Inhalé el rico aroma de los viñedos que llegaba con el viento, cerrando los ojos y deseando que el momento no terminara, estar con Paolo, sin necesidad de palabras, en nuestra palapa.
Pero tenía el tiempo contado, Gio había dicho media hora.
Era un desperdicio pasarme el momento que tenía enfrascada en mis pensamientos pero no podía evitarlo, había sido totalmente sincera con Paolo, ya no reconocía a Gio, eso me dejaba con un vacío en el pecho aun cuando hubiera regresado.
Suspiré dispuesta a rescatar los últimos minutos que me quedaban.
—Él debe sentirse igual —, murmuró Paolo de pronto
Sabía de quien estaba hablando, parecía como si se pusiera de su lado, no, Paolo estaba a mi lado, siempre.
Elegí no contestarle.
—Tú no lo reconoces, tal vez él tampoco lo haga, a pesar de eso siguen siendo gemelos, un lazo y todo eso, deberías tratar de conocerlo ahora—, continuó mientras alejaba el cabello de mi rostro.
—Deberías dejar que conozca en la mujer que te has convertido.

Regresé a donde estaba Giovanni esperando en la entrada del camino, seguía acariciando al viejo perro de los vecinos.
Todo el camino hasta ahí había seguido escuchando las palabras de Paolo, una parte de mí sabía que tenía razón, otra simplemente caminó hacia mi gemelo y le encajo el dedo índice en el pecho, una y otra vez hasta que mis dos puños golpeaban –aunque parecían no mover ni un ápice- el duro torso.
—Me dejaste, te fuiste y… ¡Me dejaste! —, estallé mientras Gio me envolvía en sus brazos.
En ese momento me di cuenta que el lazo del que había hablado, el que yo creía haber perdido aún nos unía.

***

Regresar de Perfezione ya era demasiado malo, de nuevo habían tirado mi bordado, sin embargo la semana que siguió fue un entero martirio.
Mi madre estaba totalmente dedicada a la fiesta de bienvenida, si bien no dejaba decidir nada quería que estuviera sentada frente a ella oyendo a la coordinadora hablar de comida, música, meseros, adornos para las mesas e iluminación.
No hubiera sido tan malo si las dos urracas (las amigas interesadas de mi mamá) estuvieran haciendo un festival por cada una de las decisiones que ella tomaba.
Clara era otra de las víctimas, como cocinera la coordinadora había querido platicar con ella y mamá no había tenido más elección que dejar de lado su burbuja elitista y llamarla para que se reuniera con nosotras.
El jueves por la tarde estaba harta, habían sido casi cinco días de escuchar lo mismo, casi pierdo la cordura cuando la coordinadora hablo de la hermosura de los viñedos y comentó que era un golpe de mala suerte que en la noche se perdieran en la oscuridad.
Mamá se había quedado pensado un momento y después había declarado que al colocar series de luces, tipo navideñas, podría crear un ambiente mágico.
Las urracas ya aplaudían cuando tuve que intervenir.
—Papá se molestaría mucho si algo le sucede a los frutos —, dije mordiéndome el interior de la mejilla para no gritar.
Mamá me lanzo una mirada envenenada, pero el solo hecho de que podría enfurecer al amo y señor la disuadió.
Las mujeres se enfrascaron en una conversación sobre si era conveniente hacer la fiesta a media tarde cuando me levanté.
—Cassandra, ¿A dónde vas? —, preguntó mi madre con una advertencia en la mirada.
Lo siento mami, demasiado para mí por hoy.
—Si me disculpan, tengo algunos deberes de la escuela que terminar
Y gritar, y vomitar, y matar a Giovanni por haber desaparecido casi toda la semana y solo llegar por las tardes, encerrarse en su cuarto y burlarse de mí después de la cena.
Subí las escaleras dejando volar mi imaginación, ni siquiera pensé en dirigirme rumbo a la habitación de Gio, simplemente lo hice.
Me detuve justo antes de girar la perilla, no se sentía tan fácil simplemente abrir la puerta así que dio un golpe suave en la puerta y dije su nombre en voz baja
—Adelante —, contestó desde dentro.
—Sabes, estuve pensándolo bien y…
— ¿Qué?—, preguntó a medio movimiento de secarse el cabello, la toalla colgó en su mano y las gotitas de agua que aún permanecían en su cabello, escurrían a su torso desnudo.
—Estás desnudo
— ¿Llamas a esto desnudo?—, replicó y se miró cuán largo era como si no tuviera ningún pudor.
Tragué
— ¿Qué has estado haciendo todos estos años? ¿Visitar el convento?—, bromeó
—Gracioso. Ahora vístete.
—Cassie, ¿Hablas en serio?
—Sí, vístete, por favor
Quizás hubiera sido mejor quedarme oyendo a las urracas, en serio, estaba tratando de conocer al Gio del presente, pero no quería añadir exhibicionista a la lista de sus cualidades recién descubiertas.
—Estoy con bóxer. No es precisamente estar desnudo.
—Sigue siendo mucho.
—Me vas a decir que nunca has visto a Paolo como Dios lo trajo al mundo.
— ¡Gio!
¿Por qué tenía que traerlo a colación en cada conversación?, ya era lo suficientemente malo que yo pensara en él todos los días, sabiendo lo que eso conllevaba, lo que ocurriría si Paolo lo supiera.
No lo había visto en toda la semana
Otra razón para odiar la fiesta de bienvenida y boicotearla.
—Cálmate, era sólo una pregunta
—Pues no es asunto tuyo
—Sigues esquivándome…
Exasperante, otra cualidad
—No ¿Contento? No lo he visto desnudo
—No esperaras que te crea
— ¿Entonces para qué preguntas?
¿Comenzaba a sonar de cinco años de nuevo?
—Tenía curiosidad por saber que tan roja podías llegar a ponerte. De niña llegabas casi al violeta ¿Recuerdas?
—No, no lo recuerdo ¿Terminaste?
—Sácame de una duda ¿Te ruborizas porque estás nerviosa o enojada?
—Estoy molesta ¿Feliz? Me has hecho enojar, muchas gracias.
—Respira Cassie, no es para tanto. Soy tu hermano, me has visto en peores formas—. Claro, eso era cuando no superábamos los siete años…
Para mi tranquilidad durante la discusión totalmente infantil Gio se había comenzado a cambiar, se colocó una camiseta y los jeans mientras yo me sentaba en su cama.
—Bueno, bueno, tenías algo que decir, ¿A eso has venido, no?—, inquirió él pasándose ambas manos por el cabello aún húmedo.
—No aparezcamos en la fiesta de bienvenida, en serio, casi estoy segura que ni notaran que faltamos—, dije mientras él reía y se sentaba a mi lado.
—¿Mal día?
—Pésimo—, admití mientras él encendía el televisor y se recostaba en la cama, tomé el control y comencé a cambiar los canales mientras me acomodaba en la cama también.

***
Al final no tuve el valor de rebelarme el día esperado, la realidad es que nunca lo había tenido, la chica complaciente, esa era yo.
Me puse el vestido que mi madre había elegido y deje que su estilista arreglara mi cabello y maquillaje, lo cierto es que el saber que por esta vez no estaría sola en medio de esas horas por venir significa mucho.
Como si lo hubiera conjurado, Giovanni entró a mi habitación sin tocar y cerró la puerta tras de él, llevaba un traje negro y camisa blanca aunque sin corbata y los tres últimos botones completamente desabrochados.
—Disculpa mamá, debí haberme equivocado de cuarto—, dijo burlándose de mi aspecto.
—Conseguiré que te ahorquen con una corbata —, le amenacé y él sonrió levantando sus manos.
—Cálmate Cass, pareces histérica y con todo ese maquillaje das miedo, ¿Necesitas algo?
—Para empezar, podrías dejar de hacerte el graciosito —respondí hundiendo ambas manos en la cintura, un gesto involuntario que según Paolo me hacían lucir como «la pérfida» de mi madre.
—Y tú podrías dejar de actuar como una anciana —, me contrarió Gio.
—¡Oye!, yo no actúo como una anciana.
Pero el espejo decía otra cosa, desde mi vestido color perla hasta los zapatos dos tonos más claro de un imposible tacón, el peinado alto, los ojos hundidos gracias al efecto del maquillaje, toda en mi me hacia parecer otra; una mujer y no estaba lista para ser grande… Al menos no tanto.
—No es como si el silencio dijese mucho a tu favor —me sonrió cómplice— Relájate Cassie, desde hoy no estarás más sola —desde hace bastante que no lo estaba, pero no era gracias a él y no discutiría sobre eso, por lo demás, estaba el asunto de encontrarme exageradamente acompañada pero sentir que nadie era capaz de comprenderme… Ni siquiera el propio Paolo.
Estaba conmigo, pero no entendía, sencillamente no podía.
—Y lo dice el que me llamó vieja hace un minuto.
—Vamos, lo pasado pisado.
Enarque una ceja.
—Tienes que estar de broma —Ni siquiera él podía ser tan descarado, no tanto por ahora, sino por todo… ¿El pasado pisado?, como si tratara de simple polvo que barrer.
—El que no esté constantemente con mi rostro arrugado —casi creía oír un leve “como una ancianita” —, no me transforma necesariamente en un payaso, además, si actuara así nos pareceríamos aún más.
No le encontraba lo chistoso.
—Admítelo Cassie, ni tú ni yo queremos seguir siendo dos clones… Tú parecías marimacha… Y yo, pues… Un travesti increíblemente apuesto.
—No éramos clones. Tú eras el original y yo la versión mejorada por dos minutos —, le dije mientras él se colocaba a mi lado frente al espejo.
No había nada idéntico en nosotros, éramos un hombre y una mujer, aquello parecía extraño.
Mamá nos mandó llamar cuando los invitados de elite comenzaron a llegar, Giovanni me miró y me instó a respirar hondo lo que me hizo reír.
—Aun podríamos escapar—, le dije y desee que el dijera que sí, desee que su vena rebelde saliera a flote y que no bajáramos, pero justo al mirar su sonrisa y el brillo en sus ojos sabía que su manera de hacerle frente a la fiesta era bajar y presentarse a su manera a los invitados de papá.
Me tomó de los hombros y me giró hacia la puerta.
—Anda, bajemos —, ordenó empujándome hacia la puerta, justo antes de abrir se acercó a mi oído y murmuró.
—Anímate, te tengo una sorpresa.
Y fue recién ahí que me temí lo peor.





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