizaba la visión. Incluso así, fui consciente de sus cambios, de todos ellos, era culpa suya por sentarse tan cerca, por hacerme esto.
¿Cómo era posible que la única persona capaz de destruirme fuera a la vez la única que podía hacerme sentir así de viva?
Su cabello rubio platinado continuaba como lo recordaba, no había perdido ese brillo anómalo que siempre lo había caracterizado y pese a que ahora lo había recortado, era hermoso de la cabeza a los pies. Su nariz recta y delgada tampoco mostraba señas de cambio.
De momento todo en él seguía igual, su boca todavía era fina y ese arco en su labio superior seguía tan marcado como antes, debería darle vergüenza.
Algo irónico en todo esto es que él no sentía tal cosa, ¿cómo podría si era un santo? Todo lo que Miguel hacía estaba bien, por eso cuando él acercó una mano hasta mi rostro como si lo fuera a tocar volví a replantearme mi condición.
Debía estar soñando, tal vez estuve mucho tiempo en el agua, quizás me ahogué y no despertaré hasta dentro de cien años convertida otra vez en una momia.
Sus enormes alas se extendieron tras su espalda, escondiéndome del calor del sol, una de sus plumas rozó la piel de mi hombro y me provocó escalofríos. Luego, cuando su mano por fin acunó mi rostro, ocurrió la única cosa que no debía olvidar, lo único que era capaz de demostrarme que no estaba soñando.
Dolor, crudo y verdadero, mi mayor aliado, el único compañero leal que había tenido hasta el momento, porque pese a lo que muchos digan, el dolor jamás te abandona.
Su tacto me destrozó, era frío como el agua de mar y provocaba el mismo impacto. No debía olvidarlo y aún así lo había hecho.
Un dolor lacerante me azotó la piel cuando acarició mi mejilla y sabía, ¡por supuesto que sabía!, que no se trataba de mis heridas, era él, todo en él me dañaba, desde su voz, hasta su toque, su insoportable hermosura me estaba haciendo tira y yo no podía hacer nada para evitarlo.
Tiempo atrás, cuando aún era ingenua, cuando aún creía, no entendía porque me causaba tan dolor, no sabía cómo lo hacía. En aquel entonces no sabía qué era frío. En aquel entonces no conocía el calor del infierno para comparar.
—No entiendo… Me dijeron. Ellos dijeron.
Sus cejas claras se fruncieron y bajo ellas esos dormilones ojos claros me observaron con desconcierto. Yo no debería haberme acercado, no tenía que permitirle debilitarme de este modo, demoler mi coraza, azotar mi autoestima, y aún así me encontré bebiendo de sus ojos, esos pálidos diamantes que proyectaban en mí el color del cielo, de la pureza.
Para mi desgracia, noté que la camiseta ocre que supuestamente ocultaba su pectoral de mí, no hacía mucho por esconderlo, al contrario, parecía marcar lo necesario e innecesario. El ancho de su pecho, lo angosto de sus caderas. Una divina tortura para alguien como yo, era como menear una botella de Coca Cola a alguien perdido en el desierto.
—Miguel…
Después de tantos siglos, tantas existencias y no vidas, comprendí que no importaba cuánto me esforzara. El tiempo, universo y todo aquello que El creador controlaba estaba en mi contra y ellos sabían… ¡Por supuesto que sabían!
—¿Qué te dijeron?
Él desvió sus ojos a la cadena que colgaba en su cuello con algo similar a la vergüenza, si es que existía algo así para los ángeles, lo cual dudaba. Yo la conocía por supuesto, lo que no entendía es qué hacía ahí.
«¿Por qué la conservas? » Quise gritar, pero también deseaba hacer otras cosas, todas ellas imposibles.
De repente, recordé a Eb, recordé mi cacería: David, lo importante que era para mí recuperar las fuerzas, necesitaba saber si Eb estaba vivo, se lo debía, alguna cosa similar a la lealtad se había formado entre nosotros. Incluso si sólo estaban sus cenizas, necesitaba encontrarlas para darle una despedida digna.
Aún más importante, necesitaba alejarme de Miguel.
La zona de mi rostro donde sus manos estaban tocando parecía derretirse contra su palma, lo que demostraba bastante bien que incluso el hielo era capaz de quemar. ¿Le dolería también a él?
Seguro que sí, siempre había sido así, sólo que él era demasiado fuerte para notarlo, sus fuerzas superaban a las mías de una a mil, no era un ángel cualquiera, estaba en la punta del iceberg, lo que de nuevo, me hacía pensar ¿Qué rayos hacía aquí?
—Que no quedaba nada de ti
Tragué profundo antes de que algo parecido al llanto se escapara de mi boca, el sabor a sangre continuaba ahí, tan fuerte que apenas era capaz de hablar sin vomitar.
A fuerza de voluntad logré ponerme en pie, Miguel no replicó cuando alejé su toque de un manotazo, tampoco replicó cuando arrastré los pies hasta quedar a unos buenos veinte centímetros de distancia. Necesitaba espacio, necesitaba desintoxicarme de su esencia, su maldita perfección, su perfume natural e inexacto.
Necesitaba todo de él, pero no podía tenerlo, en cambio debía conformarme a la distancia. Los humanos se habían creado un montón de narcóticos que generaban dependencia… Ellos no tenían ni idea.
—Pues, tenían razón —esbocé una sonrisa y levanté mi dedo medio. Me torturé un poco más bebiendo su expresión atónita y rápidamente me desmaterialicé. Hubiera podido seguirme, claro, pero él no lo hizo.
De regreso en el apartamento, estaba tan consternada por los sucesos que ni siquiera reparé en que perfectamente podía estar aún el otro ángel en casa. Maldita sea, si moría hoy me lo tendría merecido por idiota.
Además, debido a mi falta de energías tuve que renunciar a la sutileza y avancé con pies de plomo hacia la habitación de Eb. Me dije a mí misma que el asunto de Miguel debía quedarse encerrado junto con todas las mierdas sin sentido que guardaba en el pecho, basura sentimental que no serviría de nada si quería seguir con dos piernas en el cuerpo.
Bajo el sofá de cuero donde él solía leer revistas porno, en medio de plumas y mierda de pájaro, o eso parecía por el olor, Eb se encontraba inconsciente.
—Dime que estoy en casa —murmuró en cuanto abrió los ojos.


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NA: Bueno, bueno, buenísimo. Hoy tuve libre y por si no lo han notado rediseñé el sitio, también estuve escribiendo un par de cositas. Espero, de todo corazón les guste la novela. He invertido mucho trabajo, tiempo, esfuerzo, horas de sueño. Dios sabe que adoro esta trama, no pretendo ser hereje, recuerden que es una novela, una obra de ficción. ¿Vale?
Besitos y Bendiciones!!
Liss.

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13 Comentarios

  1. Majo'R19:45:00

    Oh Dios! Esta genial! Verdaderamente lo amé :) Y al fin apareció Miguel! :3 

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  2. Mija..... te volaste la barda!.... es que no tengo palabras para decirte.... genial genial genial. me encanta tu historia es preiosa, me encanta el orgullo de Cali sabes que soy del bando de Cali.... mis respetos pa la Cali me super encantó el capitulo de verdad está ¡¡¡¡Fascinante!!!

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  3. I Meragarcia10:55:00

    me encanto el capitulo, me muero de curiosidad por el siguiente

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  4. Lisselot11:21:00

    Esto esta muy pero muy interesante!! :P 

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  5. belu_juanes11:20:00

    Hola Liss!! siii aparecioo Miguel yaaa estabaa loca por que aparecieraa y lo sabes en todos los capis te preguntaba cuando apareceria ahhhhhh yy ahora que se volvieronn a ver que ocurrira Cali no quiere saber nada aunquee sus pensamientos digan otra cosa por que esta frase me quedo grabado:Necesitaba todo de él, pero no podía tenerlo ahhhh que pasara!! excelentee capitulooo!!!! besos liss!!!!

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  6. Nuestrotintero21:13:00

    Sí, lo recuerdo. Pues, ya ves que apareció *:*.
    Obviamente Cali no quiere nasa, pero entre lo que uno quiere hacer... Y lo que finalmente hace, chan!!

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  7. Nuestrotintero21:13:00

    Que dicha que lo creas así!

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  8. Nuestrotintero21:14:00

    ¿Alguna teoría?

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  9. Nuestrotintero21:15:00

    OMG, si tan solo supiera lo que significa "volar la barda", jejejejeje.
    Así que bando de CALI ¿Eh? Bueno es saberlo!

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  10. Nuestrotintero21:15:00

    Sí, Miguel por fin dio muestras de vida.

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  11. Prismir11:18:00

    muy buenos capítulos, los leí todos de una ^-^.
    la temática me encanta ángeles + ángeles caídos.
    simplemente excelente.
    espero por más.

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  12. Diiiooosss!!!...Liss eres una geniooooo!!!..increíbleeeee!!!..muerooo esperandooo el siguiente capítulooo!!!..al fiiin aparecio Miguel!!jajaja meee encantaaaaa!!..mmmm!!..jajaaja

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  13. Miguel y Cali...me morí! que química...:o! 
    casi llore....:´) alas enormes y puro muy puro Miguel...awwwwwww!
    amo esta historia, las heridas de Cali me hacen sisear..:S y eso que estudio enfermería.! :P
    que manera de escribir hermosa que tenes, un aplauso! 

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