Under Breath - Capítulo 7





La primera semana pasó bastante rápido, entre los constantes acosos de Mike y su interminable baba como acompañante y los parloteos de Ámbar que parecían enfocarse cada vez menos en los pobres chicos Africanos, yo parecía haber encontrado una nueva clase de infierno. Eb me advirtió acerca de esto, por supuesto.
«Para ser alguien eterno, eres bastante ignorante», había dicho él, podría haberle hecho caso si luego no hubiera añadido que debería seguir su ejemplo y relacionarme más con los humanos. Separando el hecho de que le debo una interminable cantidad de cosas a mi mentor, Eb no es lo que llamaríamos un demonio ortodoxo.
Le admiro en muchas áreas, me ha encubierto hasta el cansancio y sí, puede que me haga saber que no está de acuerdo con mi reticencia a matar, pero de todas maneras nunca me ha presionado a hacerlo, lo que si mi suerte sigue como está, durará muy poco.
Es decir, no matar de asesinar, eso lo tenemos prohibido, pero incluso entre demonios tenemos nuestras jerarquías. Yo estoy por muy debajo de ellas, Eb en cambio, es todo lo contrario.
A él le toca el trabajo sucio, yo sólo seduzco y engaño, en eso es mucho mejor que yo.
Supongo que llevar las almas hasta el infierno requiere coraje, el mío se limita a sellarlas.
¡Tampoco es tan fácil!
De cualquier manera, en los últimos días no todo fue un suplicio. La parte buena de la semana fue que la mayoría de mis clases estaban emparejadas con las del humano, David, me recordé, la parte mala, era que él seguía pasando de mí.
Al principio me había molestado, es decir ¡Mírenme!. Con un cabello lo suficientemente largo para rozar mi cintura y de una variante del dorado que fácilmente avergonzaría a las arpas del Todopoderoso, la belleza era un adjetivo que se quedaba corto en lo que respectaba a mi existencia.
No es vanagloria, sino la pura verdad.
Mis ojos por otra parte, siempre fueron la prueba viviente de que existía el cielo, lugar que dejé por voluntad propia; es todo lo que diré.
Ahora, nunca fui lo que se llamaría alta, como del tipo que parece gigante y termina sin pareja en los bailes, pero portaba la altura justa para no pasar desapercibida, las curvas de mi cuerpo eran tan escandalosas que ni los siquiera los ángeles se fiaban estando a solas frente a mí.
Dado que la vanidad era algo tan común en mí como la soberbia, se volvía difícil ser autocrítica, pero es una cualidad que debes desarrollar si no quieres pasar a peor vida —Y cuando hablo de peor vida me refiero a una eternidad de asfixia en el lago de fuego—.
Nada más estúpido que centrarte en tus virtudes y obviar los defectos, aquello se puede volver una debilidad y nunca… nunca, nunca, nunca es bueno sobreestimarnos.
 El hecho de que el humano se volviera tan escurridizo no hacía mucho por mejorar la situación, si eliminas mi sensualidad innata, aún estaba la parte sobrenatural que atraía a cualquiera hacia mí, como abejas a la miel, independiente del sexo que sea, a cualquiera menos a David. A diferencia de lo que podría pensarse, yo nunca había puesto en duda mi efecto sobre nadie, y por supuesto esta vez no fue la excepción, me llevó apenas tres días descubrir el porqué.
Estábamos en clases de inglés, David se sentaba en la primera fila, convenientemente frente al pizarrón. No me sorprendió que mantuviera una postura descuidada, sus hombros lucían caídos casi encorvados, si no fuera porque era extremadamente delgado lo haría parecer un jorobado, en cambio sencillamente parecía un chico con articulaciones lo suficientemente largas para no saber qué rayos hacer con ellas. Personalmente, se me ocurrían un montón de cosas, pero no estaba en posición de opinar, sobre todo porque él no le quitaba los ojos de encima a su compañera de banco.
Patético, lo sé. Debería haber sabido que no sería tan fácil llegar a él desde el inicio. ¿Por qué sino alguien se aventuraría a llamar al 911 a sabiendas de que tienes todo en tu contra?. Sólo un tipo con un corazón muy limpio, además de estúpido por supuesto, alguien lo suficientemente idiota e ingenuo para creer en el amor, o eso parecía por cómo se comía con los ojos a la morena sentada a su lado, quien, cabe añadir, no parecía darse cuenta de nada.
Mejor para mí.
Había intentado llegar a él de todas las formas posibles, ninguna de ellas me dio grandes resultados. En un inicio temí que me reconociese, pero eso fue echado a un lado cuando chocamos intencionalmente por accidente frente a al baño de chicos. Él se disculpó, alegando que era la segunda vez que tropezaba conmigo, dejando en claro que me recordaba y no precisamente de un pub de mala muerte.

El lunes finalmente llegó y con él una nueva semana de tedioso comportamiento adolescente, hormonas locas, temas banales y ¿Era ese David?
Imposible.
De todos modos abrí los ojos sin poder creer lo que éstos veían, lucía claramente igual que siempre, su camiseta seguía siendo simple, de marca desconocida y esta vez de un color gris. Traía unos vaqueros desgastados, pero no como los que utilizaba el resto del alumnado, no lo hacía por moda sino porque no le quedaba otra opción. Si no fuera porque estaba absolutamente convencida de que mi naturaleza me impedía sentir emociones remotamente cercanas a la compasión, hubiera pensado en envolver su cuello con mis brazos y decirle que todo iría bien, en lugar de eso, caminé hacia donde estaba y con lo que esperaba fuera un tono bastante dulce y alejado de mi habitual sensualidad pregunté:
—¿Puedo tropezar contigo una última vez? —él se detuvo junto a su casillero, donde me había acomodado para esperarlo y frunció el ceño, se veía desconcertado, evidentemente no era lo bastante listo para pillar mi indirecta— Sucede que… al parecer me has traído buena suerte —él continuó viéndome confundido y yo tuve que hacer un serio esfuerzo para continuar con mi actuación. Me dije a mí misma que no importaba lo que él trajera consigo, ni lo mucho que ese objeto —aparentemente más que acostumbrado a sus manos— hubiera llamado mi atención. Su alma tenía dueña, fin del asunto. Su dueña era yo y la despacharía directo al infierno en cuanto tuviera la menor oportunidad.
—Discúlpame —otra vez con lo mismo—, pero no te sigo—. ¿Por qué no me sorprendía?
Resistí el deseo de poner mis ojos en blanco y arrancarle un trozo de su antiestético rostro con mis garras. Tenía que hacer las cosas bien, independiente de lo nerviosa que estuviera.
Maldito humano, ¿Cómo demonios se le ocurría traer la Biblia a clases? No importaba quién ni dónde… Eso claramente era sinónimo de suicidio social. ¿En qué mundo vivía?
—Tengo examen —le recordé—, pensé que si chocábamos de nuevo podría irme bien, las dos veces anteriores pareció dar resultado —él hizo un gesto con la mano, intentando agrandar el cuello de su camiseta, ahora entendía porque se veía tan suelto, claramente el amigo aquí presente tenía un severo problema con mantener las manos quietas.
—Disculpa si te incomodé, al parecer así no resulta —añadí al comprender que él no diría nada y dejé que mi falso rubor comenzara a hacer de las suyas. Mientras tanto, empecé a acomodarme el pelo hacia un lado, esperando que él viera mis aretes nuevos de cruz, eran de oro y bastante delicados, una burla para los de mi clase, pero él no tenía porque saberlo. Además, eran idénticos a los de su compañera de banco en la clase de inglés, eso tenía que servir.
—Déjame ver si te sigo —empezó, haciendo un esfuerzo notable por soltar el cuello de su camiseta, era algo digno de ver— ¿Estás diciendo que quieres que tropiece contigo porque te doy buena suerte? —No genio, estoy inventando una excusa para estar cerca de ti, pero eres lo suficientemente idiota para no verlo.
—Exacto.
—Wao —lo mismo para ti.
—Tiene sentido —ni un poquito—, pero no creo en la suerte. Lo siento.
Aquí íbamos de nuevo.
—Tampoco yo, pero tengo el examen a la siguiente hora… — Naturalmente, él se ruborizó. ¿Tan difícil le era mantener una plática civilizada con una chica? Joder, ni siquiera llevaba puesta mis ligas de cuero.
—Por favor —insistí, deseando que viera el labial rosa pálido que cubría el fruncimiento de mi boca.
—Estoy bastante seguro de que esto es algo raro — Al fin una muestra de cordura, él tenía razón y por cómo nos miraba el resto de los que transitaban el pasillo, no éramos los únicos que lo pensaban.
—¿A quién le importa? — atiné a decir y el chico dejó escapar un silbido suave, y luego, en serio, no pensé que lo haría pero… Bien, tuve que reírme. Él chocó contra mí y fue la cosa más absurda, ridícula y conveniente que me pasó jamás. Sobre todo porque nos dejó a ambos tendidos sobre el suelo del pasillo.
Dadas las circunstancias, no debería sorprenderme quedarme sin aire, David es alguien tan alto que incluso yo podría parecer baja a su lado, sus manos había quedado a ambos lados de mi rostro, sus lentes se había deslizado por su nariz hasta aterrizar en mi escote y sus ojos, azules y llenos de vida me observaban consternados. No, no me observaban a mí, en ese caso estarían clavados en mi escote, ellos se encontraban en mi rostro e incluso más arriba. Estiré mi rostro, ya que por ahora sólo conseguía verlo a él y el techo, y me encontré con dos zapatos que parecían haber exagerado con la dosis de betún.
Escuché a David tragar y luego lo observé pararse, actuando como el idiota que era, tropezó por lo menos dos veces antes de ser capaz de ayudarme a ponerme en pie.
—¿Se puede saber que hacen? —la voz de la directora brotó suave, como una mamá consternada en lugar de una figura que debería representar autoridad, probablemente no quería quedar mal con Eb avergonzándome frente a todo el alumnado… O más exactamente, sólo tenía el carácter débil y por eso mi mentor se aprovechaba de ella.
 Observé el rostro de mi acompañante, como me temía estaba lívido, la idea de que se muriera antes de haber sellado su alma para el infierno cobró fuerza.
—Fue mi culpa —admití, con mis ojos sin abandonar los verde pálido de nuestra directora— Yo choqué contra él y luego resbalé, me afirmé de su hombro para no caer, pero sólo conseguí arrastrarlo conmigo al suelo —. Era una mentira bastante sencilla, poco creíble y predecible, pero en tiempos de sequía da igual el método, lo importante es el resultado y dado que soy un demonio, manipular mentes nunca me ha resultado algo difícil. Es una lástima que no se pueda hacer eso con los humanos cuyas almas están en juego.
Una verdadera lástima.
—¿Qué quieres decir con chocar? —preguntó él cuando la directora nos dejó solos, solos con el resto del alumnado.  Lentamente fijé la vista en el resto de los rostros hasta finalmente enfocarla en él, quise hablar, pero teníamos demasiados espectadores y yo odiaba trabajar con público.
Luces rojas se encendieron dentro de mi cabeza, ¡Peligro!, la expresión seria de su semblante me advertía que estaba a punto de perderlo todo, sentía la alarma detonando en mi interior mientras me enfrentaba al aburrido azul de su mirada.
«¿Qué quieres decir con chocar?», bonita pregunta, estúpida, pero con sentido. Seguramente ahora debía estar tomándome por mentirosa, calificativo que me merecía con todas sus letras, pero de nuevo, él no tenía por qué saberlo.
Lo tomé de una mano, fingiendo no ver que se tensaba, se quería soltar, no me cabía duda, excepto que no le di la oportunidad. No tenías que ser un genio para deducir que era demasiado cortés para hacerle un desaire a una dama en público, independiente si la dama en cuestión era una mentirosa o no. Aprovechándome de su desconcierto, lo arrastré hacia la salida más cercana para que pudiéramos hablar a solas.
El patio estaba desocupado y por el asqueroso sonido que irritó mis oídos, podría afirmar que no volveríamos a ser interrumpidos, todos debían estar en clases.
—Tropezar, caer, de eso hablo —respondí con voz débil, articulando las palabras una por una, era bastante buena interpretando el papel de súcubo, jugar a la ovejita perdida por otra parte era la cosa más horrenda del universo.
¿Cómo podían lidiar los ángeles con esto? Desde luego, no lidiaban lo disfrutaban… La santidad es parte de su naturaleza, como el amor, la paz y la benevolencia.
—No lo creo, ¿sabes lo que pienso? —Ni una jodida idea— Pienso que mentiste, y eso está mal. Fue mi culpa.
Por ley general, odiaba admitir cuando me equivocaba, sobre todo cuando son varias veces en un lapso corto de tiempo, pero en esta ocasión, me sentía profundamente perdida.
—Te subestimé —no quería decirlo en voz alta, pero tampoco pretendería que me importaba más. Estaba lista para rendirme y cortar por lo sano, si por sano se entiende renunciar a un alma y conseguir otra igual de buena, lo estaba, al menos hasta que él respondió.
—Todo el mundo lo hace —. Había algo bastante parecido a una sonrisa intentando asomarse en sus facciones y la sensación viscosa volvió a arremeter contra mí, más cruda y más violenta. Debería haber sabido que mis recientes presentimientos no podían ser en vano.
—No es intencional, supongo que…
—No supongas —me cortó—, estoy harto de las suposiciones —como yo de las probabilidades, el amor y los humanos, pero ese no era su puñetero problema como las suposiciones no eran el mío, en cambio le regalé una mirada honesta y hablé con la verdad… la verdad que pretendía que el creyera.
—Me gustas, hablar contigo, chocar contigo… bien, eso no, sólo lo inventé para poder acercarme a ti.
Justo en ese instante, un rayo de sol decidió cruzarse por el follaje del árbol y surcarle el rostro. David continuaba con el libro en sus manos, lo aferraba a ellas como si se tratase de su salvación, que lo era, pero aún así era molesto. Parecía casi un santo.
Él puso una mueca.
—Cali… —bien, al menos recordaba mi nombre, nunca había sido rechazada, excepto hace mucho tiempo, de hecho… fue antes de que el tiempo se conociera como tal, de modo que tenía bastante experiencia en lidiar con casos como el de David.
—No sé qué decir.
—No tienes que decir nada.
—Espera un momento… —la lista de emociones que transitaron por su rostro fueron absolutamente predecibles: duda, incredulidad, asombro y finalmente terror. Él claramente tenía un serio problema de autoestima—. Yo no tengo… no sé.
Observé su facciones, rasgos sencillos, nada que mereciera la pena recordar, no era una oda a la hermosura. No era nada por lo que valiera la pena luchar, su alma en cambio…
—No tengo experiencia en estas cosas —atinó a decir finalmente, rascándose la parte trasera de su nuca. Yo sentí que me partía en dos de dicha
 —Sólo quería hacértelo saber…
—Apenas me conoces —era una forma bastante decente de decir “No sabes nada de mí”, por lo que me limité a ser sincera, como dije antes, la verdad podía llegar a ser bastante subjetiva.
—Sé lo que necesito, con eso me basta —Y como lo que necesitaba era sellar su alma para el infierno, me sentí más honesta que nunca.

Por la tarde llegué a casa con algo similar a la esperanza refulgiendo en mi interior, pero yo no podía sentir aquello, lo que me dejaba como alternativa mi propia seguridad, estaba confiada en mis fuerzas, si ignorabas el viscoso y mal presentimiento que me asechaba en ocasiones, las cosas parecían andar perfecto.
No era extraño que Eb no me estuviera esperando con la cena servida o algo similar, sus labores domésticas y el papel de apoderado se limitaban a como estuviera su humor, así que no me sorprendió no pillarlo y preferí no pensar en dónde se encontraba o lo que estaba haciendo, en cambio opté por luchar contra el hambre y esperar que las horas pasaran, finalmente cuando el reloj dio las doce me decidí por salir a caminar.
Durante hoy, el sol no había abandonado la ciudad en todo el día y ni siquiera me refería a un sol odioso, de tipo que parece quemar la piel y te hace pensar en el terrible agujero que masacra la capa de ozono, sino de algo cálido al que los humanos definen como agradable, el perfecto escenario en que te inspirarías para pintar un cuadro de la creación.
Días como los de hoy no me gustaban y ni siquiera la cercanía ganada con David era capaz de opacar el maldito sol, lo odiaba por supuesto, con la misma fuerza que odiaba a los valles y campos repletos de flores con colores que no quiero recordar.
Sin dejar de caminar, me tomé la libertad de suspirar al contemplar las tinieblas que ahora gobernaban en el cielo, la parte mala era que estaba repleta de estrellas, la parte buena era… bien, realmente no tenía una parte buena, pero el simple hecho de que no hubiera luz me devolvía la tranquilidad.
Ashes no era lo que tú llamarías una ciudad demoniaca, de hecho era bastante agradable, supongo que estaría mal quejarme entendiendo que aquí tengo todo lo que quiero, pero como tengo esta tendencia a hacer lo que está mal, me paso la vida quejándome, comenzando por el hecho de que quiero más.
No es extraño, terminé en la tierra exactamente por ello: deseaba más y se me dio. Demasiado tarde comprendí que mi hambre, mi avaricia, sería insaciable. No importaba cuanto lo anhelase ni el esfuerzo que pusiera en ello, jamás me encontraría satisfecha.
Escondí las manos en los bolsillos de mi gabardina negra, recordando lo diferente que me veía hoy por la mañana. Si ignorabas mi escote, el resto de mi indumentaria tenía los suficientes tonos claros como para un pastel de novios. Ahora en cambio, mis pantalones y peto, al igual que mis botas y gabardina no eran más que una ceñida funda de cuero negro, prácticamente mi segunda piel. Me entretuve escuchando con atención el sonido de mis tacones al repiquetear contra la grava, parecían ejercer una suerte de hechizo en el resto de los objetos animados, ni siquiera las ratas se cruzaban en mi camino, cosa irónica dado que Eb insistía en comprarnos con ellas.
Un par de respiraciones captó mi atención.
Sin pensármelo dos veces, desvié mi camino hacia la izquierda deshaciéndome instantáneamente de mi forma corpórea y permitiendo que el aire me arrastrase hacia donde la esencia humana parecía condensarse. La noche estaba extremadamente luminosa, demasiado para mi gusto, pero estaba hambrienta y necesitaba despachar un par de almas, mientras la de David insistía en jugar a ser buena.
Frente a mí, un sencillo departamento parecía distinguirse del resto, por supuesto, la cortina no dejaba ver demasiado, pero tras ella una silueta femenina me daba la espalda. Un momento, eran dos siluetas.
Cuanto más pensaba en las posibilidades más crecía la anticipación y con ella también mi ira, odiaba el factor duda, la mayor parte del tiempo solía llevar el control de la situación, perfectamente podrían ser dos chicos esperando la oportunidad perfecta para probar el pecado. La mera idea envió oleadas de placer que aplacaron al instante la incomodidad de mi pecho. Sí, decidí que esta vez las cosas estarían a mi favor, después de todo dependía de mí. Y, dado que el destino no existe, no había porque detenerse a pensar en los “y sí…” De modo que ignoré, como tantas otras veces, la sensación viscosa en mi pecho y me deslicé hacia el interior de la habitación, esperando encontrarme a un par de siluetas listas para caer en mis redes.
Hace dos semanas, estaba sentada en un bar, pensando que era la mejor en mi clase y asumiendo que tenía un trabajo aceptable. Luego de pasarme los siguientes catorce días aguantando basura adolescente, contando los fines de semana, ya que Ámbar solía llamar para discutir idioteces como el inexistente tamaño de su busto, puedo decir que realmente mi trabajo es fantástico. Los dos adultos frente a mí eran la prueba viviente de ello.
Ignoré al tipo y me concentré en la chica de pie frente a él, le estaba dando la espalda y mantenía un grueso álbum de fotos extendido en sus manos, dejé pasar esto último y enfoqué mi tención en el hermoso crucifico que colgaba por su cuello, era algo digno de ver, ineficaz, pero bello al fin y al cabo. Particularmente, prefiero los artículos de plata, tengo suficiente dorado en mi cabello para opacar cualquier artilugio de oro, sin embargo las terminaciones de su colgante terminaban en brillantes, todo un lujo. Cinco segundos más tarde los ojos de ella parecieron enfocarse en donde me encontraba de pie, no podía verme, desde luego, ni ella ni él. Pero, claramente los humanos tenían la capacidad de sentirnos.
Escalofríos, mareos, pánico, llámalo como quieras.
El hombre como tal, es un ser espiritual dentro de una mente natural, suena mil veces más bonito de lo que es, pero la cosa es que lo quieras creer o no, los humanos son bastante intuitivos a la hora de percibirnos. Lo que es aún peor, parecen estar obsesionados con conocernos; cartas, tabla Ouija, médium, etc. Hay una parte de ellos, su espíritu no su alma, que se siente inexplicablemente ligada al plano sobrenatural. Ahí es donde entramos a jugar, quieren ver fantasmas, se los damos, al final del día son ellos quienes cierran el trato.
Algunos de mi clase son bastante menos prácticos y convierten algo fácil en un circo, de ahí tanto exorcismo y gente torturada, no es que me queje, pero en lo personal prefiero las cosas más discretas, del tipo que te llevan sólo unos minutos y los implicados apenas y lo notan.
Exactamente como estoy haciendo ahora.
Cualquiera pensaría que es difícil dado que como cazador de almas no tengo la facultad para manipular la mente del humano que intento hacer caer, poseer, o lo que sea que planees innovar con él, pero teniendo en cuenta que leer y manipular nunca han significado lo mismo, se me permite invadir las memorias de mi víctima, sólo que no puedo hacer nada con ellas.
Un claro ejemplo sería lo que hice por la mañana con la directora y David, como no está en juego su alma, o mejor dicho… Ya fue sellada para el infierno, se me permite manipular sus pensamientos, con David en cambio, incluso cuando muero de ganas por meterme en su cerebro lo único que consigo es información básica: lugares, nombres, preocupaciones y tareas pendientes, pero cada vez que intento mover algo, su mente me saca fuera.
Es algo así como un mecanismo de defensa que tienen los humanos, no es que les sirva de mucho, pero es lo que hay. No sé en qué pensaba el creador, de todos modos sigue pareciéndome injusto todo esto.
Frente a mí, la pareja lucía convenientemente concentrada en las imágenes del álbum, aproveché su quietud para revisar el resto de la casa, intenté percibir algún ruido en los otros cuartos, pero a excepción de ellos no había señales de que hubiera un alma en el lugar.
En serio, ¿Qué hace un hombre y una mujer viendo fotografías viejas, teniendo la casa para ellos solos?
—Es increíble cómo pasan los años —dijo ella sin mirarlo y dejando escapar un suspiro melancólico, parecía cierto, pero por el tono que empleó me dio la impresión de que  ella había sido plenamente consciente de su paso.
Volvió a girar la hoja con su dedo temblando contra el papel, esta vez eso sí pareció captar la atención del chico, quien cabe añadir que no había dicho una sola palabra desde que llegué, no es que él supiera de mi presencia, pero su falta de iniciativa me ponía de nervios.
—Supongo que sí —atinó finalmente a decir después de un largo, largo rato. Esta vez, tampoco lo miró, en lugar de eso mordió su labio y el fuerte perfume del remordimiento inundó mis fosas nasales.
No era de sorprender que las emociones en la habitación se ahogaran entre sí, ya que eran demasiadas. De hecho, el corazón del chico parecía estar pronto a superar la barrera de los ochenta latidos por segundo y su fuerte respiración convertía en innecesaria mi habilidad de percibir las emociones.
No hacía falta un exceso de empatía para notar su nerviosismo, pero de todas maneras la usé, era parte de ser un demonio: sentir sus miedos, oler su nerviosismo; la mayoría de las veces era una pérdida de tiempo, dado que los humanos son algo así como una caja ruidosa multicolor, no se necesita  ir más allá para adivinar que les pasa y poder utilizar su debilidad a nuestro  favor.  Se vuelven rojos cuando están avergonzados y pierden el color cuando sienten pavor, comienzan a gritar si es que algo les duele y en ocasiones incluso hacen castañear sus dientes.
Toda una sinfonía.
Mi preocupación era sincera; en el estricto sentido de la palabra… Me preocupaba que sus almas decidieran optar por el camino angosto, nunca se está lo suficientemente cerca del mal. Un momento estás pecando y al siguiente le has salvado la vida a una persona sin saberlo, librándote por siempre del las garras del infierno. Algo importante sobre los seres humanos es que sus almas son volubles, generalmente esto juega a mi favor, es decir… Es mil veces más probable que una persona de bien decida probar el fruto prohibido antes que un impío comience a hacer buenas obras.
Dejé salir una inocente dosis de valentía y sus cuellos prácticamente hicieron “crack” cuando ambos rostros se giraron en dirección a la cama, abandonaron el  rincón de la ventana para sentarse sobre la tela mullida. Me pareció extraño, para ser un par de amantes no actuaban como tal… A no ser…
 Dirigí mi atención a la chica y deslicé mi mente en el interior de su conciencia, vaya, esto se ponía interesante.
Salí de su mente tan rápido como entré, sólo para sonreír al notar la indiscutible tensión en la boca de él, estaba molesto y no podía culparlo. El pobre tipo acababa de volver de la universidad, habían terminado su relación hace dos años por la distancia entre el lugar donde estudiaba, de hecho apenas ayer le habían avisado que ella se casaba.
Desde luego, no tenía derecho a pedirle explicación, pero dado que la…«amaba», pues, ya sabes lo que dicen del amor, no entiende razones.
La sonrisa en mis labios se acentuó todavía más cuando dejé salir toda la lujuria que residía en mi interior.
Ella parpadeó y sus oscuras pestañas fueron el punto de quiebre que nuestro amigo necesitaba.
—Esto es una estupidez —soltó de repente tomando por sorpresa a la chica y causando que la mueca de mi boca se hiciera más grande. Lo curioso del amor era que mandaba a más personas al infierno que el mismísimo odio.
—No lo comprendo —respondió ella arrastrando su voz tanto como pudo, se notaba cansada, probablemente la situación la tenía más que abatida. Aunque, algo me decía que en lugar de agotamiento el quiebre de su voz se debía a que el chico acababa de poner un dedo sobre su mejilla…
 Una historia de amor corriente parece no bastarle a nadie hoy en día, es como si fueran adictos al drama, y ya que no estaba en condiciones de ser suave les envié una nueva oleada de lujuria, espesa y oscura, emanó de mi interior. Desde luego, fue letalmente efectiva. Además, fue interesante ver como el álbum de fotos había ido a dar contra la pared.
Finalmente —para fortuna de todos ¡Gracias Luc!— el chico perdió los estribos.
—¡No necesitas comprenderlo! —Demandó con la voz bastante más fuerte que hace un rato, sin que sus manos dejaran de acariciarle el rostro, ahora él estaba claramente a un paso de la locura, sin embargo estallar no es tan malo cuando alguien va contigo… o eso dicen—. Me basta con que lo sientas —se apresuró en añadir, como si necesitara terminar con una frase cursi para dar por sentada su victoria, nuestra victoria.
Hizo bien, pues ella no escatimó tiempo al envolver su cuello con los brazos y enterrar los manos en ese cabello oscuro que moría de ganas por tocar desde las últimas cuatro horas… Uh, llevaban bastante ahí.
Llegué a creer que lo ahorcaría mientras lo besaba, lo que me hubiera venido de maravilla con esto de que las almas se estaban volviendo escurridizas. Aquello me hizo recordar que no me había encontrado con ningún alado en los  últimos días, razón de sobra para llegar a una sabía conclusión: mis dudas habían sido absurdas y motivadas por mi propio temor a ser descubierta, Eb llevaba demasiado tiempo cubriéndome las espaldas y era hora de que hiciera algo por mí misma.
Y lo hubiera hecho, tenía la mejor de las intenciones, pero entonces recordé que no tenía por qué. Velar por mis intereses era un trabajo a tiempo completo ¿Velar por los de Eb?, ni de broma.
Rápidamente salí del cuarto que, por cierto, parecía estar en llamas, degustando el sosiego que trasciende una buena cacería, nada mejor que hacer caer a un par de infieles.
Cogí un último respiro repleto de lujuria y me materialicé en el exterior de mi departamento, pero nada me preparó para lo que me esperaba ahí.


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6 Comentarios

  1. O.O y David le esta poniendo la cosa dura a Cali, es muy muy curioso, por otro lado creo que es a David al que se encuentra en su apartamento, sino es el es algun amigo Alado, pero me inclino mas por el chico. 

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  2. Liss!!!! hace mucho que no me paraba por aquí.... ya extrañaba leer esto... el capitulo estuvo bfuenisimo me encantó...
    Y muchisima suerte con Soldier y con Anatema!!!!

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  3. Sony fi11:22:00

    VALIO LA PENA ESPERAR!!!!!!!liss cuanto te admiro!!!!!!!!!!mil gracias.

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  4. ME ENCANTO ADORO A CALI ES ÚNICA, Y MUY SINVERGUENZA

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  5. belu_juanes14:08:00

    Hola Liss!! me encantoo el capiiii...estaa Cali me encantaaa jaja!!! y David no le va a poner las cosas faciless jee no resulta mucho los avances que ella haceee!!!! que tengasss una muy buenaaa semanaa!!! besos enormes!!!!

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  6. Leticia L.13:56:00

    AAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!! No podes ser asi de mala de cortarlo ahi, casi me da un infartoooo. Besos loquilla y voy a tratar de pasar mas seguido por aca.

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Deja que fluya...